“LÁZARO, SAL A FUERA.” Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
Viernes de la IV semana de Cuaresma
Comentarios al Evangelio
de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
Jn 11, 01-05 Y había un
enfermo llamado Lázaro, de Betania, aldea de María y Marta su hermana. Y María
era la que había ungido al Señor con ungüento, y limpiado sus pies con sus cabellos,
cuyo hermano Lázaro estaba enfermo. Enviaron, pues, sus hermanas a decir a
Jesús: "Señor, he aquí el que amas está enfermo". Y cuando lo oyó
Jesús, les dijo: "Esta enfermedad no es para muerte, sino para gloria de
Dios, para que sea glorificado el Hijo de Dios por ella". Y amaba Jesús a
Marta, y a María su hermana, y a Lázaro. (vv. 1-5)
Beda
El evangelista había dicho que el
Señor había ido a la otra ribera del Jordán; entonces es cuando aconteció que
Lázaro enfermó. "Y había un enfermo llamado Lázaro, de Betania". De
aquí es que en algunos ejemplares se encuentre colocada la conjunción
copulativa et para que se enlacen las palabras siguientes con las que preceden.
Lázaro significa ayudado 1, y en
efecto, entre todos los muertos resucitados por el Señor, éste fue el más
ayudado, pues no sólo lo resucita muerto, sino cuatro días después de muerto.
San Agustín In Ioannem tract.,49.
La resurrección de Lázaro es el
milagro que más se publica entre todos los que hizo el Señor. Pero si nos
fijamos en quién lo hizo, más bien debemos alegrarnos que admirarnos. Resucitó
al hombre el que hizo al hombre, y más es crearlo que resucitarlo. En Betania
había enfermado Lázaro; por eso dice: "De Betania, aldea de María y de
Marta", etc., cuya aldea estaba próxima a Jerusalén.
Alcuino.
Y como había muchas mujeres con este
nombre, a fin de no errar, nos la señala por una acción muy conocida: "Y
María era la que había ungido al Señor con ungüento", etc.
Crisóstomo In Ioannem hom., 61.
Es preciso notar que ésta no fue
aquella meretriz de que nos hace mención San Lucas; pues ésta fue honesta y
diligente en recibir a Cristo.
San Agustín De cons. evang., 2, 79
O bien al decir esto San Juan apoya
a San Lucas, que refiere que este hecho tuvo lugar en casa de un cierto fariseo
llamado Simón. Ya María había hecho esto; mas esto mismo que hizo en Betania
por segunda vez, no lo cuenta San Lucas, pero lo refieren a la vez los otros
tres evangelistas.
San Agustín De verb. Dom. serm., 52.
Una enfermedad mortal se había
apoderado de Lázaro. El fuego abrasador de la fiebre devoraba de día en día el
cuerpo de este desgraciado. Las dos hermanas estaban al lado del que se
debilitaba, y llorando su desgracia no se separaban un momento del lecho del
joven enfermo. Por eso dice de ellas el texto sagrado: "Enviaron, pues,
sus hermanas a decir a Jesús: Señor he aquí que el que amas está enfermo".
San Agustín In Ioannem tract., 49.
Ellas no dijeron, ven y sánalo; ni
se atrevieron tampoco a decir: mándalo desde ahí y aquí se hará la curación.
"He aquí que el que amas está enfermo"; como diciendo: basta que lo
sepas, porque no amas y abandonas.
Crisóstomo ut supra.
Por este medio ellas intentaban mover
a compasión a Cristo, porque todavía lo miraban como hombre. Por eso no
acudieron a El como el centurión y el funcionario, sino que envían a uno,
porque por la mucha familiaridad que tenían con El tenían gran confianza.
Además, la pena las retenía en casa.
Teofilacto.
Y porque eran mujeres, a las cuales
no conviene salir de casa con frecuencia. Las palabras: "He aquí que el
que amas está enfermo", expresan una gran piedad y gran fe. Creían que
había un poder tan grande en el Señor, que parecía extraño que la enfermedad
hubiera podido atacar a un hombre a quien El tanto amaba. "Y cuando lo oyó
Jesús, les dijo: esta enfermedad no es para muerte".
San Agustín In Ioannem tract., 49.
Porque la misma muerte no era para
la muerte, sino para hacer un milagro, mediante el cual los hombres creerían en
Cristo y evitarían la verdadera muerte. Por eso el Señor añade: "Sino para
gloria de Dios", en donde indirectamente el Señor se llama a sí mismo
Dios, contra los herejes que dicen que el Hijo de Dios no es Dios. Escucha las
palabras que siguen, y que se refieren a la gloria de este Dios: "Para que
sea glorificado el Hijo de Dios por ella", esto es, por la enfermedad.
Crisóstomo ut supra.
Aquí la partícula ut no es de causa, sino de efecto 2; pues la enfermedad tenía otra causa, y Jesús se valió de ella para procurar la gloria de Dios.
"Y amaba Jesús a Marta, y a
María su hermana, y a Lázaro".
San Agustín ut supra.
El enfermo, ellas tristes, todos
amados. Tenían, pues, esperanza, porque eran amados de quien es el consuelo de
los afligidos y la salud de los enfermos.
Crisóstomo ut supra.
Aquí el evangelista nos enseña que
no debemos afligirnos si vemos enfermos a los virtuosos y amigos de Dios.
Notas
1. Lázaro, forma griega del nombre hebreo Eleazar, que significa Dios ha ayudado.
2. En griego, uper , preposición (con genitivo), en favor de, en beneficio de.
06-10 Y cuando oyó
que estaba enfermo, se detuvo aún dos días en aquel lugar. Y pasados éstos dijo
a sus discípulos: "Vamos otra vez a Judea". Los discípulos le
dijeron: "Maestro, ¿ahora querían apedrearte los judíos y vas allí otra
vez?" Jesús respondió: "¿Por ventura no son doce las horas del día?
