NOVENA A LA INMACULADA. DIA CUARTO. San Enrique de Ossó
Después del Rezo del
Santo Rosario, se comienza tres avemarías en honor a la Inmaculada Concepción.
Después de la meditación se termina con la consagración Bendita sea tu pureza y
un canto.
MEDITACIÓN DÍA 4º
Composición de lugar. Represéntate aquel grande portento de
que nos habla san Juan, esto es, a una mujer vestida del sol, calzada de la
luna y coronada su cabeza con corona de doce estrellas.
Petición. Dame, Dios mío, gracia eficaz para
admirar, amar e imitar como debo a María en su Inmaculada Concepción.
Punto primero. María a sus hijos. –Yo soy la Inmaculada Concepción, hijo
mío, porque soy la Madre digna de Dios, la hija predilecta de Dios, la esposa
más amada de Dios. Me amó el Señor con amor paternal más que a todos los
ángeles y santos; por eso me preservó con su poder de todo pecado. Me amó el
Señor con amor filial más que a todas las criaturas que son sus siervas; por
eso me adornó de todas las gracias. Me amó el Señor más que a todas sus
esposas; por eso me distinguió entre todas ellas con sus dones, carismas y
privilegios. Si tú, hijo mío, no puedes sufrir una imperfección en tu madre y
hasta, si te hallas elevado en dignidad y ella es pobre, parece que te avergüenzas
de reconocerla delante de los otros por tu madre; ¿cuánto más había de sentir
en mí, su Madre, la más leve mancha de pecado el Hijo de Dios, que me amaba con
infinito amor y más que a todas las otras criaturas? Por eso me revistió de
tanta gracia, belleza, justicia y santidad, desde el primer instante que
aparecí en el mundo, como vestida del sol de justicia, toda pura, toda hermosa,
toda santa. Además, hijo mío, Dios, que no es deudor a ninguna criatura y todas
le deben a Él todo lo que tienen, quiso ser deudor mío. Porque yo le di a Dios
la vida mortal, el cuerpo mortal, los cuidados, los alimentos y solicitudes
maternales en su infancia, los afectos de su Corazón. Si Dios, pues, tan
generoso y reconocido se muestra con sus siervos, que por un vaso de agua fría
dado en su nombre al pobre, promete el cielo, ¿cómo no había de recompensarme
de un modo digno de su infinita majestad tantos desvelos y tantos favores que
le dispensé a Él mismo en los treinta y tres años de su vida mortal? Por esta
razón, Dios nuestro Señor, que no quiere dejarse vencer en generosidad, empezó
ya a satisfacer esta deuda de gratitud y nobleza por adelantado, ordenando
desde la eternidad que fuese concebida sin pecado, Inmaculada, preservándome,
en atención a los méritos de Cristo Jesús mi Hijo, de todo pecado, y haciendo
que apareciese en el mundo más esplendente que el mismo sol, toda hermosa, toda
pura, toda llena de gracia. Quiso el Señor que fuese la obra maestra de su
poder, de su sabiduría y de su amor. El trofeo y el blasón de su omnipotencia.
¡Oh hijo mío! Puede el Señor criar unos cielos más esplendentes, unos ángeles
más bellos, unos mundos más preclaros que los que existen; mas ¡ay! no puede,
ni quiere, ni sabe criar una Madre más pura, más bella y más santa que yo. Por
eso soy la Inmaculada Concepción. Admira en silencio tanta grandeza y da
conmigo por ella gracias infinitas a Dios.
Punto segundo. Los hijos de María a su
Madre. –¡Oh Inmaculada
María, Madre de Dios y Madre mía! Verdaderamente que mejor es, y más digno
celebrar y ponderar en silencio vuestras grandezas, que desdorarlas con mis
palabras, con mis encomios y alabanzas. El silencio y la admiración es el himno
más digno de vuestra excelencia. Por esto solo puedo repetir ante el solio de
la Beatísima Trinidad: gracias, infinitas gracias, Señor, bendición y alabanza,
gloria y salud porque tanto habéis honrado a María ya desde el primer instante
de su Inmaculada Concepción. Por esto solo puedo y sé repetir a vuestros pies,
al admiraros como un nuevo prodigio vestida del sol, calzada de la luna y
coronada vuestra cabeza con corona de doce estrellas: Toda hermosa sois, María,
y mancha original no hay en vos; sí, toda hermosa sois ¡oh María! toda pura,
toda santa, toda llena de gracia, superior a todos los ángeles y los hombres, y
solo Dios superior a vos. Y si no fuera la fe, Madre querida, yo os adorara
como una diosa, porque aún cuando vos no sois divina, no sois Dios, no obstante
todo en vos es sobrenatural, es divino, menos vos misma. Vuestros privilegios y
relaciones con la Trinidad Beatísima, son divinas, y no podemos examinarlas ni
siquiera mirarlas sin perdernos y vernos envueltos en los resplandores de la
divinidad. Vuestra fecundidad es divina, vuestro hijo Jesús, carne de vuestra
carne y hueso de vuestros huesos, es divino… Lo que posee Jesús por naturaleza,
vos lo poseéis por gracia; lo que Él puede con su imperio, vos lo podéis con
vuestra oración. Jesús es mi Padre, y vos, ¡oh María! sois mi Madre. Jesús
autor es de la gracia, y vos sois la Madre de la gracia. Jesús, el dueño de
todos los tesoros de la gracia y de la gloria, vos sois la dispensadora única y
universal. Jesús es el camino del cielo, vos sois la puerta. Jesús es Hijo
Unigénito del eterno Padre; Jesús es hijo unigénito de vos, que sois su Madre…
Mas, nunca acabaría de ponderar vuestras excelencias y gracias, Madre querida;
por eso prefiero contemplarlas en silencio con el más profundo respeto,
gratitud y amor hacia Dios y hacia vos, suplicándoos me concedáis la gracia de
celebrarlas un día en los esplendores de la eterna gloria. Amén.
Jaculatoria. Tu Concepción Inmaculada, ¡oh María!
anunció el gozo al universo mundo. Bendita seas.
Obsequio. Rezaré todos los días el santo rosario, diciendo con
especial fervor: Llena de gracia, bendita entre todas las mujeres.