PASCUA CON SANTA TERESA DE
JESÚS: MORIR DE DESEO DE VER A DIOS
Aunque quisiera distraerme no podía dejar
de estar en oración; creo que incluso durmiendo seguía orando; crecía el amor y
las quejas que yo dirigía al Señor de que no podía soportar el tener que
dirigirle desprecios, y no estaba en mi mano dejar de pensar en El, aunque yo
lo quería y lo intentaba (V 27, 7).
Poco después comenzó Su Majestad, como me
lo había prometido, a dar mayores pruebas de que era El quien se me aparecía,
con lo cual crecía en mí un amor tan grande de Dios que no sabía de donde
venía, porque era muy sobrenatural y yo no lo procuraba. Me sentía morir de
deseo de ver a Dios, y no sabía donde buscar la vida más que en la muerte (V
27, 8).
Me daban unos ímpetus grandes de amor que,
aunque no eran tan insufribles como los que ya otra vez he dicho, ni de tanto
valor, yo no sabía qué hacer de mí; porque nada me satisfacía, ni cabía en mí,
sino que verdaderamente me parecía que se me arrancaba el alma. ¡Oh soberano
arte del Señor! ¡Qué maravilla tan delicada hacíais con vuestra esclava
miserable! Os escondíais de mí y me apretabais con vuestro amor, con una muerte
tan sabrosa que nunca el alma querría salir de ella (V 27, 8).