El que anduviere de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo. Mas si
anduviere de noche, tropieza porque no hay luz en él". (vv. 6-10)
Alcuino.
Después que la enfermedad de Lázaro
le fue anunciada al Señor, esperó a que pasaran cuatro días para que después se
descubriese más la grandeza del milagro. "Y cuando oyó que estaba
enfermo", etc.
Crisóstomo ut supra.
Esto es, a fin de que muriese, fuese enterrado y dijeran ya hiede, para que nadie pudiera decir: No estaba muerto cuando lo resucitó, fue solamente un letargo y no muerte.
Y prosigue: "Y pasados éstos,
dijo a sus discípulos: Vamos otra vez a Judea".
San Agustín ut supra.
En donde estuvo para ser apedreado,
y de donde parecía haber huido para no serlo. Huyó como hombre, pero volvió
allí como olvidándose de su debilidad y haciendo brillar su poder.
Crisóstomo ut supra.
En ninguna parte había dicho de
antemano el Señor a sus discípulos a qué lugar había de ir, y aquí lo dice a
fin de que no se sobrecogieran repentinamente de terror, pues temían tanto este
viaje que le dicen: "Los discípulos le dijeron: Maestro, ¿ahora querían
apedrearte los judíos, y vas allí otra vez?". Temían aún por El y por sí
mismos, porque todavía no estaban afirmados en la fe.
San Agustín ut supra.
El Señor los corrige cuando siendo
hombres pretenden dar consejo a Dios, y siendo discípulos a su Maestro.
"Jesús respondió: ¿Por ventura no son doce las horas del día?". Para
enseñarnos que El que es el día, eligió doce discípulos. En este número no
preveía a Judas, sino a su sucesor, pues cuando él cayó lo sucedió Matías, y el
número doce quedó íntegro. El día ilumina las horas para que por la predicación
de las horas crea el mundo en el día. Seguidme a mí si no queréis tropezar.
"El que anduviese de día no tropieza", etc.
Crisóstomo ut supra.
Como diciendo: el que no tiene
conciencia de ningún crimen, no tendrá que temer ninguna astucia; pero el que
obró mal, la sufrirá. Y así, no conviene tener mucho miedo, porque no hemos
hecho nada que sea digno de muerte. O bien de otro modo: El que ve la luz de
este mundo ha de estar seguro, y con más razón el que está conmigo, a no ser
que se separe de mí.
Teofilacto.
Algunos entienden por este día el tiempo que precede a la pasión, y por la noche la pasión misma. Les dice, pues: "Mientras es de día", esto es, mientras no se acerca el tiempo de la pasión, no tropezaréis, porque los judíos no os perseguirán. Pero cuando llegue la noche, es decir, mi pasión, entonces llegará para vosotros la noche de las penas.
11-16 Esto dijo, y
después les dijo: "Lázaro, nuestro amigo, duerme: mas voy a despertarle
del sueño". Y dijeron sus discípulos: "Señor, si duerme, será
sano". Mas Jesús había hablado de su muerte, y ellos entendieron que decía
del dormir de sueño. Entonces Jesús les dijo abiertamente: "Lázaro es
muerto, y me huelgo por vosotros de no haber estado allí, para que creáis. Mas
vamos a él". Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a los otros
condiscípulos: "Vamos también nosotros, y muramos con El". (vv.
11-16)
Crisóstomo In Ioannem hom., 61.
El Señor, después de animar una vez
a sus discípulos, los conforta de nuevo manifestándoles que no irán a Jerusalén
sino a Betania. "Esto dijo, y después les dijo: Lázaro, nuestro amigo,
duerme, mas voy a despertarle del sueño"; como si dijera: no voy para
disputar otra vez con los judíos, sino para despertar a nuestro amigo. Por eso
dice: nuestro amigo, para demostrar la necesidad de su viaje.
San Agustín In Ioannem tract., 49.
Dijo que dormía y era verdad, porque
dormía para el Señor y sólo estaba muerto para los hombres, que no podían
resucitarlo. Pero el Señor lo resucitaba del sepulcro con tanta facilidad como
tú no tienes cuando despiertas a un hombre que duerme. Luego en virtud de su
poder dijo que dormía, conforme a lo que dijo el Apóstol ( 1Tes 4,12): "No
quiero que ignoréis respecto a los que duermen". Los llamó dormidos porque
predijo que habían de resucitar. Pero así como entre los que diariamente
duermen y se despiertan, cada uno sueña -unos tienen sueños alegres, otros
atormentadores-, así, cada cual tiene su razón para dormir y su razón para
levantarse.
Crisóstomo ut supra.
Los discípulos quisieron impedir su
ida a Judea: "Y dijeron sus discípulos: Señor, si duerme, sanará". El
sueño, para los que están enfermos, es casi siempre una señal de salud. Como si
dijeran: si duerme, no es conveniente que vayas a despertarlo.
San Agustín ut supra.
Los discípulos respondieron según lo
que habían entendido. "Mas Jesús había hablado de su muerte, y ellos
entendieron que decía del dormir de sueño".
Crisóstomo ut supra.
Replicará alguno: ¿Cómo los
discípulos no entendieron que había muerto por estas palabras "Voy a
despertarle del sueño", ya que era insensato hacer una jornada tan larga
para despertar a Lázaro de su sueño? A esto respondemos, que ellos creyeron ver
en esto un enigma como otros que habían escuchado del Salvador.
San Agustín ut supra.
El les dice claramente lo que les
había dicho de una manera misteriosa: "Entonces Jesús les dijo
abiertamente: Lázaro ha muerto".
Crisóstomo ut supra.
No añadió aquí: "Voy a despertarle del sueño" porque no quería publicar con las palabras lo que quería significar con los hechos, enseñándonos a huir de la vanagloria y que no debemos contentarnos con prometer.
"Y me huelgo por vosotros de no
haber estado allí".
San Agustín ut supra.
