NOVENA A LA INMACULADA. DIA SEXTO. San
Enrique de Ossó
Después del Rezo del
Santo Rosario, se comienza tres avemarías en honor a la Inmaculada Concepción.
Después de la meditación se termina con la consagración Bendita sea tu pureza y
un canto.
MEDITACIÓN DÍA 6º
Composición de lugar. Represéntate aquel grande portento de
que nos habla san Juan, esto es, a una mujer vestida del sol, calzada de la
luna y coronada su cabeza con corona de doce estrellas.
Petición. Dame, Dios mío, gracia eficaz para
admirar, amar e imitar como debo a María en su Inmaculada Concepción.
Punto primero. María a sus hijos. –El evangelista san Juan, hijo mío, al
revelaros las grandezas del nuevo portento de mi Inmaculada Concepción, no solo
me presentó vestida del sol, sino calzada de la luna, o con la luna debajo de
mis pies. La luna en este lugar significa a la Iglesia, y el estar la luna
debajo de mis pies, quiere decir que yo soy la Reina de la Iglesia, la Madre,
la fortaleza y salud de la Iglesia. Sí, hijo mío, yo soy la Reina de la
Iglesia, porque fui elegida por Dios la primogénita entre todos los santos. El
primer escogido fue Jesús Hombre-Dios, el segundo fui yo, María, Madre de Dios.
Jesús, mi Hijo, es la causa eficaz de la elección de todos los hombres, y yo,
su Madre, soy la mediadora entre los hombres y Dios, la corredentora del mundo,
el modelo y forma de todos los elegidos. Ninguna salud se obró en el mundo sin
Jesucristo; ninguna se obró sin mí, Madre de Jesucristo. Por eso soy la
primogénita antes que todas las criaturas. Yo soy Reina de todos los escogidos,
de todos los santos, de toda la Iglesia. Porque soy la Madre de Jesucristo,
porque lo soy del que es Rey de la Iglesia, que la ha conquistado derramando su
sangre, sangre que yo le ofrecí al vestirse de la humana naturaleza. Mi hijo
Jesús es Rey de la gloria, es Rey de la misericordia, de la Iglesia, y yo su
Madre, lo soy también. Mas no solo soy Reina de la Iglesia, sino su Madre.
Madre de los justos, porque lo soy de Jesús, primer justo, sol de justicia y
autor de toda santidad. Estos son mis hijos muy amados, todos los justos, en
quienes tengo mis complacencias, a quienes amo como a la niña de mis ojos; los
justos son los que forman las delicias de mi corazón maternal. Soy también
Madre compasiva de los pobrecitos pecadores, sobre todo de los que se quieren
enmendar y salir de su mala vida. Soy Madre de los herejes y de los infieles,
porque, como nueva Eva, soy Madre por la gracia de todos los hombres; así como
Jesús, nuevo Adán, es el Padre de todos. La Iglesia, hijo mío, comenzó a
propagarse por mí, se extendió por mí y venció todos los errores y herejías por
mí; y así sucederá hasta el fin de los siglos. Ora, pues, hijo mío, para que
todos participen de mi amor maternal y se salven eternamente.
Punto segundo. Los hijos de María a su
Madre. –¡Cuántas
gracias se descubren, Madre querida, ya en vuestra purísima Concepción! Como
venís al mundo para ser la salud del mundo con Jesús vuestro Hijo, por eso
aparecéis ya en el primer instante con todas las gracias que corresponden a
vuestra altísima dignidad. El Hijo eterno de Dios, que había de ser vuestro hijo
en el tiempo, os preparó con todos los dones que convenían al desempeño de
vuestra dignidad inefable. ¡Cuánto me gozo, Madre querida, de estar con toda la
Iglesia bajo vuestro maternal imperio! ¿Qué puedo temer? Elegida antes que
todas las criaturas, y la más perfecta entre todos los santos, yo os ruego me
hagáis el más fiel de vuestros súbditos y que nunca os haga traición por el
pecado. ¡Oh Madre Inmaculada! Yo me postro a vuestros pies e imploro vuestra
clemencia para mi alma pecadora y para todos los pecadores. Convertidnos y
purificad la santa Madre Iglesia de las manchas de sus hijos pecadores.
¡Cuántos millones hay de herejes, cismáticos e infieles, Madre de misericordia,
que no conocen a Jesús ni a vos! Enviadles un rayo de luz del cielo que los convierta
y vivan, y haya un solo redil y un solo pastor bajo el vicario de vuestro hijo
Jesús el romano pontífice. Dad la paz, la libertad y exaltación a la santa
Iglesia, ya que vos sois su Reina, y humillad a los enemigos de nuestra santa
fe. Yo ya sé y confieso que las puertas del infierno no prevalecerán contra
ella, según la palabra infalible de vuestro Hijo Jesucristo, porque los cielos
y la tierra pasarán, mas sus palabras no faltarán. Mas también sé que muchos se
pierden con los escándalos y perniciosos ejemplos, y que vuestra Iglesia sufre
persecución en sus miembros, y más que todo en su cabeza visible el romano
pontífice. Haced, pues, que destruidas todas las adversidades y errores, seamos
consumados en la unidad, y Cristo venza, Cristo reine, Cristo impere por medio
de su Iglesia en todo el mundo, por el reinado de su conocimiento y amor en
todas las almas. Amén.
Jaculatoria. Alcanzadme ¡oh María! la
perseverancia y el aumento en el amor de Dios y de vos.
Obsequio. Ayunaré las vigilias de las grandes festividades de
la Virgen, y mortificaré, por María, mi vista en el día de hoy.