COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DÍA
DOMINGO
IN ALBIS. FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA
Forma
Extraordinaria del Rito Romano
"¡Cristo
ha resucitado, aleluya!". (…) El Evangelio que acabamos de escuchar nos
dice que san Pedro y san Juan corrieron a la tumba vacía, y que san Juan
"vio y creyó" (Jn 20,8). Aquí, en Tierra Santa, con los ojos de la
fe, vosotros, junto con los peregrinos de todo el mundo que llenan sus iglesias
y santuarios, gozáis de la bendición de "ver" los lugares santificados
por la presencia de Cristo, por su ministerio terreno, por su pasión, muerte y
resurrección, y por el don de su Espíritu Santo. Aquí, como el apóstol santo
Tomás, tenéis la oportunidad de "tocar" las realidades históricas que
se encuentran en el fundamento de nuestra confesión de fe en el Hijo de Dios.
La intención de mi oración por vosotros hoy es que sigáis, día a día,
"viendo y creyendo" en los signos de la providencia de Dios y en su
infinita misericordia, "escuchando" con renovada fe y esperanza las consoladoras
palabras de la predicación apostólica, "tocando" los manantiales de
la gracia en los sacramentos, y encarnando para los demás la prenda de nuevos
inicios, la libertad nacida del perdón, la luz interior y la paz que pueden
traer salvación y esperanza incluso en las realidades humanas más oscuras.
En la
iglesia del Santo Sepulcro, los peregrinos de todos los siglos han venerado la
piedra que, según la tradición, estaba ante la entrada de la tumba en la mañana
de la resurrección de Cristo. Volvamos frecuentemente a esa tumba vacía.
Reafirmemos allí nuestra fe en la victoria de la vida, y oremos para que toda
"piedra pesada", colocada en la puerta de nuestro corazón, bloqueando
así nuestra completa sumisión al Señor en la fe, la esperanza y el amor, quede
desplazada por la fuerza de la luz y de la vida que en aquella mañana de Pascua
resplandeció desde Jerusalén para todo el mundo. ¡Cristo ha resucitado,
aleluya! ¡Ha resucitado verdaderamente, aleluya!
Benedicto
XVI, 12 de mayo de 2009