El había sido anunciado como
enfermo, no como muerto. Pero ¿qué podía estar oculto a los ojos de Aquel que
lo había creado, y a cuyas manos había ido el alma del difunto? El les dice:
"Me huelgo por vosotros de no haber estado allí, para que creáis", a
fin de que empezaran a admirarse de que el Señor decía que había muerto sin
haberlo visto ni oído. Aquí debemos recordar que la fe de los discípulos aún se
estaba formando por medio de milagros. No comenzaba la fe en ellos, sino que se
desarrollaba. Las palabras "para que creáis" quieren decir: para que
creáis con más fuerza.
Teofilacto.
Algunos han entendido este pasaje de
este modo: Me alegro por vosotros, pues el que no haya yo estado allí hará que
vuestra fe sea mayor; porque si hubiese estado lo habría sanado en su
enfermedad (y hubiera sido una pequeña prueba de mi poder). Mas como ha
sobrevenido la muerte estando yo ausente, os afirmaréis más en la fe en mí
viendo que puedo resucitar a un muerto ya en putrefacción.
Crisóstomo ut supra.
Todos los discípulos temían a los
judíos, principalmente Tomás: "Tomás, pues, llamado Dídymo, dijo entonces
a los otros condiscípulos: vamos también nosotros y muramos con El". El
era el más débil de todos y el menos firme en la fe. Más tarde llegó a ser el
más fuerte y el más heroico, porque él solo recorrió todo el orbe, llevándolo
su celo en medio de pueblos que querían su muerte.
Beda.
O bien los discípulos reprendidos con las anteriores palabras del Señor no se atrevieron a replicar más. Pero Tomás, sobre todos, exhortó a sus compañeros a ir a morir con El, en lo cual se deja ver su gran constancia, pues hablaba como si fuera él capaz de hacer lo que a los otros exhortaba, olvidándose de su fragilidad como Pedro.
17-27 Vino, pues,
Jesús y halló que había ya cuatro días que estaba en el sepulcro. Y Betania
distaba de Jerusalén como unos quince estadios. Y muchos judíos habían venido a
Marta y a María para consolarlas de su hermano. Marta, pues, cuando oyó que
venía Jesús, le salió a recibir, mas María se quedó en casa. Y Marta dijo a
Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas
también sé ahora, que todo lo que pidieras a Dios te lo otorgará Dios".
Jesús le dijo: "Resucitará tu hermano": Marta le dice: "Bien sé
que resucitará en la resurrección en el último día". Jesús le dijo:
"Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque hubiere
muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees
esto?" Ella le dijo: "Sí, Señor, yo he creído que tú eres el Cristo,
el Hijo de Dios vivo que has venido a este mundo". (vv. 17-27)
Alcuino.
El Señor había diferido su llegada
hasta que pasaran cuatro días para que la resurrección de Lázaro fuese más
gloriosa: "Vino, pues, Jesús, y halló que había ya cuatro días que estaba
en el sepulcro".
Crisóstomo In Ioannem hom., 61.
El Señor había tardado dos días, y
dos días antes había llegado la noticia de la muerte de Lázaro. El llegó, pues,
al cuarto día.
San Agustín In Ioannem tract., 49.
Muchas cosas pueden decirse sobre
estos cuatro días, pues una misma cosa puede tener diversas significaciones. El
pecado original con que el hombre nace, es el primer día de muerte; cuando el
hombre infringe la ley natural, es el segundo día de muerte; la Ley de la
Escritura dada por Moisés y de origen divino, cuando es menospreciada, es el
tercer día de muerte. Viene, por fin, el Evangelio, y lo quebrantan los
hombres; he aquí el cuarto día de su muerte. Pero el Señor no desdeña venir a
resucitar a todos éstos.
Alcuino.
O bien, el primer pecado que existió fue la soberbia en el corazón, el segundo el consentimiento, el tercero el acto y el cuarto el hábito.
"Y Betania distaba de Jerusalén
como unos quince estadios".
Crisóstomo ut supra.
Que equivalían a dos millas. El
evangelista marca esta distancia para mostrar que era conveniente se hallasen
presentes muchos judíos de Jerusalén, y por eso añade: "Y muchos judíos
habían venido a Marta y a María para consolarlas", etc. Pero, ¿cómo estos
judíos venían a consolar a las que eran amadas de Cristo, después de haber
proclamado que si alguno confesase a Cristo fuera arrojado de la sinagoga? Esto
era a causa de los oficios debidos a la desgracia o por respeto a la nobleza de
estas mujeres, o porque los que allí se hallaban no eran malos, pues muchos de
ellos creían. Todo esto que dice el evangelista es para probar que Lázaro
estaba realmente muerto.
Beda.
Todavía el Señor no había entrado en
la aldea; Marta le salió al encuentro cuando aún estaba fuera de ella.
"Marta, pues, cuando oyó que venía Jesús, le salió a recibir", etc.
Crisóstomo.
No toma a su hermana para ir a
recibir a Cristo; quiere ella hablarle aparte y prevenirlo de lo que había
ocurrido. Pero cuando el Señor la hace recobrar esperanza, entonces fue y llamó
a María.
Teofilacto.
Al principio no lo descubre a su hermana, queriendo ocultar esto a los que estaban presentes, porque si adivinaba María que Cristo se acercaba, hubiera ido a su encuentro; los judíos que estaban presentes la habrían acompañado, y habrían sabido la venida de Jesús, lo cual Marta no quería.
"Y Marta dijo a Jesús: Señor,
si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto".
Crisóstomo.
Porque creía en Jesús, pero no de la
manera que convenía, pues todavía no conocía que era Dios, y por eso decía:
"Si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto".
Teofilacto.
Como dudando que El, estando
ausente, podía impedir si quisiera la muerte de su hermano.
Crisóstomo ut supra.
No conocía ella aún que podía hacer
esto por propia virtud y esto se deduce de las palabras siguientes: "Mas
también sé ahora, que todo lo que pidieres a Dios te lo otorgará Dios",
expresándose así como si hablara con un hombre virtuoso y extraordinario.
