jueves, 20 de junio de 2024

DÍA VIGÉSIMO PRIMERO. MES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS CON STA. MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE

 


DÍA VIGÉSIMO PRIMERO

 

MES  DEL

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

extractado de los escritos de la

B. MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE

 

ORACIÓN PARA COMENZAR  TODOS LOS DÍAS:

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

 

OFRECIMIENTO AL PADRE ETERNO.

Oración de Santa Margarita María Alacoque

 

Padre eterno, permitid  que os  ofrezca el Corazón de Jesucristo,  vuestro  Hijo muy  amado, como se ofrece Él mismo, a Vos  en sacrificio. Recibid  esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos  y actos de este Sagrado Corazón. Todos son  míos, pues Él se inmola por mí,  y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por  sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia  final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra  Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado. Amén.

 

Se meditan los textos dispuestos para cada día.

 

DÍA VIGÉSIMO PRIMERO

 

Invitación al amor del Sagrado Corazón de Jesús, nuestro amigo en la Santa Eucaristía

La Beata hubiera querido excitar a todas las almas a comprender y gustar el don que nuestro Señor nos ha hecho dándonos su Corazón en la Santa Eucaristía: «Entrad en este Sagrado Corazón, dice, como invitada al festín de amor de vuestro único y perfecto amigo, que quiere embriagaros en el delicioso vino de su puro amor, único que puede dulcificar vuestras amarguras, haciéndoos encontrar disgusto en todas las falsas delicias de la tierra, para que no halléis placer más que en el Corazón de este querido Amigo que os dice amorosamente todo lo mío es tuyo; mis llagas, mi sangre y mis dolores son tuyos, mi amor hace comunes los bienes; déjame pues poseer todo tu corazón; y yo abrasaré tus frialdades y animaré tu languidez que te hace ser tan floja en mi servicio y tan tibia en mi amor.

Jesucristo es el solo y verdadero amigo de nuestros corazones, que han sido criados para Él solo; por esto no pueden hallar alegría, reposo ni hartura sino en Él.

Se ha cargado con nuestros pecados, haciéndose nuestro reparador para con su eterno Padre que, mirándole bajo la forma de pecador, le ha entregado a todos los rigores de su divina justicia, sin embargo de ser inocente.

Ha querido morir para merecernos, por el exceso de su amor, una vida inmortal y dichosa, librándonos de una muerte eterna, desgraciada. Bendigámosle y démosle gracias por tan ardiente caridad, por la cual deberíamos consumirnos de reconocimiento, hagámosle un continuo sacrificio de todo nuestro ser en homenaje de amor y adoración a su soberana grandeza, que se complace en nuestra pequeñez.

Mirándole en esta cualidad de amigo, podéis decirle todos los secretos de vuestro corazón, descubriéndole todas vuestras miserias y necesidades como a Aquel que sólo puede remediarlas, diciéndole: ¡Oh amigo de mi corazón! la que amáis está enferma. Visitadme y curadme, pues yo sé bien que no podéis dejarme en mis miserias, amándome como me amáis.

¡Cuán dichosas son las almas que se han olvidado tan perfectamente de sí mismas, que no tienen más amor, más miras, ni más pensamiento; que para este único amigo de nuestros corazones! Creo que todo otro pensamiento y ocupación, es pérdida de tiempo.

Este divino amor que reposa sobre nuestros altares, no nos predica más que amor, no quiere más que llenarnos de amor, a fin de que por Él mismo podamos tributarle todo el amor que espera de nosotros. Amor fuerte que no se deja abatir; amor puro que ama sin mezcla alguna de interés; amor crucificado que no goza más que en el sufrimiento, para conformarse con su bien amado; amor de preferencia, de olvido, de abandono de sí mismo, para dejar obrar a su bien amado, para dejarle cortar, abrasar, anonadar en nosotros cuanto le desagrade, siguiéndole a ciegas, sin detenernos a mirar ni reflexionar sobre nosotros mismos, para ver lo que hacemos.

