NOVENA A LA INMACULADA. DIA NOVENO.
San Enrique de Ossó
Después del Rezo del
Santo Rosario, se comienza tres avemarías en honor a la Inmaculada Concepción.
Después de la meditación se termina con la consagración Bendita sea tu pureza y
un canto.
MEDITACIÓN DÍA 9º
Composición de lugar. Represéntate aquel grande portento de
que nos habla san Juan, esto es, a una mujer vestida del sol, calzada de la
luna y coronada su cabeza con corona de doce estrellas.
Petición. Dame, Dios mío, gracia eficaz para
admirar, amar e imitar como debo a María en su Inmaculada Concepción.
Punto primero. María a sus hijos. –No es contrario, hijo mío, sino muy
conforme a la mente del inspirado evangelista san Juan el entender o significar
por las doce estrellas con que aparecí coronada, las doce tribus de Israel o la
plenitud de la santa Iglesia de Jesucristo; porque así como los apóstoles
fueron mi primer honor y corona, y los primeros defensores y propagadores de mi
honor, así toda la Iglesia es como el mejor trofeo de mis conquistas, y toda la
Iglesia se esmera en defender mi honor, en propagar mi culto en todo el mundo.
Yo, hijo mío, con mi sacrificio, más costoso que el de Abraham, compré el
derecho de Madre de todos los redimidos. Yo os compré con la sangre de mi Hijo,
y con los dolores del Calvario os di a luz para hacerme con todos los fieles
una corona de hijitos, más numerosos que las estrellas del cielo y las arenas
del mar. La Iglesia, hijo mío, nació en mi seno con Jesús fundador y cabeza de
ella: tomó nueva vida en el Calvario con mis dolores, y se engrandeció y se
mantiene bajo el calor y sombra de mis alas maternales. Mi habitación fue
siempre desde el primer instante de mi Concepción Inmaculada, en la plenitud de
los santos (Eccl. XXIV), y yo sostengo a los santos en su plenitud, esto es, les
doy virtud para que no caigan, los méritos para que no perezcan, la fortaleza
para que perseveren; reprimo a los demonios para que no les dañen, y desarmo a
mi divino Hijo para que no los castigue. Con el calor que me presta mi amor
maternal coopero, hijo mío, a que nazcan en la Iglesia los fieles y sean
miembros vivos de Jesucristo mi hijo. Por eso la Iglesia siempre ha defendido
mi honor desde los apóstoles al Concilio de Éfeso, desde el Concilio de Éfeso
hasta el inmortal Pio IX, que definió el dogma de mi Concepción Inmaculada.
Toda la Iglesia y todo el mundo, hijo mío, están llenos de mis glorias y me
llaman su Madre, su señora, su Reina, su Inmaculada. El que me honra, tendrá la
vida eterna (Eccl. XXIV); no lo olvides, hijo mío, y esfuérzate con todo ahínco
para ser mi corona por toda la eternidad, por la fiel correspondencia a la
gracia que yo te alcanzo. Óyeme.
Punto segundo. Los hijos de María a su
Madre. –¡Cuán hermosa
aparecéis a mi alma ¡oh María! al contemplaros coronada con la esplendente corona
de los doce apóstoles y con la corona con que os coronan todos los justos que
ha habido y habrá en la Iglesia de Dios vuestro Hijo! ¡Cuán bella y agraciada
sois ¡oh María Inmaculada! al admiraros calzada de la luna, como Reina, señora,
protectora y ornamento de toda la Iglesia católica! ¡Cuán exaltada sobre todos
los ángeles y los hombres, aparecéis a mis ojos ¡oh María! al contemplaros ya
en el primer instante de vuestra Concepción Inmaculada, vestida del Sol de
justicia, envuelta y abismada en medio de sus infinitos resplandores de gloria,
de lumbre, de gracia y de caridad! Bien se vislumbran en este portento, Madre
querida, los designios amorosos de toda la Trinidad Beatísima. El poder del
Padre al aparecer vos como un grande portento o prodigio que solo pudo obrar su
omnipotencia. La sabiduría del Hijo con la lumbre de la fe, de la sabiduría y
de la gracia; y el amor del Espíritu Santo en ese fuego, luz y calor inmensos
que os presta el Sol divino al vestiros con sus galas. Enemistades perpetuas,
cabales y eternas debía haber necesariamente entre la serpiente infernal y vos
desde el primer instante. Porque ¿qué tiene que ver la luz con las tinieblas?
¿Qué amistad podía haber entre el asqueroso negrillo, reptil ponzoñoso e
inmundo que se arrastra por el cieno y por el suelo y que solo vive en la
región del desamor y de las tinieblas, con vos, que andáis sobre las alas de
los purísimos serafines, pues sois su Reina y estáis siempre vestida del sol y
aparecéis como brillante aurora para ahuyentar las tinieblas del mundo? Si
venís a derrocar su imperio y a lanzar al infierno a Satanás con toda su
caterva de espíritus inmundos, y vuestro inmaculado pie los pisara y aplastara
su cabeza y su poderío, ¿qué os pueden hacer? Si Dios está siempre con vos,
¿qué podrá todo el infierno contra vos? nada, sino salir descalabrado siempre.
Loor, pues y bendición, y claridad, y alabanza sempiterna sea a tu Concepción
Inmaculada ¡oh María! Triunfaste perpetuamente, perfectamente, completamente
del poder de Luzbel, y en vano, retorciéndose en su derrota, tratará de armar
asechanzas a tu calcañar, pues solo le servirá para su mayor vergüenza y
exterminio. Gloria, pues ¡oh María! a tu Concepción Inmaculada. Permíteme que
venga a celebrarla en el cielo un día. Amén.
Jaculatoria. ¡Oh María Inmaculada! Ya que soy todo
vuestro, guardadme y defendedme como cosa y propiedad vuestra.
Obsequio. Rezaré doce Avemarías, con la
Coronilla de las doce estrellas.