San Agustín In Ioannem tract., 49.
No le dice: Te ruego que resucites a
mi hermano, porque ¿cómo sabía ella que le era útil resucitarlo? Solamente
dice: Sé que si quieres, puedes hacerlo; ahora bien, que lo hagas, eso queda a
tu juicio, no al mío.
Crisóstomo ut supra.
El Señor la instruye en misterios
que ella ignoraba: "Jesús le dijo: resucitará tu hermano". No dijo:
pediré que resucite. Si hubiera dicho: no tengo necesidad de ayuda, todo lo
hago en virtud de mi propio poder, hubiera sido demasiado duro para una mujer,
mientras que decir "resucitará" era un término medio.
San Agustín ut supra.
La palabra resucitará fue ambigua,
porque no dijo ahora, y por eso Marta le dijo: "Bien sé que resucitará en
el último día". De aquella resurrección estoy cierta; de ésta no.
Crisóstomo In Ioannem hom., 61.
Esta mujer había oído hablar a
Cristo muchas cosas acerca de su resurrección. Pero el Señor manifiesta aún más
su autoridad con estas palabras: "Yo soy la resurrección y la vida",
enseñando que no tiene necesidad de la ayuda de nadie, pues si la tuviere,
¿cómo había de ser la resurrección? Si El mismo es la vida, no se circunscribe
a un lugar determinado. Existiendo en todas partes, puede sanar en todos los
lugares.
Alcuino.
Por eso "soy la
resurrección", porque soy la vida. El mismo, en cuya virtud resucitará
después con los demás, puede hacerlo resucitar ahora.
Crisóstomo ut supra.
Diciendo ella "todo lo que
pidieres", El dice: "El que cree en mí, aunque hubiera muerto,
vivirá", manifestando de este modo que El es el dispensador de los bienes
y a El debemos pedir. Por este medio eleva su inteligencia, porque no era sólo
la resurrección de Lázaro la que se pretendía, sino que todos los que estaban
presentes fueran testigos de la resurrección.
San Agustín ut supra.
Dice, pues: "El que cree en mí,
aunque hubiera muerto (en la carne), vivirá en el alma hasta que resucite la
carne para no morir después jamás". Porque la vida del alma es la fe.
"Y todo aquel que vive (en la carne) y cree en mí (aunque muera en el
tiempo por la muerte del cuerpo) no morirá jamás".
Alcuino.
Por la vida del espíritu y la
inmortalidad de la resurrección. Sabía el Señor, para quien nada hay oculto,
que ella creía esto, pero la excita a hacer una confesión por la cual se
salvara: "¿Crees esto?", le dice. "Sí, Señor, yo he creído que
tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo que has venido a este mundo".
Crisóstomo ut supra.
Me parece que esta mujer no entendió
las palabras de Cristo, pero creyó que significaban algo grande,
extraordinario. No conoció, sin embargo, lo que era. Por eso preguntada sobre
una cosa, responde por otra.
San Agustín ut supra.
O bien, creyendo que tú eres el Hijo de Dios, he creído que tú eres la vida, porque aquel que cree en ti, aun cuando muera vivirá.
28-32 Y dicho esto,
fue y llamó en secreto a María su hermana, y dijo: "El Maestro está aquí y
te llama". Ella, cuando lo oyó, se levantó luego y fue a El. Porque Jesús
aún no había llegado a la aldea; sino que se estaba en aquel lugar en donde
Marta había salido a recibirle. Los judíos, pues, que estaban en la casa con
ella, y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado apresurada, y
había salido, la siguieron, diciendo: "Al sepulcro va a llorar allí".
Y María, cuando llegó a donde Jesús estaba, luego que le vio, se postró a sus
pies y le dice: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera
muerto". (vv. 28-32)
Crisóstomo In Ioannem hom., 61.
Entre tanto, las palabras de Cristo
tuvieron la virtud de poner fin al dolor de Marta, porque su misma devoción
para con el Maestro no la dejaba sentir en su presencia lo que podía recordar
la causa de su dolor. "Y dicho esto", etc.
San Agustín In Ioannem tract., 49.
Debe notarse que el evangelista
llama silencio a la voz baja, porque ¿cómo es que calló cuando añadió, diciendo:
"El Maestro está aquí y te llama"?
Crisóstomo In Ioannem hom., 62.
Por eso llama a su hermana en
secreto; porque si los judíos hubieran sabido que Cristo venía, se habrían
retirado y no habrían sido testigos del milagro.
San Agustín ut supra.
Debe notarse también, que el
evangelista no dice dónde, cuándo y cómo el Señor llamara a María, a fin de
hacernos comprender por las palabras de Marta lo que El omitiera en fuerza de
la brevedad de la narración.
Teofilacto.
O juzgó ella la presencia de Cristo
como un llamamiento hecho a su hermana, como si dijera: no puedes excusarte de
ir a su encuentro estando El ahí.
Crisóstomo ut supra.
Estando todo el mundo allí, ella
llorando y llena de aflicción, no esperó a que el Maestro viniese hacia ella,
ni se ocupó de su dignidad propia, ni el llanto la detuvo; sino que,
levantándose, al punto le salió al encuentro. "Ella, cuando lo oyó, se
levantó luego y se fue a El".
San Agustín ut supra.
Donde se ve que Marta no se le habría anticipado si ella hubiera sabido la llegada de Jesús.
"Jesús aún no había llegado a
la aldea", etc.
Crisóstomo ut supra.
Marchaba sin prisa, para que no
pareciera que buscaba con afán la ocasión de hacer el milagro, sino para que
fuera pedido por ellos. Y esto es lo que el evangelista parece que quiere
insinuar; o bien porque ella caminaba de prisa para anticipársele. No vino
sola, sino trayendo consigo a todos los judíos, de donde se sigue: "Los
judíos, pues, que estaban en la casa con ella, la siguieron", etc.
San Agustín ut supra.
