CANCIÓN DE CUNA DE LA VIRGEN MARÍA
(Himno, 18, 1-23)
Oración de san Efrén puesto
en los labios de la Virgen
He mirado asombrado a María que amamanta a Aquél
que nutre a todos los pueblos, pero que se ha hecho niño. Habitó en el seno de
una muchacha, Aquél que llena de sí el mundo (...).
Un gran sol se ha recogido y escondido en una nube
espléndida. Una adolescente ha llegado a ser la Madre de Aquél que ha creado al
hombre y al mundo.
Ella llevaba un niño, lo acariciaba, lo abrazaba,
lo mimaba con las más hermosas palabras y lo adoraba diciéndole: Maestro mío,
dime que te abrace.
Ya que eres mi Hijo, te acunaré con mis
cantinelas; soy tu Madre, pero te honraré. Hijo mío, te he engendrado, pero Tú
eres más antiguo que yo; Señor mío, te he llevado en el seno, pero Tú me
sostienes en pie.
Mi mente está turbada por el temor, concédeme la
fuerza para alabarte. No sé explicar cómo estás callado, cuando sé que en Ti
retumban los truenos.
Has nacido de mí como un pequeño, pero eres fuerte
como un gigante; eres el Admirable, como te llamó Isaías cuando profetizó sobre
Ti.
He aquí que todo Tú estás conmigo, y sin embargo
estás enteramente escondido en tu Padre. Las alturas del cielo están llenas de
tu majestad, y no obstante mi seno no ha sido demasiado pequeño para Ti.
Tu Casa está en mí y en los cielos. Te alabaré con
los cielos. Las criaturas celestes me miran con admiración y me llaman Bendita.
Que me sostenga el cielo con su abrazo, porque yo
he sido más honrada que él. El cielo, en efecto, no ha sido tu madre; pero lo
hiciste tu trono.
¡Cuánto más venerada es la Madre del Rey que su
trono! Te bendeciré, Señor, porque has querido que fuese tu Madre; te celebraré
con hermosas canciones.
Oh gigante que sostienes la tierra y has querido
que ella te sostenga, Bendito seas. Gloria a Ti, oh Rico, que te has hecho Hijo
de una pobre.
Mi magnificat sea para Ti, que eres más antiguo
que todos, y sin embargo, hecho niño, descendiste a mí. Siéntate sobre mis
rodillas; a pesar de que sobre Ti está suspendido el mundo, las más altas
cumbres y los abismos más profundos (...).
Tú estás conmigo, y todos los coros angélicos te
adoran. Mientras te estrecho entre mis brazos, eres llevado por los querubines.
Los cielos están llenos de tu gloria, y sin
embargo las entrañas de una hija de la tierra te aguantan por entero. Vives en
el fuego entre las criaturas celestes, y no quemas a las terrestres.
Los serafines te proclaman tres veces Santo: ¿qué
más podré decirte, Señor? Los querubines te bendicen temblando, ¿cómo puedes
ser honrado por mis canciones?
Escúcheme ahora y venga a mí la antigua Eva,
nuestra antigua madre; levante su cabeza, la cabeza que fue humillada por la
vergüenza del huerto.
Descubra su rostro y se alegre contigo, porque has
arrojado fuera su vergüenza; oiga la palabra llena de paz, porque una hija suya
ha pagado su deuda.
La serpiente, que la sedujo, ha sido aplastada por
Ti, brote que has nacido de mi seno. El querubín y su espada por Ti han sido
quitados, para que Adán pueda regresar al paraíso, del cual había sido
expulsado.
Eva y Adán recurran a Ti y cojan de mí el fruto de
la vida; por ti recobrará la dulzura aquella boca suya, que el fruto prohibido
había vuelto amarga.
Los siervos expulsados vuelvan a través de Ti, para
que puedan obtener los bienes de los cuales habían sido despojados. Serás para
ellos un traje de gloria, para cubrir su desnudez.