sábado, 15 de junio de 2024

DÍA DECIMOSEXTO. MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS CON STA. MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE

 


DÍA DECIMOSEXTO

 

MES  DEL

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

extractado de los escritos de la

B. MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE

 

ORACIÓN PARA COMENZAR  TODOS LOS DÍAS:

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

 

OFRECIMIENTO AL PADRE ETERNO.

Oración de Santa Margarita María Alacoque

 

Padre eterno, permitid  que os  ofrezca el Corazón de Jesucristo,  vuestro  Hijo muy  amado, como se ofrece Él mismo, a Vos  en sacrificio. Recibid  esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos  y actos de este Sagrado Corazón. Todos son  míos, pues Él se inmola por mí,  y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por  sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia  final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra  Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado. Amén.

 

Se meditan los textos dispuestos para cada día.

 

DÍA DECIMOSEXTO

 

3.- La más mortificada será la más acariciada

La Beata, según nos dice ella misma, tenía aversión a ciertos alimentos. Desde su noviciado resolvió no obstante vencerla, diciéndose a sí misma: «Es preciso o vencer o morir». Después de haber implorado el socorro de Nuestro Señor delante del Santísimo Sacramento, cumplió este acto generosamente, sin otras armas o consideración, que estas palabras: «No quiero reservar nada al amor». La extrema violencia que se hizo le costó estar enferma todo el día; a la tarde, durante la oración, Nuestro Señor la hizo mil caricias, llenándola de dulzuras y consuelos, mostrándola el placer que le había dado en esta mortificación, que se había impuesto por su amor. Después de este sacrificio las gracias y favores que Nuestro Señor le hacía, fueron tan en aumento, que inundando su alma le hacían exclamar: «Suspended, oh Dios mío, el torrente que me abisma, o entended mi capacidad, para que reciba tantas gracias».

Imposible sería expresar hasta qué punto llevó la Beata la mortificación, tanto en salud como en enfermedad. Puede decirse, que estaba muerta a todo placer sensible. Para honrar la sed, que nuestro Salvador padeció en la cruz, se abstenía de beber, desde el jueves por la tarde hasta el sábado siguiente. Pasó una vez hasta cincuenta días sin beber, en honor de la sed ardiente que el Corazón de Jesús había tenido por la salvación de los pecadores.

Confiesa haber hallado tantas delicias en un acto heroico de mortificación, que hizo sirviendo a una enferma, que hubiese querido encontrar todos los días ocasiones semejantes, para aprender a vencerse sin más testigo que Dios, el cual no dejó de manifestarle el placer que le había dado. En la noche siguiente la tuvo como dos o tres horas con los labios pegados a la llaga de su Sagrado Costado. Dice ella que le sería imposible expresar las gracias que quedaron impresas en el fondo de su alma.

 

4.- La más obediente le hará triunfar

Leemos en la vida de la Beata estos ejemplos de obediencia. Para apartar su espíritu de su gran aplicación a la oración, la enviaban a trabajar al jardín, a la cocina y a los lugares más humillantes, hasta ir a guardar una jumenta en la huerta. Le hicieron pasar los ejercicios para prepararse a su profesión en este empleo, a fin de moderar el incendio de amor divino, que la devoraba.

Un día que iba a interrumpir el dulce entretenimiento con que Nuestro Señor la regalaba, para correr en pos de la jumenta y el jumentillo, el divino Salvador le dijo: «Déjalos correr, no harán daño alguno» obedeció llena de fe. Vimos desde la sala de la comunidad, los animales que andaban sobre las verduras. Pero cuando quisimos ver los desastres que habían hecho en ellas, nos fue imposible reconocer el lugar por donde habían pasado.

Mi divino Maestro, dice ella, me acompañaba con fidelidad en todos los oficios que tenía que hacer continuamente. En este tiempo recibí gracias tan extraordinarias, sobre todo en el misterio de la pasión, que nunca las había tenido semejantes, lo que causó en mi un amor tan grande a la cruz, que no puedo vivir ni un instante sin sufrir; pero sufrir en silencio, sin consuelo ni alivio; y morir con este soberano de mi alma, abrumada bajo la cruz de toda clase de padecimientos, esto ha durado toda mi vida, la cual por su misericordia se ha pasado toda en esta clase de ejercicios, que son los del puro amor.

Hablando de la virtud de la obediencia, la Beata dice: «En el interior obedeceréis fielmente a los movimientos de la gracia por los actos de virtudes, y en el exterior obedeceréis amorosamente a aquellos, que tienen poder de mandaros, pensando en estas palabras: Jesucristo fue obediente, quiero pues obedecer hasta el último instante de mi vida. Vuestras obediencias serán para honrar las de Jesucristo en el Santísimo Sacramento; si sois fieles en hacer la voluntad de Dios en el tiempo, la vuestra se cumplirá por toda la eternidad. En verdad me parece que toda la dicha de un alma consiste en hacer la voluntad de Dios. En esto encuentra nuestro corazón su paz, nuestro espíritu su alegría y reposo, puesto que el que se une a Dios, se hace un espíritu con Él. Y yo creo, que es el verdadero medio de hacer nuestra voluntad; porque su amorosa bondad se complace en contentar al alma, en la cual no halla resistencia».

