CORONA DE LOS SIETE DOLORES DE NUESTRA
SEÑORA
Por
la señal...
Señor
mío Jesucristo…
*** Por decreto de S.S.
León XIII, el rezo de la corona satisface el rezo del rosario.
1º Dolor. La profecía de
Simeón en la presentación del Niño Jesús.
Virgen
María: por el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de
dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo
te manifestó que tu participación en nuestra redención como corredentora sería
a base de dolor; te acompañamos en este dolor. . . Y, por los méritos del
mismo, haz que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.
2º Dolor. La huida a Egipto
con Jesús y José.
Virgen
María: por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan
lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; al
poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a
traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del
mismo, haz que sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio.
3º Dolor. La pérdida de
Jesús.
Virgen
María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu
Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le habría podido ocurrir
en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de San José; te acompañamos
en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que los jóvenes no se
pierdan por malos caminos.
4º Dolor. El encuentro de
Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario.
Virgen
María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo
cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas, llevando el instrumento
de su propio suplicio de muerte; Él, que era creador de la vida, aceptó por
nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser condenado a muerte y
precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado como si fuera un
malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de espinas; ni la mejor
corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y ceñírsela en su
frente; en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en la
frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor
espiritual por ser una burla y una humillación tan grande; sufrió y se humilló
hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en
este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos vasallos
de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.
5º Dolor. La crucifixión y
la agonía de Jesús.
Virgen
María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la
crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego
al verle agonizando en la cruz; para darnos vida a nosotros, llevó su pasión
hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su pasión; Tú misma también te
sentirías morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor. Y, por
los méritos del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que
podamos recibir los frutos de la redención.
6º Dolor. La lanzada y el
recibir en brazos a Jesús ya muerto.
Virgen
María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la
lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como si la hubieran dado
en tu propio corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo
ya no solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros por quienes dio la vida;
y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad,
ahora te lo devolvían muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y también
víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los
méritos del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como Él nos amó.
7º Dolor. El entierro de Jesús y la
soledad de María.
Virgen
María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a tu
Hijo; El, que era creador, dueño y señor de todo el universo, era enterrado en
tierra; llevó su humillación hasta el último momento; y aunque Tú supieras que
al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real; te quitaron a Jesús
por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los
siglos; siendo la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y
muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate por
nuestros pecados; y Tú, Madre nuestra adoptiva y corredentora, le acompañaste
en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de aflicción; te
acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada
uno de nosotros la gracia particular que te pedimos…