Al evangelista le tocó decirnos esto, a fin de enseñarnos por qué motivo había allí muchos judíos cuando Lázaro fue resucitado, y era para que hubiese muchos testigos de un milagro tan grande como fue la resurrección de un muerto de cuatro días.
Prosigue: "Y María, cuando
llegó a donde Jesús estaba, luego que le vio se postró a sus pies".
Crisóstomo ut supra.
Esta era más ferviente que su
hermana: ni se avergonzó de la muchedumbre, ni temió nada de lo que muchos de
ellos, que eran enemigos de Cristo, pudieran sospechar de El. Y menospreciando
los respetos humanos se entregó por completo a la gloria de su Maestro, que
allí estaba.
Teofilacto.
Aunque parece que se empequeñece con
estas palabras: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera
muerto".
Alcuino.
Mientras estuviste con nosotros,
ningún mal, ninguna enfermedad osó aparecer en vuestra presencia, porque
conocieron que teníamos por huésped y por habitante la vida misma.
San Agustín De verb. Dom. serm., 52.
¡Oh concierto desleal! ¡Tú estás aún
sobre la tierra y el amigo Lázaro muere! ¿Si muere el amigo, qué sucederá al
enemigo? Poco es que sólo las alturas no te obedezcan; he aquí que los
infiernos han arrebatado a tu amado.
Beda.
No dijo María tanto como Marta había dicho, porque como es habitual en los que lloran, no pudo ella decir todo lo que quería, todo lo que tenía en su alma.
33-41 Jesús cuando
la vio llorando y que también lloraban los judíos que habían venido con ella,
gimió en su ánimo y se turbó a sí mismo. Y dijo: "¿En dónde le
pusisteis?" Le dicen: "Ven y lo verás". Y lloró Jesús. Y dijeron
entonces los judíos: "Ved cómo le amaba". Y algunos de ellos dijeron:
"¿Pues éste abrió los ojos del que nació ciego, no pudiera hacer que éste
no muriese?" Mas Jesús, gimiendo otra vez en sí mismo, fue al sepulcro.
Era una gruta y habían puesto una losa sobre ella. Dijo Jesús: "Quitad la
losa". Marta, que era hermana del difunto, le dice: "Señor, ya hiede,
porque es muerto de cuatro días". Jesús le dijo: "¿No te he dicho que
si creyeres verás la gloria de Dios?" Quitaron, pues, la losa. (vv. 33-41)
Crisóstomo In Ioannem hom., 62.
Mientras que María habla, nada le
dice Cristo, y tampoco le dice lo que había hablado a su hermana, porque la
muchedumbre era numerosa y el momento no era adecuado para tales palabras, sino
que condesciende y se humilla, manifestando su humana naturaleza. En el momento
de hacer un milagro tan grande y ganar así muchos discípulos, manifiesta su
humanidad y atrae por medio de esta condescendencia a multitud de testigos:
"Jesús cuando la vio llorando gimió en su ánimo y se turbó a sí
mismo".
San Agustín In Ioannem tract., 49.
¿Quién podía turbarlo sino El mismo?
Cristo se turbó porque quiso; tuvo hambre porque quiso. En su poder estaba el
tener tal aflicción o no tenerla, porque el Verbo tomó un cuerpo y un alma,
uniéndose toda la naturaleza humana en la unidad de persona; y por esto, allí
en donde está el soberano poder, la debilidad no se turba sino al arbitrio de
la voluntad.
Teofilacto.
Para hacer patente su naturaleza humana, le ordena realizar lo que es de su condición, mandándoselo por virtud del Espíritu Santo. Y El mismo domina sus emociones. El Señor nos muestra su naturaleza sufriendo todas estas cosas, ya dándonos pruebas de que era hombre verdadero y no en la apariencia, ya enseñándonos que es preciso poner límites tanto a la tristeza como a la alegría, porque no padecer y no entristecerse es propio de los brutos, así como la superabundancia de estos sentimientos es propio de la mujer.
Y dijo: "¿En dónde le
pusisteis?".
San Agustín De verb. Dom. serm., 52.
No debemos suponer que esta pregunta
fuese hecha porque ignorara el lugar de la sepultura, sino porque quería probar
la fe del pueblo.
Crisóstomo ut supra.
El no quiere tomar la iniciativa en
nada, sino saberlo todo por boca de otro y hacerlo todo a ruegos de ellos, para
no dar lugar a la más mínima sospecha.
San Agustín Lip 83 quaest qu 65.
Que El pregunte me parece significar
así nuestra vocación, que se hace en secreto, porque la predestinación de
nuestra vocación está oculta, y la señal de este secreto es la pregunta del
Señor, como si ignorara cuando nosotros mismos lo ignoramos. O también quizá
porque el Señor en otro lugar dice que ignora a los pecadores. "No os
conocí" ( Mt 7,23), porque los pecados traspasan su disciplina y sus
preceptos. "Le dicen: Ven, Señor, y lo verás".
Crisóstomo ut supra.
Aun no había dado señal alguna de
que iba a resucitarlo. Así, más parecía que iba a llorar que a resucitar, y por
eso le dicen: "Ven y lo verás".
San Agustín ut supra.
El Señor ve, cuando se compadece, y por eso dice el profeta ( Sal 24,18): "Mira mi humildad y mi fatiga, y perdona todos mis pecados".
"Y lloró Jesús", etc.
Alcuino.
El que era fuente de piedad lloraba
como hombre al que iba a resucitar en virtud del poder de su divinidad.
San Agustín ut supra.
¿Por qué, pues, Cristo lloró, sino
porque enseñó a los hombres que debían llorar?
Beda.
Los hombres suelen llorar en la
muerte de los seres que les son queridos. Conforme a esta costumbre, los judíos
pensaban que el Señor lloraba; "Y dijeron entonces los judíos ¡ved cómo le
amaba!"
San Agustín ut supra.