 

5.- La más silenciosa será la que más aprenda en la escuela del Sagrado Corazón de Jesús

«Mantened siempre vuestro interior en silencio, hablando poco con las criaturas y mucho con Dios, sufriendo y trabajando por su amor» Tened vuestros sentidos interiores y exteriores en el Sagrado Corazón de Nuestro Señor, imponiéndoles un profundo silencio; silencio interior, evitando los pensamientos inútiles y las reflexiones del amor propio, para disponeros a oír la voz del Esposo; silencio, sobre cuánto puede alabaros y excusaros, condenar o acusar a los otros, silencio en los pequeños asaltos que la naturaleza inmortificada os suscite, para manifestar vuestra alegría, o vuestro descontento en los momentos tristes y este silencio será para honrar el de Jesús, solitario en el Santísimo Sacramento. Por este medio aprenderéis a conversar con su Sagrado Corazón y a amarle en silencio.

«El amor a nuestra querida abyección en el Corazón de Jesús, nos basta hasta para honrar los misterios de su santa muerte y pasión, que desea que honremos guardando este sagrado silencio como Él, en todas las ocasiones de humillación y de sufrimiento; porque os confieso que nada me encanta tanto, como el que guardó tan exactamente en el curso de su pasión. No abramos la boca a su imitación, sino para pedir por aquellos que nos afligen».

 

6.- La más caritativa será la más amada

Debéis mostraros dulce y soportar en paciencia las pequeñas contradicciones, desatenciones y penas, que os ocasionen vuestros semejantes, sin cansaros de sufrir estas pequeñas contrariedades que os ocasionen; al contrario, rendidle de buen grado los servicios que podáis; de este modo ganareis la amistad del Sagrado Corazón de Jesús.

Buscad ocasión de contentarle por el ejercicio de la santa caridad, pensando y hablando siempre bien de vuestro prójimo, asistiendo a los pobres cuando podáis, espiritual o corporalmente, mirando a Jesucristo en su persona y no haciéndoles nada, que no quisiésemos que nos hiciesen a nosotros mismos.

Tened paciencia con todos, para merecer su confianza y sobre todo con los pobres, para que acudan a vosotros en sus necesidades. «Tened a todo el mundo por amigo y a nadie por enemigo, en cuanto podáis según Dios».

Un recuerdo de la infancia de la Beata debe tener aquí lugar: «Nuestro Señor, dice ella hablando de sus primeros años, me concedió un amor tal hacia los pobres, que deseaba no tener más conversación que la suya, e imprimió en mí una compasión por sus miserias, que si hubiese estado en mi poder, todo lo hubiese sacrificado y dado por ellos. Cuando tenía algún dinero, se lo daba a los niños pobres, para obligarlos a que viniesen conmigo a aprender el catecismo y amar a Dios. Así fue, y hubo veces que por ser muchos, no sabía en invierno donde meterlos, más que en un cuarto grande, de donde nos echaban con frecuencia. Esto me mortificaba bastante, porque no me gustaba viesen lo que hacía. Sentía una extrema repugnancia por las llagas; pero me decidí a besarlas y curarlas, para vencerla, no sabiendo ni cómo debía empezar.

Pero mi divino Maestro sabía suplir tan bien mis ignorancias, que quedaban curadas en poco tiempo; sin más ungüento que el de la divina Providencia, por más que fuesen muy peligrosas; pero tenía más confianza en su bondad, que en los remedios exteriores.

 

Convenio de amor o forma de oración

«Yo os pido, oh dulce Jesús mío, que me hagáis conforme a esta vida de muerte de los sentidos, que tenéis en el Santísimo Sacramento, donde os hacéis obediente hasta la muerte, de una manera mística, a la sola voz del Sacerdote bueno o malo. Haced, Salvador mío, que para honrar vuestra obediencia y anonadamiento, me haga humilde y obediente según toda la extensión de la perfección, que pedís de mí.

Por Vos, Jesús mío, sacrifico mi libertad y propia voluntad a la vuestra, sin reserva. Detesto de todo mi corazón y renuncio a todas las miras, repugnancias y murmuraciones que pueda sugerirme mi amor propio, sobre aquello que me sea mandado o prohibido. Este es un pacto que mi corazón hace con el vuestro, ¡oh mi divino Jesús! de hacer todo por amor y por obediencia y de querer morir y vivir en este ejercicio, donde se halla todo lo necesario para mi perfección. Yo os suplico toméis posesión de mi corazón y de cuanto pueda daros gloria en mí, por el tiempo y por la eternidad. Así sea.

 

PARA FINALIZAR

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Santa Margarita María de Alacoque, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

 

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.