DÍA DÉCIMO TERCERO
CAÍDA DE LOS ANGELES
MES DE OCTUBRE
CONSAGRADO
A LOS SANTOS ÁNGELES
EN QUE SE EXPONEN SUS EXCELENCIAS, PRERROGATIVAS Y OFICIOS, SEGÚN LAS ENSEÑANZAS DE LA SAGRADA ESCRITURA, LOS SANTOS PADRES Y DOCTORES DE LA IGLESIA
Por Alejo Romero, Presbítero
PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS
+ Por la señal….
ORACIÓN PREPARATORIA
Soberano Señor del mundo, ante quien doblan reverentes la rodilla todas las criaturas del cielo, de la tierra y del infierno; miradnos aquí postrados en vuestra divina presencia para rendiros los homenajes de amor, adoración y respeto que son debidos a vuestra excelsa majestad y elevada grandeza. Venimos a contemplar durante este mes las excelencias, prerrogativas y oficios con que habéis enriquecido en beneficio nuestro a esos espíritus sublimes que, como lámparas ardientes, están eternamente alrededor de vuestro trono, haciendo brillar vuestras divinas perfecciones. Oh Sol hermoso de las inteligencias, que llenáis de inmensos resplandores todo el empíreo, arrojad sobre nuestras almas un destello de esos fulgores, a fin de que, conociendo la malicia profunda del pecado, lo aborrezcamos con todas nuestras fuerzas, y se encienda en nuestros corazones la viva llama del amor divino, para que podamos caminar por los senderos de la virtud, hasta llegar a la celestial Jerusalén, donde unamos nuestras alabanzas a las de los angélicos espíritus y bienaventurados, para glorificarlos por toda la eternidad. Amén.
Se lee lo propio de cada día.
DÍA DÉCIMO TERCERO
CAÍDA DE LOS ANGELES
MEDITACION
PUNTO 1º. Considera, alma mía, que el más hermoso de los Ángeles, aquel cuya excelencia sobrepujaba y excedía a todos los angélicos coros, mismo, admiró su propia belleza y como si así se la hubiera dado a sí mismo, exclamó: "Yo soy hermoso, yo soy perfecto, yo soy todo resplandeciente de luz," y en vez de dirigirse hacia donde le venía este resplandor, ha querido como Dios, complacerse en sí mismo, y ha querido todavía más, porque ha dicho: "Yo me elevaré hasta los cielos y seré semejante al Altísimo." Y como un nuevo dios ha querido gozar de sí mismo. Pero, en realidad, ¿ha creído que podía igualarse a la majestad de Dios? No, porque este espíritu sabía muy bien que por más que se perfeccionase su ser siendo finito, jamás igualaría al Infinito; y aun supuesto que esto fuera posible, comprendía muy bien que convertido en otro ser perdería la conciencia de su propia personalidad y dejaría de ser el que era; su osadía le llevó hasta el grado de aspirar a la felicidad suprema de ver a Dios, sin contar para llegar a este término sublime más que con sus propias fuerzas naturales. En una palabra, Lucifer no ha querido tener la felicidad más que de sí mismo, lo cual es propio de solo Dios. Su crimen fue el primer crimen del orgullo.
PUNTO 2º. Considera que, como dice Santo Tomás, "después del pecado de soberbia se siguió en el Ángel pecador el mal de la envidia, en cuanto se dolió del bien. ¿Cuál fue este bien que excitó tan vivamente la diabólica envidia? La Encarnación del divino Verbo: nuestra pobre humanidad elevada a una grandeza en cierto modo infinita. Dios, dice el Apóstol, al introducir a su Unigénito Hijo en el mundo, ordenó por segunda vez que sus Ángeles le adorasen. “Et cum iterum introducit primogenitum in orbem terrae, dicit: et adorent eum omnes angeli Dei.” Esta voz segunda supone otra primera. Por esto podemos creer apoyados en el testimonio de innumerables santos doctores y eminentes teólogos, que el plan total de la creación fue revelado a todos los Ángeles desde el principio, y que en este plan les mostró Dios al Verbo encarnado en las purísimas entrañas de una mujer virgen, y al mismo tiempo les pidió un cántico de adoración para este primer predestinado y esta criatura que había de ser su Reina y soberana. Innumerables voces resonaron al momento entonando al Verbo hecho carne un aleluya. Pero Lucifer y sus secuaces, excitados por el orgullo, cerrados sus lacerados corazones a la esperanza, y ardiendo en mortal ira contra la naturaleza humana; prorrumpieron en murmullos que atronaron el espacio y sólo se escucharon estas voces: “Non serviam, non serviam”: no obedeceré, no obedeceré. No, no, grita el infiel arcángel, el hijo de la mujer no ha de ser mi Dios, la hija del hombre no ha de ser mi Reina. Entonces el Verbo pronunciando contra ellos terrible sentencia, les respondió: “Apartaos, malditos”, “Ite, maledicti.” Y a estas palabras, heridos como de un rayo, rodando de abismo en abismo, fueron precipitados más abajo de nosotros en aquel lugar de tormentos en donde gimen y lloran para siempre sus perdidos tronos de gloria y de felicidad.
