viernes, 10 de marzo de 2023

10 de marzo. LOS CUARENTA SANTOS MÁRTIRES

10 de marzo

Los Cuarenta Santos Mártires

 

Siendo emperador Licinio y gobernador Agrícola, resplandeció en Sebaste, Armenia, la fe cristiana de cuarenta soldados y su fortaleza para sufrir los tormentos. Tras haberlos arrojado varias veces a una horrible cárcel y cargado de cadenas, y quebrantado sus mandíbulas con una piedra, les obligaron, en la crudeza del invierno, a pasar la noche desnudos sobre un estanque helado, a fin de que murieran de frío. Todos hacían la misma plegaria: “Señor, ya que hemos entrado cuarenta en la lucha, concedednos cuarenta coronas; que no falte ni una corona a este número. Este número es glorioso, ya que Vos le honrasteis con vuestro ayuno, y por él la ley divina fue dada al mundo. Elías con el ayuno de cuarenta días, buscando a Dios, consiguió su visión”. Tal era su plegaria.

Uno de los guardas estaba en vela mientras los demás dormían. Y vio que, estando los soldados en oración, les rodeaba un resplandor, y que bajaban ángeles del cielo, como enviados por su Rey para llevar coronas a treinta y nueve soldados. Pensó para sí: “Estos son cuarenta; mas la corona para el cuadragésimo ¿dónde está?” Mientras formaba este pensamiento, uno de los cuarenta, al cual había faltado valor para sobrellevar el frío, pasó al baño templado, causando una gran aflicción a aquellos santos. Pero Dios no quiso que sus preces fuesen vanas, ya que el guarda, admirado de lo sucedido, luego que hubo despertado a sus compañeros, quitándose los vestidos, y diciendo que era cristiano, se juntó con los mártires. Los soldados, cuando se dieron cuenta de que también aquel guarda era cristiano, quebraron a todos las piernas.

Todos murieron en aquel suplicio, excepto el más joven, llamado Melitón. Y como viera su madre que, quebradas las piernas, aún vivía, le habló así: ‘‘Hijo mío, espera; sufre un poco; he ahí que Cristo está a la puerta ayudándote”. Y al ver que colocaban los cuerpos de los demás sobre unos carros para quemarlos, y dejaban el de su hijo, porque aquel grupo de impíos esperaban que si vivía, podrían inducirle a adorar a los ídolos, tomando a su propio hijo y llevándole sobre sus hombros, seguía los carros cargados con los mártires. Melitón entregó su alma a Dios en brazos de su madre; su cuerpo fue echado por ella a la hoguera en que los demás Mártires ardían. Así aquellos que habían estado unidos por la fe y el valor, tuvieron comunes exequias; y unidos llegaron al cielo. Quemados ya, sus huesos fueron arrojados a un arroyo; mas, habiéndose juntado en cierto lugar, fueron hallados íntegros e intactos, y fueron sepultados honoríficamente.

Oremos.
Te suplicamos nos concedas, omnipotente Dios, que, habiendo conocido la firmeza en la fe de tus gloriosos mártires, experimentemos los efectos de su piadosa intercesión cerca de ti.
Por Jesucristo
nuestro SeñorR. Amén.