COMENTARIO
AL EVANGELIO
DOMINGO DE RESURRECCIÓN
Forma
Extraordinario del Rito Romano
"Así,
pues, celebremos la Pascua... con los panes ázimos de la sinceridad y la
verdad". Queridos hermanos y hermanas, acojamos la invitación del Apóstol;
abramos el corazón a Cristo muerto y resucitado para que nos renueve, para que
nos limpie del veneno del pecado y de la muerte y nos infunda la savia vital
del Espíritu Santo: la vida divina y eterna. En la secuencia pascual, como
haciendo eco a las palabras del Apóstol, hemos cantado: "Scimus Christum
surrexisse / a mortuis vere" - sabemos que estás resucitado, la muerte en
ti no manda. Sí, éste es precisamente el núcleo fundamental de nuestra
profesión de fe; éste es hoy el grito de victoria que nos une a todos. Y si
Jesús ha resucitado, y por tanto está vivo, ¿quién podrá jamás separarnos de
Él? ¿Quién podrá privarnos de su amor que ha vencido al odio y ha derrotado la
muerte? Que el anuncio de la Pascua se propague por el mundo con el jubiloso
canto del aleluya. Cantémoslo con la boca, cantémoslo sobre todo con el corazón
y con la vida, con un estilo de vida "ázimo", simple, humilde, y
fecundo de buenas obras. "Surrexit Christus spes mea: / precedet suos in
Galileam" - ¡Resucitó de veras mi esperanza! Venid a Galilea, el Señor
allí aguarda. El Resucitado nos precede y nos acompaña por las vías del mundo.
Él es nuestra esperanza, Él es la verdadera paz del mundo. Amén.
Benedicto XVI