LA INMACULADA
NOS HABLA DE LA ALEGRÍA. Benedicto XVI
María Inmaculada nos habla de la alegría, la verdadera alegría que se
extiende en el corazón liberado del pecado. El pecado trae consigo una tristeza
negativa, que nos induce a encerrarnos en sí mismos. La Gracia trae la
verdadera alegría que no depende de la posesión de las cosas, sino que tiene
sus raíces en lo más íntimo, en lo más profundo de la persona, y que nada ni
nadie puede quitar. El cristianismo es esencialmente un “evangelio”, una “buena
noticia”, mientras que algunos piensan que es un obstáculo a la alegría, ya que
lo ven en él una serie de prohibiciones y reglas. En realidad, el cristianismo
es el anuncio de la victoria de la Gracia sobre el pecado, de la vida sobre la
muerte. Y si implica algunos sacrificios y disciplina de la mente, del corazón
y del comportamiento, es precisamente porque en el hombre hay la raíz venenosa
del egoísmo, que perjudica a sí mismos y a los demás. Por tanto, debemos
aprender a decir no a la voz del egoísmo y a decir sí a la del amor auténtico.
La alegría de María está plena, porque en su corazón no hay sombra de pecado.
Esta alegría coincide con la presencia de Jesús en su vida: Jesús concebido y
llevado en el vientre, después niño confiado a sus cuidados maternos,
adolescente y joven y hombre maduro. Jesús que parte de casa, seguido a
distancia con la fe hasta la Cruz y la Resurrección: Jesús es la alegría de
María y la alegría de la Iglesia.
Que en este tiempo de Adviento, María Inmaculada nos enseñe a escuchar la
voz de Dios que habla en el silencio para recibir su Gracia, que nos libera del
pecado y del egoísmo, para gozar así la verdadera alegría. María, llena de
gracia, ruega por nosotros!