La Palabra
de Dios nunca está presente en la simple literalidad del texto. Para alcanzarla
hace falta trascender y un proceso de comprensión que se deja guiar por el
movimiento interior del conjunto y por ello debe convertirse también en un
proceso vital que reclama una total implicación en la vida eclesial, en cuanto
vida «según el Espíritu».
Ese proceso tiene
un aspecto íntimamente dramático, puesto que está inevitablemente relacionado
con la libertad de cada uno. San Pablo vivió plenamente en su propia existencia
este paso. Con la frase: «la pura letra mata y, en cambio, el Espíritu da
vida» (2 Co 3,6), ha expresado de modo radical lo que significa
trascender la letra y su comprensión a partir de la totalidad. El Espíritu es Cristo, y Cristo es el Señor
que nos indica el camino».
Cfr.
Verbum Domini 38