JACULATORIA
Ángeles bienaventurados, que fuisteis testigos de la caída espantosa y terrible de vuestros celestes compañeros; preservadnos con vuestra intercesión de la funesta caída del pecado mortal.
PRÁCTICA
Rezad con frecuencia el Santo Rosario de la Reina de los ángeles, meditando sus misterios, y así os preservareis de caer en pecados mortales.
Se rezan tres Padre Nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri y se ofrecen con la siguiente:
ORACIÓN
Sublimes inteligencias, espíritus fieles, Ángeles Santos, que presenciasteis aquella espantosa guerra de vuestros hermanos soberbios contra su Criador; que escuchasteis los gritos de rebelión contra el Unigénito del Padre Celestial, y que visteis descender al abismo de las tinieblas a una porción inmensa de vuestros compañeros, interceded por nosotros para que jamás despreciemos la divina gracia; ni los lazos de la soberbia aten nuestros corazones y caigamos en los abismos tenebrosos del pecado; sino que, fortalecidos siempre con los auxilios de Dios, merezcamos un día ocupar los tronos vacíos de los Ángeles infieles por toda la eternidad. Amen.
EJEMPLO
Para alentarnos a la fineza con que habemos de amar a Dios por respecto a algún interés, es admirable el ejemplo de un monje mozo que en compañía de otro viejo vivía en el hiermo con grande perfección. El demonio se le apareció al viejo en figura de Ángel del Señor, haciéndole saber de parte de Dios, que su compañero era precito (réprobo), y que por eso todas sus buenas obras y penitencias no le habían de aprovechar. Quedó el viejo tristísimo con esta revelación, y no pudiendo ocultar su sentimiento, que manifiesta con lágrimas continuas; lo advirtió el mancebo y a puros ruegos alcanzó por fin que le descubriese la causa de su dolor. Luego que oyó que la causa era haberle Dios revelado que había de condenarse; le dijo: “no te desconsueles, padre, ni te aflijas; porque te hago saber que yo hasta ahora no he servido a Dios por el interés de la gloria, sino sólo porque es infinitamente digno de ser servido por su bondad; al cual debo todo lo que soy y tengo; y como mi Señor, mi Dios y mi dueño puede hacer de mí lo que quisiere. Consolóse con esto el monje viejo, y mucho más cuando después por verdadera revelación del Ángel bueno supo que el demonio lo había engañado, y que era todo lo contrario, pues aquel mancebo era predestinado, y que por aquel acto tan generoso que había hecho y el ánimo con que estaba de servir a Dios por Dios, había agradado singularísimamente al Señor y alcanzado muy grandes merecimientos. (P. Eusebio Nieremberg, Hermosura de Dios L. 2 c. 12.)
ORACIÓN FINAL
A LA REINA DE LOS ÁNGELES
Oh, María, la más pura de las vírgenes, que, por vuestra grande humildad y heroicas virtudes, merecisteis ser la Madre del Redentor del mundo, y por esto mismo ser constituida Reina del universo y colocada en un majestuoso trono, desde donde tierna y compasiva miráis las desgracias de la humanidad, para remediarlas con solicitud maternal; compadeceos, augusta Madre, de nuestras grandes desventuras. El mundo no ha dejado en nosotros más que tristes decepciones y amargos desengaños; en vano hemos corrido en pos de la felicidad mentida que promete a sus adoradores, pues no hemos probado otra cosa que la hiel amarga del remordimiento, y nuestros ojos han derramado abundantes lágrimas que no han podido enjugar nuestros hermanos. Por todas partes nos persiguen legiones infernales incitándonos al mal, y no tenemos otro abrigo que refugiarnos bajo los pliegues de vuestro manto virginal, como los polluelos perseguidos por el milano no tienen otro asilo que agruparse bajo las alas del ave que les dio el ser. Por esto, desde el fondo de nuestras amarguras clamamos a Vos para que enviéis hasta nosotros y para nuestra defensa a los espíritus angélicos, de quienes sois la Reina y Soberana, a fin de que nos libren de sus astutas asechanzas y nos guíen por el recto camino de la felicidad. Amen
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
San Miguel, ruega por nosotros.
San Rafael, ruega por nosotros.
San Gabriel, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Todos los ángeles y santos de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado este ejercicio en honor a los santos ángeles, compártelo con tus familiares y amigos!
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.