Primera Palabra. “PADRE, PERDÓNALOS” Benedicto XVI
MEDITACIÓN
DE LAS SIETE PALABRAS
con textos de Benedicto XVI
ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS
Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, contemplando el misterio de la cruz, adoremos a nuestro Señor Jesucristo Crucificado diciendo con santa Margarita María de Alcoque:
Oración de
Santa Margarita María de Alacoque
Humildemente postrada al pie de tu Santa Cruz, te diré con frecuencia, divino Salvador mío, para mover las entrañas de tu misericordia a perdonarme.
Jesús, desconocido y despreciado,
R/. Ten piedad de mí.
Jesús, calumniado y perseguido.
Jesús, abandonado de los hombres y tentado.
Jesús, entregado y vendido a vil precio.
Jesús, vituperado, acusado y condenado injustamente.
Jesús, vestido con una túnica de oprobio y de ignominia.
Jesús, abofeteado y burlado.
Jesús, arrastrado con la soga al cuello.
Jesús, azotado hasta la sangre.
Jesús, pospuesto a Barrabas.
Jesús, coronado de espinas y saludado por irrisión.
Jesús, cargado con la Cruz y las maldiciones del pueblo.
Jesús, triste hasta la muerte.
Jesús, pendiente de un infame leño en compañía de dos ladrones.
Jesús, anonadado y confundido delante de los hombres.
Jesús, abrumado de toda clase de dolores.
¡Oh Buen Jesús! que has querido sufrir una infinidad de oprobios y de humillaciones por mi amor, imprime poderosamente su estima en mi corazón, y hazme desear su práctica.
Primera Palabra
“PADRE, PERDÓNALOS,
PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN” (Lc 23,34)
Benedicto XVI, 15 de febrero de 2012
“La primera palabra la pronuncia inmediatamente después de haber sido clavado en la cruz, mientras los soldados se dividen sus vestiduras como triste recompensa de su servicio. En cierto sentido, con este gesto se cierra el proceso de la crucifixión. Escribe san Lucas: «Y cuando llegaron al lugar llamado “La Calavera”, lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte» (23, 33-34).
La primera oración que Jesús dirige al Padre es de intercesión: pide el perdón para sus propios verdugos. Así Jesús realiza en primera persona lo que había enseñado en el sermón de la montaña cuando dijo: «A vosotros los que me escucháis os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian» (Lc 6, 27), y también había prometido a quienes saben perdonar: «será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo» (v. 35). Ahora, desde la cruz, él no sólo perdona a sus verdugos, sino que se dirige directamente al Padre intercediendo a su favor.
Esta actitud de Jesús encuentra una «imitación» conmovedora en el relato de la lapidación de san Esteban, primer mártir. Esteban, en efecto, ya próximo a su fin, «cayendo de rodillas y clamando con voz potente, dijo: “Señor, no les tengas en cuenta este pecado”. Y, con estas palabras, murió» (Hch 7, 60): estas fueron sus últimas palabras. La comparación entre la oración de perdón de Jesús y la oración del protomártir es significativa. San Esteban se dirige al Señor resucitado y pide que su muerte —un gesto definido claramente con la expresión «este pecado»— no se impute a los que lo lapidaban.
Jesús en la cruz se dirige al Padre y no sólo pide el perdón para los que lo crucifican, sino que ofrece también una lectura de lo que está sucediendo. Según sus palabras, en efecto, los hombres que lo crucifican «no saben lo que hacen» (Lc 23, 34). Es decir, él pone la ignorancia, el «no saber», como motivo de la petición de perdón al Padre, porque esta ignorancia deja abierto el camino hacia la conversión, como sucede por lo demás en las palabras que pronunciará el centurión en el momento de la muerte de Jesús: «Realmente, este hombre era justo» (v. 47), era el Hijo de Dios. «Por eso es más consolador aún para todos los hombres y en todos los tiempos que el Señor, tanto respecto a los que verdaderamente no sabían —los verdugos— como a los que sabían y lo condenaron, haya puesto la ignorancia como motivo para pedir que se les perdone: la ve como una puerta que puede llevarnos a la conversión» (Jesús de Nazaret, II, 243-244).
PETICIÓN: Señor, perdónanos porque hemos sido “ignorantes” pecando.
FRUTO: Orar por nuestros enemigos y hacerles el bien que podamos.
CONCLUSIÓN: Terminemos nuestra meditación, con la oración de san Francisco Javier:
ORACIÓN A LAS CINCO LLAGAS
Oración de san Francisco Javier
Señor mío Jesucristo, en cuya mano están todas las cosas, y no hay nadie que pueda resistir vuestra voluntad, que os habéis dignado nacer, morir y resucitar: por el misterio de vuestro Santísimo Cuerpo, y por las cinco llagas, y el derramamiento de vuestra preciosísima sangre, compadeceos de nosotros, como vos sabéis lo necesitamos en nuestras almas y en nuestros cuerpos; libradnos de las tentaciones del demonio y de todo lo que veis que nos aflige; y conservadnos y fortalecednos hasta el fin, en vuestro servicio, y dadnos una verdadera enmienda, y espacio de verdadera penitencia, y el perdón de todos los pecados después de la muerte; y haced que amemos a nuestros hermanos, hermanas, amigos y enemigos; y que con todos los Santos gocemos eternamente en vuestro reino, que con Dios Padre y el Espíritu Santo vivís y reináis, Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Para concluir cada día:
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.