EL SANEDRÍN Y LA PROFECÍA DEL SUMO SACERDOTE
Dom Gueranger
Viernes de Pasión
EL CONSEJO DEL SANHEDRÍN. — La vida del Salvador está ahora más que nunca en peligro. El consejo de la nación se ha reunido para tratar de deshacerse de El. Escuchad a estos hombres a quienes domina la más vil de las pasiones, la envidia, No niegan los milagros de Jesús, están pues en condiciones de dar un juicio solare su misión y este juicio debería ser favorable. Mas no se han reunido con este ñn, sino con el de hallar los medios para hacerle perecer. ¿Qué pensarán para sí mismos: ¿Qué sentimientos manifestarán en común para legitimar esta resolución sangrienta? Osarán poner de por medio la política el interés de la nación. Si Jesús continúa manifestándose y obrando estos prodigios pronto se levantará la Judea para proclamarle su rey y los romanos no tardarán en venir a vengar el honor del Capitolio ultrajado por la más débil de las naciones del imperio. ¡Insensatos que no comprenden que si el Mesías fuera rey, al modo de este mundo, todos los poderes de la tierra hubieran sido impotentes contra El! No se acuerdan de la predicción de Daniel que anunció que en el correr de 70 semanas de años a partir del decreto para la reedificación del templo, Cristo había de ser condenado a muerte, y que el pueblo que ha renegado de El no será ya en adelante su pueblo 1 y que después de esta perversidad un pueblo capitaneado por un jefe militar vendrá y arrasará la ciudad y el templo; que la abominación de la desolación penetrará en el santuario; y que la desolación sentará sus reales en Jerusalén para permanecer allí hasta el fin del mundo. Dando la muerte al Mesías van a aniquilar con un mismo hecho a su patria.
LA PROFECÍA DEL SUMO SACERDOTE. — Mientras tanto el indigno sacerdote que preside los últimos días de la religión mosaica, se reviste el efod, y profetiza, siendo su profecía verdadera. No nos admiremos. El velo del templo no se ha rasgado todavía; la alianza entre Dios y Judá no se ha roto aún. Caifás es un criminal, un cobarde, un sacrilego, pero es pontífice: Dios habla por su boca. Escuchemos a este nuevo Balaán; “Jesús morirá por la nación y no sólo por la nación, sino también para juntar y reunir a los hijos de Dios que se hallan dispersados.” Así la agonizante Sinagoga se ve obligada a profetizar el nacimiento de la Iglesia por el derramamiento de la sangre de Jesús. Por todas las partes de la tierra se encuentran los hijos de Dios, que le sirven en medio de la gentilidad, como el centurión Cornelio; mas no se reúnen en ningún lugar visible. Se acerca la hora en que la grande y única Ciudad de Dios va a aparecer sobre la montaña y “todas las gentes se dirigirán a ella” ‘. Después que la sangre de la Alianza universal se haya derramado, después que el sepulcro haya devuelto al vencedor de la muerte, apenas pasados cincuenta días, Pentecostés convocará, no ya a los judíos en el templo de Jerusalén, sino a todas las naciones en la Iglesia de Jesucristo. Caifás no se acuerda ya más del oráculo que él mismo ha proferido; ha restablecido el velo del Santo de los Santos que se había rasgado en dos en el momento de expirar Jesús sobre la cruz; pero este velo no cubre más que un reducido desierto. El Santo de los Santos ya no está allí; “se ofrece, sin embargo, en todo lugar una ofrenda pura” y las águilas de los vengadores del Deicidio no han aparecido todavía sobre el monte de los Olivos, cuando ya los sacrificadores han escuchado que en el fondo del santuario repudiado resuena una voz que dice: “Marchemos de aquí.”