lunes, 2 de diciembre de 2019

NOVENA A LA INMACULADA. DIA CUARTO. San Enrique de Ossó




NOVENA A LA INMACULADA. DIA  CUARTO. San Enrique de Ossó
Después del Rezo del Santo Rosario, se comienza tres avemarías en honor a la Inmaculada Concepción. Después de la meditación se termina con la consagración Bendita sea tu pureza y un canto.
MEDITACIÓN DÍA 4º
Composición de lugar. Represéntate aquel grande portento de que nos habla san Juan, esto es, a una mujer vestida del sol, calzada de la luna y coronada su cabeza con corona de doce estrellas.
Petición. Dame, Dios mío, gracia eficaz para admirar, amar e imitar como debo a María en su Inmaculada Concepción.
Punto primero. María a sus hijos. –Yo soy la Inmaculada Concepción, hijo mío, porque soy la Madre digna de Dios, la hija predilecta de Dios, la esposa más amada de Dios. Me amó el Señor con amor paternal más que a todos los ángeles y santos; por eso me preservó con su poder de todo pecado. Me amó el Señor con amor filial más que a todas las criaturas que son sus siervas; por eso me adornó de todas las gracias. Me amó el Señor más que a todas sus esposas; por eso me distinguió entre todas ellas con sus dones, carismas y privilegios. Si tú, hijo mío, no puedes sufrir una imperfección en tu madre y hasta, si te hallas elevado en dignidad y ella es pobre, parece que te avergüenzas de reconocerla delante de los otros por tu madre; ¿cuánto más había de sentir en mí, su Madre, la más leve mancha de pecado el Hijo de Dios, que me amaba con infinito amor y más que a todas las otras criaturas? Por eso me revistió de tanta gracia, belleza, justicia y santidad, desde el primer instante que aparecí en el mundo, como vestida del sol de justicia, toda pura, toda hermosa, toda santa. Además, hijo mío, Dios, que no es deudor a ninguna criatura y todas le deben a Él todo lo que tienen, quiso ser deudor mío. Porque yo le di a Dios la vida mortal, el cuerpo mortal, los cuidados, los alimentos y solicitudes maternales en su infancia, los afectos de su Corazón. Si Dios, pues, tan generoso y reconocido se muestra con sus siervos, que por un vaso de agua fría dado en su nombre al pobre, promete el cielo, ¿cómo no había de recompensarme de un modo digno de su infinita majestad tantos desvelos y tantos favores que le dispensé a Él mismo en los treinta y tres años de su vida mortal? Por esta razón, Dios nuestro Señor, que no quiere dejarse vencer en generosidad, empezó ya a satisfacer esta deuda de gratitud y nobleza por adelantado, ordenando desde la eternidad que fuese concebida sin pecado, Inmaculada, preservándome, en atención a los méritos de Cristo Jesús mi Hijo, de todo pecado, y haciendo que apareciese en el mundo más esplendente que el mismo sol, toda hermosa, toda pura, toda llena de gracia. Quiso el Señor que fuese la obra maestra de su poder, de su sabiduría y de su amor. El trofeo y el blasón de su omnipotencia. ¡Oh hijo mío! Puede el Señor criar unos cielos más esplendentes, unos ángeles más bellos, unos mundos más preclaros que los que existen; mas ¡ay! no puede, ni quiere, ni sabe criar una Madre más pura, más bella y más santa que yo. Por eso soy la Inmaculada Concepción. Admira en silencio tanta grandeza y da conmigo por ella gracias infinitas a Dios.
Punto segundo. Los hijos de María a su Madre. –¡Oh Inmaculada María, Madre de Dios y Madre mía! Verdaderamente que mejor es, y más digno celebrar y ponderar en silencio vuestras grandezas, que desdorarlas con mis palabras, con mis encomios y alabanzas. El silencio y la admiración es el himno más digno de vuestra excelencia. Por esto solo puedo repetir ante el solio de la Beatísima Trinidad: gracias, infinitas gracias, Señor, bendición y alabanza, gloria y salud porque tanto habéis honrado a María ya desde el primer instante de su Inmaculada Concepción. Por esto solo puedo y sé repetir a vuestros pies, al admiraros como un nuevo prodigio vestida del sol, calzada de la luna y coronada vuestra cabeza con corona de doce estrellas: Toda hermosa sois, María, y mancha original no hay en vos; sí, toda hermosa sois ¡oh María! toda pura, toda santa, toda llena de gracia, superior a todos los ángeles y los hombres, y solo Dios superior a vos. Y si no fuera la fe, Madre querida, yo os adorara como una diosa, porque aún cuando vos no sois divina, no sois Dios, no obstante todo en vos es sobrenatural, es divino, menos vos misma. Vuestros privilegios y relaciones con la Trinidad Beatísima, son divinas, y no podemos examinarlas ni siquiera mirarlas sin perdernos y vernos envueltos en los resplandores de la divinidad. Vuestra fecundidad es divina, vuestro hijo Jesús, carne de vuestra carne y hueso de vuestros huesos, es divino… Lo que posee Jesús por naturaleza, vos lo poseéis por gracia; lo que Él puede con su imperio, vos lo podéis con vuestra oración. Jesús es mi Padre, y vos, ¡oh María! sois mi Madre. Jesús autor es de la gracia, y vos sois la Madre de la gracia. Jesús, el dueño de todos los tesoros de la gracia y de la gloria, vos sois la dispensadora única y universal. Jesús es el camino del cielo, vos sois la puerta. Jesús es Hijo Unigénito del eterno Padre; Jesús es hijo unigénito de vos, que sois su Madre… Mas, nunca acabaría de ponderar vuestras excelencias y gracias, Madre querida; por eso prefiero contemplarlas en silencio con el más profundo respeto, gratitud y amor hacia Dios y hacia vos, suplicándoos me concedáis la gracia de celebrarlas un día en los esplendores de la eterna gloria. Amén.
Jaculatoria. Tu Concepción Inmaculada, ¡oh María! anunció el gozo al universo mundo. Bendita seas.
Obsequio. Rezaré todos los días el santo rosario, diciendo con especial fervor: Llena de gracia, bendita entre todas las mujeres.