Comentario al Evangelio
San Jerónimo
I domingo de Adviento
Esta lectura
evangélica exige una amplia explicación. Antes de acercarnos a los sacramentos,
debemos remover todo obstáculo, de modo que no quede ninguno en el alma de
quienes van a recibirlos.
Los que van a
recibir el bautismo deben creer en el Padre, en el Hijo, y en el Espíritu
Santo. Y del Hijo, sin embargo, se nos dice ahora: Cuanto a ese día o a esa
hora, nadie la conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el
Padre. Si igualmente somos bautizados en el Padre, en el Hijo, y en el Espíritu
Santo, debemos creer en el único nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, que es Dios. Y siendo un solo
Dios, ¿cómo hay
diversos grados de conocimiento en una misma divinidad? ¿Qué es más, ser Dios o
conocerlo todo? Si el Hijo es Dios, ¿cómo es que ignora algo? Del Señor y
Salvador se dice: «Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él no se hizo nada
de cuanto ha sido hecho.» Si todas las cosas fueron hechas por Él, también,
consiguientemente, fue hecho por Él el día del juicio, que ha de venir. ¿Puede,
acaso, ignorar lo que hizo? ¿Puede el artífice desconocer su obra? En los
escritos del apóstol leemos de Cristo: «En quien se [hallan] escondidos todos
los tesoros de la sabiduría y de la ciencia.» Fijaos en lo que dice: «todos los
tesoros de la sabiduría y de la ciencia». No es que se [hallen] unos sí y otros
no, sino que se hallan todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia,
aunque escondidos. Por tanto, lo que se halla en Él, no le falta, aun aquello
que está escondido para nosotros. Ahora bien, si en Cristo los tesoros de la
sabiduría y de la ciencia están escondidos, debemos investigar por qué están
escondidos. Si nosotros, los hombres, conociéramos el día del juicio, por
ejemplo, que este día llegará dentro de dos mil años, y supiéramos con toda
seguridad que ha de ser así, seríamos desde entonces más negligentes, pues
diríamos: ¿en qué me afecta a mí el día del juicio, si ha de llegar dentro de
dos mil años?
Por tanto, esto que dice el Evangelio de que el Hijo desconoce el día del juicio, lo dice en provecho nuestro, para que así nosotros no sepamos cuándo llegará ese día.