jueves, 26 de junio de 2025

TENGO SED. FIESTA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

"TENGO SED" 


MEDITACIÓN

PARA LA FESTIVIDAD

DEL SAGRADO CORAZON DE JESÚS

 

Punto Primero. En los momentos más solemnes de la pasión de Jesucristo, cuando manifestaba al mundo ingrato, cuanto le había amado, ese mismo amor, le arrancó una queja dolorosa, que atravesando siglos, resuena hoy día aún, en los corazones de los hombres. Sed tengo, dijo Jesucristo, desde el infame madero de la cruz, trasformado entonces, en árbol de vida y altar de holocausto; y hoy todavía pronuncia igual queja, desde el silencio del tabernáculo, dónde reside oculto, olvidado y más despreciado, si cabe, que en el calvario. Pero si con frecuencia nos dirige tan lastimosa queja, hoy sobre todo lo hace, amante y contristado, para que llevemos algún alivio, a sus ansias, y demos algún descanso a sus fatigas.

¡Oh alma cristiana! atiende a su voz, y ve cuál sea la causa, que en Él enciende sed tan abrasadora. ¡Ah! es que el mundo, yace como muerto, olvidado de Dios, despreciado su santa ley, indiferente a sus bondades, y osado y atrevido, ya no teme sus castigos vengadores. Cómo pues no se ha de abrasar de sed el Corazón deifico de Jesús, viendo tan perdidos sus más afanosos deseos de la gloria del Padre. Y si esto hace el mundo ingrato, qué hacen aquellos, que se llaman sus amigos, sus hermanos, y que aún se atreven a llamarse reparadores de sus ultrajes. ¡Qué frialdad en corresponder a su amor ¡qué desprecio y abuso de sus gracias! ¡Qué desvío ante los sacrificios!

¡Qué desatendidas sus llamadas e inspiraciones! No tiene pues razón el divino Corazón de exclamar hoy de nuevo: tengo sed.

Punto Segundo. Si hemos meditado atentamente el punto que antecede, sin duda ninguna que arderá nuestro corazón, en deseos de dar al Corazón deífico el refrigerio, que nos pide. Posible es que nos espante tan difícil empresa porque ¡quién se considerará capaz de saciar los deseos de un Dios! Pero no nos turbemos; el mismo Corazón divino nos dice, porque medio lo conseguiremos, repitiéndonos aquellas palabras del profeta:

«Hijo mío, dame tu corazón; él solo pueda satisfacerme, y no ya aliviar, sino apagar por completo, esa sed que me devora. Pero le quiero sin partición, sin división, sin reservas, dámelo todo, no me niegues esa dádiva, cuando yo dispuesto estoy, a entregarte en cambio el mío, con cuantas gracias encierra» ¡Oh alma cristiana! ¿Aún titubeas'? En este día consuela al Corazón divino de Jesús, entregándole sin reserva el tuyo, pues que en esa entrega, lo recibirás todo, lo encontrarás todo, lo poseerás todo, porque poseerás como propio, al Corazón que es el que da ser a todos los corazones. Corazón amantísimo de Jesús, vuestro es el mío, yo os lo entrego hoy, para nunca más disputaros su posesión; ojalá que pueda oír en este día, estas dulcísimas palabras: «Tu amor ha sido para mí, como un bálsamo suavísimo, derramado en mis amarguras; tu corazón, me ha servido de refrigerio; en él descanso; en él encuentro alivio; en él tomaré mi reposo, y cuando sediento me halle, a ti pediré esa agua saludable de amor, que mitigue y apague los ardores de mi Corazón.

¡Oh dulce y amante Jesús! ¡oh Corazón todo amor! amor es lo que queréis, amor lo que buscáis; ¿amor lo que os alivia? amor pues os daré, a él me abandonaré sin resistencia, y dejándole plena libertad, triunfareis Vos, porque triunfará él.

 

COLOQUIO

Qué mucho es, Corazón amante, que reclaméis en pago de vuestras finezas innumerables e infinitas, mis finezas ¡mis contada y escasas finezas, mis pobres, mis imperfectas finezas! Si os diera en mí supremo sacrificio de generosidad mi corazón entero, sería poco. ¿Qué sería, si os le diera dividido? ¡Ah! al abismarse él, todo entero en ese hermoso y dulce mar de la vida, yo mismo exclamara: si ese mar de dulce vida no fuera infinito en ella; si su hermosura pudiese mancillarse, y su infinidad recibir limites, Soberano Corazón, no me lo mandéis, porque al abismarme, disminuyera vuestra dulce vida, la amargura de la mía: manchara vuestra hermosura, humillara vuestra riqueza, la fealdad y miseria de este corazón, tantas veces afeado por mis culpas, tantas empobrecido con sus quiebras. ¡No me lo mandéis Señor, porque no os haré jamás limitar al infinito! Esto diría dando todo el Corazón ¿Qué podría decir dándole a medias, o al menos dividido?

Pero ¡oh divino Corazón! queréis convertir en ese abismo de vida dulce, queréis abismar en ese hermosísimo e infinito océano, que forman vuestras finezas sin cuento, este mi pobre corazón, para que si más vida, más dulzura, más hermosura pudiera tener vuestro Corazón infinito, la recibiera comunicándose al mío, Pues vuestro es, tomad todo, que en ello, Señor, vuestra grandeza, será la mía; el ensanche de vuestra vida y hermosura será la mía. Dichosa dádiva, que tanto me sublima Dichoso abismarse, que participa infinita dulzura, infinita vida, infinita hermosura. ¡Qué magnánimo sois en finezas, bondadoso Corazón! Pedís favores y el mismo pedir, son ya infinitas bondades. ¿Qué será el comunicarlas? Corazón generoso, queréis ser todo para mí, sea mi corazón todo vuestro, entrad desde hoy en su posesión, para que no sea mío jamás. Reinad en él en el tiempo y en la eternidad.

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Santa Margarita María de Alacoque, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

 

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.