NATIVIDAD DE JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR
25
de diciembre
San Jerónimo
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1,14). El Verbo se hizo carne, pero ignoró el modo en que esto sucedió. Dios me otorgó el conocimiento, pero no la sabiduría. Sé que el Verbo se hizo carne, pero desconozco el modo en que ello tuvo lugar. ¿Te extrañas de que no lo sepa? Todas las criaturas lo ignoran, pues fue en nuestros tiempos cuando ese misterio, que había permanecido oculto a lo largo de todos los siglos, nos fue revelado (Col 1,26). Y tal vez alguien pregunte: “Y si ha sido revelado, ¿Cómo es que dices que lo ignoras?”. Lo que se nos reveló fue el hecho, pero aún sigue siendo u misterio el modo en que sucedió. En una palabra, dice Isaías (53,8): “¿Quién narrará el nacimiento de Aquel?”. Pero ¿cómo es que Él mismo había afirmado en otro pasaje anterior (Is 7,14): “He aquí que una Virgen concebirá en su seno y dará a luz un Hijo”? Refiere el hecho, pues al preguntar quién narrará el nacimiento de Aquel nos pone de manifiesto ciertamente que nació, pero ignoramos cómo Santa María, bienaventurada María, madre y Virgen, Virgen antes y después del parto. Yo me admiro de que un ser virginal pudiera nacer de una virgen, y de que una madre, después de dar a luz, pudiera seguir siendo virgen. ¿Quieres saber cómo Aquel nació de la Virgen y, después de darle a luz, esa madre continuara siendo Virgen? Las puertas estaban cerradas, pero Jesús pudo entrar a través de ellas. No hay duda alguna de que las puertas estaban cerradas. Quien entró por aquellas puertas cerradas no era un fantasma ni un espíritu, sino realmente un cuerpo humano. Y ¿qué es lo que dicen? “Contemplad y ved que ningún espíritu tiene carne ni huesos, como veis que tengo yo” (Lc 26,39). Tenía carne y huesos, y las puertas estaban cerradas ¿Cómo pudieron entras aquella carne y aquellos huesos por esas puertas cerradas? Las puertas estaban cerradas y a través de ellas entra Aquel al que no vimos entrar. ¿Por dónde entró? Todo está cerrado y no hay resquicio alguno por el que poder entrar; sin embargo, dentro está él que, sin que se sepa cómo, entró. Ignoras cómo sucedió y lo atribuyes entonces al poder de Dios. Atribúyele también al poder de Dios el que Éste naciera de una virgen y el que esta virgen siguiera siendo virgen después del parto.