JORNADAS DE LOS DIVINOS PEREGRINOS
JESUS, MARIA Y JOSÉ
Puesta el alma en presencia de
nuestros Peregrinos sagrados, harás todos los días de la novena el siguiente:
ACTO DE CONTRICCION
Señor
mío Jesucristo, divino y eterno Verbo y Dios encarnado en las entrañas de María
Santísima; el amor que me tienes te hizo bajar del Cielo a la Tierra, hasta
ponerte en un establo. ¡Oh, cuanto siente haberte cerrado las puertas de mi
corazón, dándote con ellas en la cara, haciéndose sordo a tus divinas
inspiraciones y llamamientos, cuando con tanto amor viniste a los desiertos del
mundo a buscar la perdida oveja de mi
alma con tantos trabajos, para llevarla a los apriscos de tu Gloria! Rompe,
Señor, los cerrojos de este ingrato corazón mío con la luz y conocimiento de mi
aborrecible ingratitud. Si buscas pesebre donde reclinar la cabeza, pesebre pobrísimo es mi corazón; consume con
el fuego de tu amor hasta las pajas de imperfecciones, y aparte de mí todas mis
abominables culpas, las cuales de todo mi corazón me pesa de haberlas cometido
contra Ti y delante de Ti, por ser quien eres. Y, pues, vienes a buscar no
justos, sino pecadores, yo soy el mayor de todos, y quien más que todos te ha
ofendido: confió en tu misericordia que me perdonaras y darás gracias para
servirte y para saber amarte con perseverancia hasta el fin de mi vida. Amen.
18 DE DICIEMBRE.
TERCERA JORNADA
La tercera jornada de nuestra
Purísima Reina es desde la ciudad de Nain hasta los campos de Samaria, donde
salieron al encuentro del Niño Dios en su mayor edad diez leprosos. Considera
como siendo mucha la gente que cruzaba aquel camino para cumplir con el edicto
del Cesar, al ver a nuestros sagrados Peregrinos con tan suma pobreza, unos los
atropellaban, otros los apartaban como a gente humilde y despreciable, y, de
esta suerte, míralos llegar a los campos de Samaria, y sin tener donde
alojarse, y lo que sentiría el santo Patriarca alojándose en aquel despoblado
campo, todo cubierto de nieve, sin poder aliviar la pena que padecía con los
aires fríos la más tierna y delicada Doncella, y lo que padecería el divino
Niño en sus entrañas cuando viese así tratada a su Santísima Madre; y mira
cuantas veces atropellas al Niño Dios traspasando su santa ley, apartándole de
tu corazón y de tu alma por hacer tu gusto y voluntad; y procura en esta posada
salir al encuentro al divino Niño para que te sane como a los leprosos,
manifestándole tus llagas, pues no viene a otra cosa que a curar la lepra de
todo el linaje humano.
Acabarás cada día con nueve
Avemarías, que rezaras de rodillas como quien va acompañando a la santísima
Virgen Maria; y llegando a las palabras bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, besaras la tierra o el suelo, adorando al Verbo encarnado en sus purísimas
entrañas con profunda humildad y reverencia; y esto mismo harás todos los días,
y luego dirás la siguiente oración final
Oración de San Agustín a
la
SANTISIMA VIRGEN MARIA
Madre
de toda piedad, acordaos que desde que el mundo es no se sabe que hayáis dejado
sin consuelo a quien llego a pedírosle; que no se ha oído jamás decir que quien
llego a vuestros ojos con miserias dejase de salir de vuestra presencia sino
remediado; y así, confiado en vuestras piadosas entrañas y afable condición, me
arrojo a vuestros pies. No queráis ¡oh Madre del Verbo y palabra eterna!,
despreciar mis palabras y ruegos, sino oídme propicia; otorgad lo que con
lágrimas de mi corazón os suplico.
Hay concedidos 460 días de indulgencia por cada vez que se rece
esta oración, pidiendo al Señor por las necesidades de la Iglesia y del Estado.