JORNADAS
DE LOS DIVINOS PEREGRINOS
JESUS,
MARIA Y JOSÉ
Puesta el alma en presencia de
nuestros Peregrinos sagrados, harás todos los días de la novena el siguiente:
ACTO DE CONTRICCION
Señor mío Jesucristo, divino y
eterno Verbo y Dios encarnado en las entrañas de María Santísima; el amor que
me tienes te hizo bajar del Cielo a la Tierra, hasta ponerte en un establo. ¡Oh,
cuanto siente haberte cerrado las puertas de mi corazón, dándote con ellas en
la cara, haciéndose sordo a tus divinas inspiraciones y llamamientos, cuando
con tanto amor viniste a los desiertos del mundo a buscar la perdida oveja de mi alma con tantos
trabajos, para llevarla a los apriscos de tu Gloria! Rompe, Señor, los cerrojos
de este ingrato corazón mío con la luz y conocimiento de mi aborrecible
ingratitud. Si buscas pesebre donde reclinar la cabeza, pesebre pobrísimo es mi corazón; consume con
el fuego de tu amor hasta las pajas de imperfecciones, y aparte de mí todas mis
abominables culpas, las cuales de todo mi corazón me pesa de haberlas cometido
contra Ti y delante de Ti, por ser quien eres. Y, pues, vienes a buscar no
justos, sino pecadores, yo soy el mayor de todos, y quien más que todos te ha
ofendido: confió en tu misericordia que me perdonaras y darás gracias para
servirte y para saber amarte con perseverancia hasta el fin de mi vida. Amen
22 DE DICIEMBRE. SÉPTIMA JORNADA
Esta es la séptima jornada, y
es a la ciudad santa de Jerusalén, donde contemplaras la inmensidad de penas
que padecería nuestra Reina y Señora cuando, pasando por las calles,
contemplaba, como quien sabía lo mucho que en aquella ingrata ciudad había de
padecer su divino Jesús, las penosas jornadas que había de hacer de tribunal en
tribunal, y las posadas tan malas que había de hallar en aquellos pretorios y
tribunales, cuya consideración debería sacar sus lágrimas a los ojos. Contempla
el tormento que el Niño Dios padecería en sus entrañas: allí, diría, me darán
la bofetada, y en aquella casa abrirán un calabozo para ponerme aprisionado; en
aquel palacio se abrirán las puertas para atormentarme con más de cinco mil
azotes, y en aquel tribunal me trataran como loco y simple; y con esta
consideración llegarían al monte Calvario, donde viendo el santo José a su
santísima Esposa hecha un mar de lágrimas, traspasaría su corazón el dolor de
no poder suavizar sus penas sino con acompañarla en aquel desierto.
Acabarás cada día con nueve
Avemarías, que rezaras de rodillas como quien va acompañando a la santísima
Virgen Maria; y llegando a las palabras bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, besaras la tierra o el suelo, adorando al Verbo encarnado en sus
purísimas entrañas con profunda humildad y reverencia; y esto mismo harás todos
los días, y luego dirás la siguiente oración final
Oración de San Agustín a
la
SANTISIMA VIRGEN MARIA
Madre
de toda piedad, acordaos que desde que el mundo es no se sabe que hayáis dejado
sin consuelo a quien llego a pedírosle; que no se ha oído jamás decir que quien
llego a vuestros ojos con miserias dejase de salir de vuestra presencia sino
remediado; y así, confiado en vuestras piadosas entrañas y afable condición, me
arrojo a vuestros pies. No queráis ¡oh Madre del Verbo y palabra eterna!,
despreciar mis palabras y ruegos, sino oídme propicia; otorgad lo que con
lágrimas de mi corazón os suplico.
Hay concedidos 460 días de
indulgencia por cada vez que se rece esta oración, pidiendo al Señor por las
necesidades de la Iglesia y del Estado.