viernes, 7 de junio de 2024

DESIGNIOS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS EN LA INSTITUCIÓN DE SU FIESTA

 


FESTIVIDAD

DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

 

Designios del Sagrado Corazón de Jesús en la institución de una fiesta en honor de su Corazón deífico

La festividad del Sagrado Corazón de Jesús, es la festividad propia del amor; porque el corazón es su símbolo, y el mismo Salvador, al querer manifestarnos cuán grande sea éste, lo hizo abriendo su sagrado pecho y descubriendo su Corazón, enamorado de los hombres, cercado de llamas, rodeado de una corona de espinas, coronado con una cruz, llagado y teniendo escrita la palabra Charitas en caracteres de fuego en esa divina llaga; la cual en tan pocas letras, declara todo el ser de Dios. Deus charitas est. (1ªJoan.4,16)

Con sólo considerar un poco el significado de estas insignias, con que se nos representa, comprenderemos cuáles sean sus designios y sus intenciones, al pedir a la humilde Virgen de Paray, la Beata Margarita María, el establecimiento de una festividad, especialmente dedicada a venerar su Corazón, y al elegirla a ella para dar principio a su reinado en el mundo.

Tres son los principales fines que se ha propuesto este divino Corazón al descubrirse a los hombres, dirigiéndoles en la persona de la misma dichosa Margarita, estas tiernas a la par que consoladoras palabras: He aquí, le dijo, mi Corazón, que tanto ha amado a los hombres, y que sólo recibe de ellos ingratitud y desprecio». Estos fines son: 1.º recabar amor de los hombres, en cambio del suyo infinito; 2.º encontrar desagravio y alivio en las penas con que le afligen los pecadores; 3.º comunicar a las almas su vida, haciéndolas penetrar en lo interior de su Corazón, para que aprendan como en escuela divina, los secretos de su caridad en su comunicación con las mismas.

Para lo primero, no perdona medio, se hace ingenioso hasta lo infinito para demostrar más y más los excesos de su amor. Dejemos hablar a la apóstol del Sagrado Corazón, quien mejor que nadie posee el don de explicarnos esos admirables secretos. Dice así: “Honrándome un día mi divino Salvador con sus inefables caricias, me hizo descansar largo tiempo sobre su sagrado pecho, y descubriéndome entonces las maravillas del amor que encierra: Mi Corazón, me dijo, está tan apasionado por los hombres, y en particular por ti, que no pudiendo tener ocultas las llamas de su abrasada caridad, desea por tu medio encender en ellas los corazones de todos los hombres”. ¡Qué cierto es que anhela con ansias y suspiros ver correspondido su fino amor! pero estas ansias y estos suspiros no quedarán satisfechos hasta que le demos nuestro corazón por entero con cuanto él encierra; sólo así llenaremos el objeto que se ha propuesto al manifestarse a los hombres.

El segundo fin que tiene en el establecimiento de la devoción a su Sagrado Corazón, es ser desagraviado. Ciertamente, que Viéndose tan olvidado y despreciado de la mayoría de las almas, no hallando en unas más que desvío, en otras ingratitud, y casi en la generalidad indiferencia; su Corazón tan sensible y amante, experimenta la necesidad de encontrar algunos corazones compasivos, que, comprendiendo sus dolores, se esmeren en aliviarlos. Él mismo nos lo dice, dirigiéndose a su privilegiada Margarita con las siguientes palabras: «El deseo de verme honrado y venerado de los hombres en el Santísimo Sacramento, enciende en mi Corazón una sed devoradora que le abrasa; más apenas encuentro quien la mitigue, correspondiendo agradecido a mi amor». Preciso será confesar que tenemos corazones de piedra si estas tiernas reconvenciones del Corazón más amante, son impotentes para mover los nuestros.

Hagamos de suerte que no tenga que volver a exhalar igual queja, formándole en este día un trono de corazones donde descanse, y de los cuales brote el agua de una saludable penitencia que apague por completo, si cabe, su dolorosa sed.