¿Qué quiere decir "le
amaba"? No vine a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que
hagan penitencia ( Mt 9,13). "Y algunos de ellos dijeron: ¿Pues éste, que
abrió los ojos del que nació ciego, no podría hacer que éste no muriese?".
Más es lo que va a hacer: que un muerto resucite.
Crisóstomo ut supra.
Los que así hablaron eran de sus
enemigos. Lo que debía admirarlos sobre su poder -esto es, la vista dada a un
ciego de nacimiento-, les sirve para infamarlo, y hablan como si no hubiera
hecho tal milagro. Con esto ponen más de manifiesto su malicia, porque no
habiendo llegado todavía Cristo al sepulcro empiezan las acusaciones, sin haber
visto el fin de este suceso. "Mas Jesús, gimiendo otra vez en sí mismo,
fue al sepulcro". El evangelista repite con intención que el Señor lloró y
gimió, para manifestarnos que realmente se revistió de la naturaleza humana, y
porque refiere prodigios mayores que los que cuentan los otros evangelistas.
Por eso mismo, en orden a la naturaleza humana, dice cosas más humildes que los
demás.
San Agustín In Ioannem tract., 49.
Gime en ti mismo si quieres revivir,
se dice a todo hombre que está agobiado bajo el peso de una mala costumbre.
"Era una gruta, y habían puesto una losa sobre ella". Muerto bajo la
piedra, reo bajo la Ley, porque la Ley fue dada a los judíos escrita sobre
piedra. Todos los reos están bajo la Ley, porque la Ley no se ha hecho para el
justo ( 1Tim 1).
Beda.
Esta gruta estaba hecha en una roca. Se dice monumento ( monumentum) porque instruye a la mente ( mentem moneat) y le trae a la memoria los muertos 1.
"Dijo Jesús: Quitad la
losa".
Crisóstomo ut supra.
Pero ¿por qué no lo resucitó cuando
yacía bajo la losa? ¿Acaso el que con su voz hizo levantar a un muerto, no
podía levantar la losa? No lo hizo para hacerlos testigos del milagro y para
que no pudieran decir como dijeron del ciego: "No es éste". Las manos
que separaban la losa y los hombres que se acercaban al sepulcro serían testigos
de que él era.
San Agustín ut supra.
En sentido místico, las palabras:
"Quitad la losa" quieren decir: Quitad el peso de la Ley; predicad la
gracia.
San Agustín Lib. 83 quaest. qu. 61.
En cuyas palabras creo que están significados
aquellos que querían imponer la ley de la circuncisión a los que venían a la
Iglesia de en medio de los gentiles, o bien aquellos que viven en el seno de la
Iglesia de una manera corrompida, y son escándalo para los que quieren creer.
San Agustín De verb. Dom. serm., 52.
Incluso María y Marta, hermanas de
Lázaro, que habían visto a Cristo resucitar frecuentemente muertos, apenas
creían que podría resucitar a su hermano. "Marta, que era hermana del
difunto, le dice: Señor, ya hiede", etc.
Teofilacto.
Esto lo dice Marta desconfiando,
como creyendo imposible ver resucitado a su hermano, a causa de los días que
habían transcurrido desde su muerte.
Beda.
Estas palabras son de admiración y
no de desesperación.
Crisóstomo In Ioannem hom., 62.
Estas palabras son un argumento
poderoso para sellar los labios a los impíos a fin de que tengan por
testimonios de este milagro las manos levantando la piedra, los oídos
escuchando las palabras de Cristo, la vista que ve a Lázaro resucitar y el olfato
que siente el hedor.
Teofilacto.
Cristo recuerda a esta mujer todas
las cosas de que con ella había hablado, y lo hace como creyéndola olvidada de
sus palabras: "Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si creyeres verás la
gloria de Dios?".
Crisóstomo ut supra.
Porque esta mujer no se acordaba de
que Cristo le había dicho: "El que cree en mí, aunque hubiere muerto,
vivirá"; y a los discípulos también había dicho: "Para que sea
glorificado el Hijo de Dios por ella". Al hablar aquí de la gloria de Dios,
alude a la gloria del Padre. La flaqueza de aquellos que lo escuchaban era el
motivo de la diversidad en sus palabras. Entre tanto, el Señor no quería turbar
a los que se hallaban presentes y por eso dice: "Verás la gloria de
Dios".
San Agustín ut supra.
La gloria de Dios se manifiesta en resucitar a un cadáver de cuatro días y que hedía.
"Quitaron, pues, la losa".
Orígenes In Ioannem tom. 28.
La tardanza en quitar esta losa fue
motivada por la hermana del difunto. Porque si no hubiera dicho "Ya hiede,
porque es muerto de cuatro días", no se habría dicho: "Dijo Jesús:
Quitad la losa: quitaron, pues la losa" con lo cual se retrasó el quitar
la losa. Es más ventajoso no poner obstáculos entre los mandatos de Jesús y su
ejecución.
Notas
1. En griego, mnhmeion , tumba. La raíz de la palabra es el verbo mnhmoneuw , recordar.
41-46 Y Jesús,
alzando los ojos a lo alto, dijo: "Padre, te doy gracias porque me has
oído. Yo bien sabía que siempre me oyes: mas por el pueblo que está alrededor,
lo dije: para que crean que tú me has enviado". Y habiendo dicho esto,
gritó en alta voz: "Lázaro, ven fuera". Y en el mismo punto salió el
que había estado muerto, atados los pies y las manos con vendas, y cubierto el
rostro con un sudario. Jesús les dijo: "Desatadle y dejadle ir".
Muchos, pues, de los judíos, que habían venido a ver a María y a Marta, y
vieron lo que hizo Jesús, creyeron en El. Mas algunos de ellos se fueron a los
fariseos y les dijeron lo que había hecho Jesús. (vv. 41-46)
Alcuino.
Como Cristo en cuanto hombre era
menor que el Padre, le pide la resurrección de Lázaro, y por eso dice que ha
sido oído: "Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre", etc.
Orígenes In Ioannem tom.28.
