Miércoles de la II semana de Pentecostés
LA EUCARISTÍA PERDONA LOS PECADOS VENIALES
Santo Tomás de Aquino
En este sacramento pueden considerarse dos cosas: el sacramento mismo y la cosa del sacramento. Y de una y otra resulta que este sacramento tiene virtud para perdonar los pecados veniales. Porque este sacramento se torna bajo la especie de manjar nutritivo; y la nutrición del manjar es necesaria al cuerpo para reparar lo que diariamente pierde por la acción del calor natural. Bajo el concepto espiritual hay en nosotros una pérdida diaria, que resulta del calor de la concupiscencia por medio de los pecados veniales, que disminuyen el fervor de la caridad. Y así, compete a este sacramento perdonar los pecados veniales; por lo cual dice San Ambrosio que “este pan cotidiano se torna para remedio de la debilidad cotidiana”55. La cosa, sin embargo, de este sacramento es la caridad (no sólo en cuanto al hábito, sino también en cuanto al acto), que es excitada en este sacramento, por el cual son borrados los pecados veniales. Luego es evidente que por virtud de este sacramento se perdonan los pecados veniales. Aun cuando los pecados veniales no sean contrarios a la caridad, considerada en cuanto al hábito, la contrarían, sin embargo, en cuanto al fervor del acto, que es excitado por este sacramento, en razón del cual son borrados los pecados veniales. (3ª, q. LXXIX, a. 4)
En virtud de este sacramento se verifica cierta transformación del hombre en Cristo, por el amor; y ésta es el efecto propio de este sacramento. Y como por el fervor de la caridad se perdonan los pecados veniales, porque le son contrarios; síguese que por la virtud de este sacramento son destruidos los pecados veniales. Además, el fervor de la devoción puede ser tan grande que destruya todos los pecados veniales. Pues no hay inconveniente en que en un momento esté el hombre libre de todo pecado venial; aunque esto no puede durar mucho tiempo a causa de la dificultad de evitar los pecados veniales. Ni tampoco es necesario que siempre destruya todos los pecados veniales, sino que lo hace según la medida de la devoción; porque no es su efecto inmediato la destrucción de los veniales, sino una consecuencia. (4, Dist. 12, q. II)