El tercer designio que se propuso el deífico Corazón de Jesús, en la institución de esta festividad, es tal vez el más tierno, el más inexplicable y el que más hace enmudecer a la razón humana. Porque, que el Señor de los señores, exija adoración y reverencia, justo es sin duda. Que el Creador del universo, reclame sumisión y dependencia de sus criaturas, nada más equitativo; pero que este Señor, que este Creador, que este Dios se rebaje, por decirlo así, hasta inclinarse hacia la miserable hechura de sus manos para pedir hasta con ruegos que quiera recibir sus dádivas amorosas; que el infinito y el omnipotente no quede satisfecho hasta que la misma impotencia y la nada le conceda lo que ella puede darle, que es nada en amor, nada en correspondencia a sus gracias; nada en todo, que es lo que únicamente posee, ¿no es esto maravilloso, y no es capaz de confundir y anonadar hasta el mayor abismo de la nada, la misma nada de la criatura Y sin embargo, eso hace y eso desea con ardor el divino Corazón, convidando a todas las almas para que vayan a aprender en Él el medio más pronto y más eficaz de conseguir los designios del mismo deifico Corazón en la santificación de las almas. No le basta al divino Jesús una devoción meramente exterior, no se contenta con ciertos homenajes, tributados muchas veces por costumbre y casi sin atención; pide que las almas consientan en penetrar en el santuario divino de su vida interior, aprendiendo allí las virtudes, que levantan a la criatura sobre sí misma y llegan a transformarla en el mismo Dios. Quiere comunicarse a las almas en el secreto retiro de la oración e ilustrarlas con el conocimiento de su ser; anhela por derramar con profusión las gracias que no puede contener ocultas en su Corazón, y manifestar tantos misterios como en Él se encierran. Pero desgraciadamente, las más de las veces se ve tristemente engañado en sus esperanzas, aguardando, pero en vano, quien quiera recibir sus favores. Si Él mismo no lo dijera, ¿podríamos nunca llegar a creerlo?

Llenemos pues por completo los designios del Corazón deífico al instituir esta festividad; y de hoy en adelante, aumentemos el cierto número de almas, generosas y fieles que le amen, le desagravien y le conozcan.

Ofrecimiento al Sagrado Corazón de Jesús

¡Qué dicha, Corazón encendido y abrasado en caridad, qué dicha la nuestra de haber atraído vuestras misericordiosas miradas, reclamando de nuestros pobres corazones, aquello que únicamente puede satisfacer el vuestro! ¿Qué encontráis en el hombre?

¡Oh Corazón divino! cuál es ese imán misterioso que sin cesar os atrae a cifrar vuestra bienaventuranza, en recibir el mezquino amor de la criatura ¿Quién creyera, si Vos mismo no lo dijerais, que suspiráis sin cesar por veros amado, y pareciendo que no os basta, ni satisface la inmensidad infinita del amor, que como a Bien infinito os amáis a Vos mismo, queréis que lo más pobre y miserable llene ese como vacío de vuestro Corazón divino? ¡Oh Jesús, cuán incomprensibles son vuestros caminos! ¿pero, qué importa? ¿No sería atrevimiento grande a la criatura querer sondearlo? Basta pues, Corazón amante, basta con que manifestéis vuestros deseos, para que afanosos y amantes nos postremos fervorosos ante vuestro Corazón, y correspondiendo a vuestros deseos, os tributemos amor y desagravio ¡Oh Corazón deífico! queremos amaros tanto, que no tengáis ya que volver a quejaros de desamor; nos ofrecemos tan de veras a consolaros, que mientras tengan un latido nuestros corazones, no os faltará alivio en vuestras penas; queremos asimismo participar tan íntimamente de vuestra vida, que la nuestra sea como reproducción de aquella que os anima. Obrad con libertad en nuestras almas; sean ellas como espejos donde se reflejan las divinas perfecciones de vuestra vida interior, y sean tan íntimas vuestras comunicaciones con nosotros, que podamos exclamar con el Apóstol: “No vivo yo, sino Cristo vive en mí». Así sea, Corazón divino, así sea ¡oh único amador de los hombres, y único asimismo digno de conquistarle su amor! y cumpliéndose esto así, no quedarán desatendidos los más vivos deseos de nuestro deífico Corazón, al pedir y deber, verse especialmente venerado de los fieles. Amen.