Elevó, en verdad, los ojos a lo
alto, porque elevó su inteligencia, haciéndola subir por medio de la oración a
su excelso Padre. Por eso para orar siguiendo el ejemplo de Cristo es necesario
elevar a lo alto los ojos de su corazón, apartándolos de las cosas presentes
tanto en su memoria como en sus pensamientos e intenciones. Si se ha hecho,
pues, una promesa a los que oran como es debido, según aquellas palabras:
"Clamarás, y dirá: Aquí estoy" ( Is 58,9), ¿qué habremos de pensar
del Salvador? Iba a rogar por la resurrección de Lázaro, pero Aquel que sólo es
buen Padre por excelencia, escuchó su oración antes de haberla concluido. Para
terminar su oración, añade la acción de gracias diciendo: "Padre, te doy
las gracias, etc., para que crean que Tú me has enviado".
Crisóstomo In Ioannem hom., 63.
Esto es, que no hay nada contrario
entre tú y yo. No manifiesta que es menos que su Padre y que no tiene tanto
poder, porque esto se dice a los amigos y a los iguales en dignidad. Así, para
mostrar que no está necesitado de la oración 1, añade:
"Yo bien sabía que siempre me oyes". Como si dijera: para que se haga
mi voluntad no tengo necesidad de orar para persuadirte, porque una es nuestra
voluntad. Pero El lo dice con palabras encubiertas, a causa de la necedad de
los que lo escuchaban, porque Dios no mira tanto a su dignidad como a nuestra
salvación. Por eso en sus predicaciones habla pocas cosas grandes -y ésas,
ocultas-, mientras que abundan mucho las humildes.
San Hilario De Trin. lib. 10.
No tuvo necesidad de orar por sí,
sino que rogó por nosotros, para que no ignorásemos que era Hijo del Padre. Por
eso añade: "Mas por el pueblo que está alrededor lo dije, para que crean
que Tú me has enviado". Estas palabras que no eran para El de utilidad
alguna, eran de gran provecho para aumento de nuestra fe. El no tenía necesidad
de socorro, pero nosotros sí de enseñanza.
Crisóstomo ut supra.
No dijo, pues, para que crean que
soy menor -porque sin la oración yo nada puedo hacer-, sino: "Que Tú me
has enviado". No dijo: Tú me has enviado débil, reconociendo mi
servidumbre y sin poder hacer nada por mí mismo; sino: Me has enviado para que
no crean que soy contrario a Dios, para que no digan: no es de Dios, y para
manifestar que hago esta obra según tu voluntad.
San Agustín De verb. Dom. serm., 52.
Cristo vino al sepulcro en que
Lázaro dormía y al punto lo llamó del sepulcro, no como si estuviera vivo o
dispuesto a oírle: "Y habiendo dicho esto, gritó en alta voz: Lázaro, ven
fuera". Lo llama por su nombre para que los demás muertos no se vean
obligados a resucitar.
Crisóstomo ut supra.
No dijo: Resucita tú, sino, ven
fuera, como hablándole a un vivo, a aquel que hacía poco había muerto. Y por
eso no dijo: en el nombre del Padre, ven fuera; o: Padre resucítalo; sino que
uniendo todas estas cosas y después de haber orado, hace brillar su poder por
el acto mismo; porque ésta es la señal de su sabiduría: mostrar su poder por
medio de sus acciones y su condescendencia por medio de sus palabras.
Teofilacto.
La voz alta del Salvador que
resucitó a Lázaro es el signo de la gran trompeta que ha de sonar en la
resurrección universal ( 1Cor 15,52). Elevó más la voz para refrenar la lengua
de los gentiles, que imaginaban que las almas de los difuntos se encontraban en
los sepulcros. Por eso lo llama fuera con un grito, como si estuviera algo
distante. Y así como la resurrección universal se hará en un abrir y cerrar de
ojos, así también se hizo esta resurrección singular. Por eso añade el
evangelista: "Y en el mismo punto salió el que había estado muerto",
etc. Lo cual no es más que una preparación para que se verifique lo que dice
San Juan ( Jn 5,25): "Viene la hora, cuando los muertos oirán la voz del
Hijo de Dios, y los que la oyeren vivirán".
Orígenes In Ioannem tom. 28.
No se dice que un grito lo
despertara, y así se cumplió lo que acababa de decir ( Jn 2): "Voy a
despertarlo del sueño". Mas el Padre, que escuchó la oración de su Hijo,
resucitó a Lázaro y de este modo la resurrección de Lázaro es la obra común del
Hijo y del Padre que lo escuchó. Porque así como el Padre resucita a los
muertos y los vivifica, así también el Hijo da la vida a aquellos que quiere.
Crisóstomo ut supra.
Lázaro salió atado (ligado) para que
no se creyera que era un fantasma. En el hecho de salir ligado hace
resplandecer una maravilla tan grande como la de su resurrección. "Jesús
les dijo: Desatadle", a fin de que los que lo tocasen y se acercasen a él,
se persuadieran de que era él y no otro. "Y dejadle ir". Esto lo hace
por humildad, pues no lo conduce ni lo lleva consigo como prueba del milagro.
Orígenes ut supra.
El Señor había dicho más arriba ( Jn
11,42): "Mas por el pueblo que está alrededor lo dije, para que crean que
tú me has enviado". Si ninguno de los que estaban presentes hubiera
creído, entonces habría dicho esto como hombre que no conoce el porvenir. Para
evitar esto añade el evangelista: "Muchos, pues, de los judíos creyeron en
El; mas algunos de ellos se fueron a los fariseos y les dijeron lo que había
hecho Jesús". Estas palabras son ambiguas, y no dicen claramente si los
que fueron a los fariseos eran parte de aquella multitud que había creído en El
y que fueron a proponer a los enemigos de Cristo que se reconciliaran con El, o
bien eran de los que no creían, y que fueron para excitar contra Cristo la
tenaz envidia de los fariseos. Yo creo que el evangelista quiso decir esto
último, porque llama multitud a aquellos que habían creído en fuerza de los
hechos de que habían sido testigos, como si fuesen pocos todos los demás, de
los cuales añade: "Mas algunos de ellos", etc.
