miércoles, 29 de junio de 2022

ESTOS SON. ¡OH ROMA!. LOS DOS HÉROES QUE TE LLEVARON EL EVANGELIO DE CRISTO. San León Papa

 


De las lecturas del II Noctuno de maitines

 

Sermón de San León, Papa.

1º sobre la fiesta de los santos apóstoles.

El mundo entero toma parte en las solemnidades. Una devoción fundada en una misma fe pide que se celebre en todas partes, con júbilo común, lo cumplido para la salvación de todos. La fiesta de hoy, digna de ser celebrada en toda la tierra, debe ser en nuestra ciudad objeto de una veneración especial, acompañada de una alegría particular; para que donde los dos principales Apóstoles fueron glorificados, haya, en el día de su martirio, mayor alegría. Estos son ¡oh Roma! los dos héroes que te llevaron el Evangelio de Cristo; por ellos, tú, que eras maestra del error, te convertiste en discípula de la verdad.

Tus padres y verdaderos pastores son los que te insertaron en el reino celestial; te fundaron mejor y más felizmente que los que pusieron los primeros fundamentos de tus murallas, ya que de aquel que procede el nombre que llevas, te manchó con la muerte de su hermano. Esos dos Apóstoles te elevaron a una gran gloria; te convertieron en la nación santa, pueblo escogido, ciudad sacerdotal y real, y por la Cátedra sagrada de San Pedro, en capital del mundo; así, la supremacía que te viene de la religión divina, se extiende más allá de tu dominación terrenal. Aunque con victorias extendiste tu imperio sobre la tierra y mar, debes menos conquistas a la guerra, que súbditos te ha procurado la paz cristiana.

Por otra parte, convenía muchísimo para el plan divino que muchos reinos estuviesen unidos en un vasto imperio para que la predicación tuviese fácil acceso y pronta difusión entre los pueblos sometidos al gobierno de una misma ciudad. Pero esta ciudad, desconocedora del Autor de su encumbramiento, que dominaba sobre casi todas las naciones, era esclava de todos sus errores, y por cuanto no rechazaba ninguna falsedad, creía ser religiosa. De suerte que Jesucristo la libertó tanto más maravillosamente, cuanto más la había encadenado el demonio.