San Agustín Lib. 83 quaest. qu. 65.
Aunque nosotros creamos con fe
sincera que la resurrección de Lázaro sea real en el sentido histórico, sin
embargo yo no dudo que aquí se encierre una verdad en el sentido alegórico,
pues cuando a los hechos se da un sentido alegórico, no por eso dejan de ser
verdaderos.
San Agustín In Ioannem tract., 49.
Todo el que peca, muere; pero Dios,
por su misericordia infinita, resucita las almas a fin de que no mueran por
toda la eternidad. Así, pues, nosotros creemos que en los tres muertos que el
Salvador resucitó en sus cuerpos, se nos da a entender algo relativo a la
resurrección de las almas.
San Gregorio Moralium 4, 29
Porque resucita a la niña en la
casa, al joven fuera de la puerta, y a Lázaro en el sepulcro. En efecto, yace
muerto en la casa el que está en pecado, y es conducido como fuera de la puerta
el que comete el pecado en público sin pudor alguno.
San Agustín ut supra
O bien, la muerte está dentro cuando
el pensamiento del mal no se ha convertido en acto exterior por la obra; pero
si pusiste por obra el mal pensamiento, llevaste la muerte fuera de la puerta.
San Gregorio ut supra
El que a la perpetración del crimen
añade la costumbre del pecado está oprimido bajo el peso de la sepultura, pero
la gracia divina ilumina con frecuencia a estos pecadores con los resplandores
de su luz.
San Agustín Lib. 83 quaest. qu. 65
O bien, en Lázaro que yace en el
sepulcro, vemos al alma agobiada bajo el peso de sus pecados.
San Agustín In Ioannem tract., 49.
Y sin embargo, el Señor amaba a
Lázaro, porque si no amara a los pecadores, no hubiera bajado del cielo a la
tierra. La expresión "ya hiede" cuadra perfectamente a aquel que
tiene hábito de pecar, porque empieza a exhalar una reputación detestable y un
hedor insufrible. Con razón dijo: "Es muerto de cuatro días", porque
el último de los elementos es la tierra. Esta expresión significa el abismo de
los pecados terrenales, esto es, de los apetitos carnales.
San Agustín Lib. 83 quaest. qu. 65.
El Señor gimió en sí mismo, lloró,
gritó en alta voz, porque con dificultad se levanta aquel a quien oprime el
peso de la costumbre. Cristo se turba a sí mismo para que aprendas cómo debes
turbarte cuando te veas agobiado bajo el peso de tantos pecados. Porque la fe
del hombre que se disgusta a sí mismo debe gemir en la acusación de sus malas acciones,
para que la costumbre de pecar ceda a la violencia del arrepentimiento. Cuando
dice: yo hice aquello y Dios me lo ha perdonado, oí el Evangelio y lo
menosprecié, ¿qué hago? Entonces gime Cristo, porque gime la fe. En la voz del
que gime está la esperanza de la resurrección.
San Gregorio Moralium 13.
Se dice a Lázaro: "Ven
fuera", para excitarlo a pasar de su pecado oculto a la confesión de su
pecado por su propia boca, de manera que el que yace envuelto en su conciencia
por el pecado, salga de él por medio de la confesión.
San Agustín Lib. 83 quaest. qu. 65.
Lázaro, saliendo del sepulcro,
representa al alma separándose de sus apetitos carnales. El salir atados los
pies y las manos con vendas, nos enseña que aun los que abandonan las cosas carnales
y sirven de corazón la ley de Dios, mientras están revestidos de este cuerpo no
están libres de las tentaciones de la carne. Y el estar su rostro cubierto con
un sudario nos enseña que en esta vida no podemos tener plena inteligencia.
"Desatadle y dejadle ir". Estas palabras nos anuncian que después de
esta vida desaparecerán todos los velos para que podamos ver cara a cara.
San Agustín In Ioannem tract., 49.
O bien, de otra manera: cuando
desprecias, yaces muerto; cuando confiesas, sales adelante. ¿Qué otra cosa es
salir adelante, sino manifestarse saliendo de lugar oculto? Pero Dios hace que
te confieses gritando en voz alta, esto es, llamándote por una gracia singular.
El muerto que se adelanta está aún atado de pies y manos; es reo aún. Por eso,
para que se desataran los pecados dijo a los ministros: "Desatadle y
dejadle ir", es decir, lo que desatareis en la tierra será desatado en el
cielo.
Alcuino.
Cristo resucita porque El es quien
por sí mismo vivifica interiormente; los discípulos desatan porque por medio
del ministerio de los sacerdotes, son absueltos los que son vivificados.
Beda.
Los que van a anunciar a los
fariseos son aquellos que viendo las buenas obras de los siervos de Dios, los
persiguen con su odio y se esfuerzan en infamarlos.
Notas
1. No debe entenderse que la oración fuese accesoria a Jesús: "El Hijo de Dios hecho Hijo de la Virgen aprendió a orar conforme a su corazón de hombre. Y lo hizo de su madre que conservaba todas las 'maravillas' del Todopoderoso y las meditaba en su corazón (cf. Lc 1,49; 2,19; 2,51). Lo aprende en las palabras y en los ritmos de la oración de su pueblo, en la sinagoga de Nazaret y en el Templo. Pero su oración brota de una fuente secreta distinta, como lo deja presentir a la edad de los doce años: 'Yo debo estar en las cosas de mi Padre' ( Lc 2,49). Aquí comienza a revelarse la novedad de la oración en la plenitud de los tiempos: la oración filial, que el Padre esperaba de sus hijos va a ser vivida por fin por el propio Hijo único en su Humanidad, con los hombres y en favor de ellos" ( Catecismo de la Iglesia Católica, 2599).