¡Oh, cuan bueno es amar a este Señor lleno de amor! Por poco que haga comprender a un corazón su bondad y amabilidad, ¿es posible que este corazón halle algún impedimento para amarle, para dejarlo todo, para abandonarse al poder de este amor?

 

Consejos para sacar fruto práctico de la santa Eucaristía

Arrojaos frecuentemente en los brazos de la amorosa providencia del Sagrado Corazón de Jesús después de la Sagrada Comunión, abandonándoos y entregándoos totalmente al divino poder de su autor, para todo lo que le agrade.

Yo os invito a que hagáis al Corazón amoroso de Jesús una entera donación de todo vuestro ser espiritual y corporal y de todo cuanto podáis hacer o haber hecho, a fin de que después de haber purificado y consumido todo lo que no le agrade, disponga de ello a su gusto.

Haceos cuenta que cogéis vuestro corazón en las manos, y le ofrecéis y consagráis al Corazón Sagrado de Jesús, para que reine en Él absolutamente y os enseñe a amarle con perfección, y a no desagradarle voluntariamente, llevando amorosamente vuestra cruz.

Creo que contentareis mucho al Sagrado Corazón de Jesús cuando os abandonéis totalmente  Él, que Él sea la sola mirada de vuestros ojos, el eco de vuestros oídos, la luz de vuestro entendimiento, el afecto de vuestra voluntad, todo el recuerdo de vuestra memoria y todo el amor de vuestro corazón; dejándole obrar en vosotros, según su deseo; sin reservaros otra cosa, que el cuidado de agradarle y amarle sobre todas las cosas, rechazando todas las reflexiones del amor propio y sus miramientos interesados, pues todo esto es un obstáculo a la obra de la gracia en nuestra alma.

Seréis la Sulamitis, la esposa querida que honrareis la vida de amor de Jesucristo en el Santísimo Sacramento. Por esta razón debéis poner cuidado en manteneros pura e inocente, para agradar a este divino Esposo, no teniendo otra mira, otro fin, en cuanto hagáis, dándoselo todo sin reserva. Si queréis que se dé a vosotras y si queréis gustar las dulzuras de sus amorosos entretenimientos, es indispensable rechazar toda reflexión propia, todo respeto humano.

Haréis treinta y tres comuniones espirituales y una real, para reparación de honor al Sagrado Corazón de Jesús, implorando el perdón por todas las comuniones mal hechas, tanto por nosotras, como por todos los malos cristianos.

Procurad no perder comuniones, porque no podríamos dar mayor placer a nuestro enemigo que, apartándonos de Aquel, que le quita todo el poder que tiene sobre nosotros.

Cuidad mucho de no juzgar ligeramente a nadie, ni acusar o desaprobar cosa alguna, que no os incumba, a fin de que vuestra lengua, destinada únicamente a bendecir y alabar al Señor, sea como el medio por donde penetre Él con frecuencia en vuestro corazón, y no sea jamás instrumento de satanás para envenenar vuestra alma.

 

Nuestro Señor descubre a su esposa una pequeña parte de los misterios, que se verifican en el alma después de la comunión

En una ocasión, dice la Beata, Nuestro señor me hizo ver el mal tratamiento, que recibía de un alma, que comulgaba indignamente. Le vi como atado, pisado y despreciado, diciéndome tristemente: «Mira cómo me tratan y desprecian los pecadores; le vi también dentro de un corazón que se rendía a su amor; tenía sus sagrados oídos cubiertos con sus manos y los ojos cerrados, diciendo: «No escucharé lo que me dice, ni miraré su miseria, para que mi Corazón no se conmueva y sea insensible para Él, como Él lo es para mí».

Nuestro Señor se complacía también en dar a conocer a la esposa privilegiada de su Corazón, el contento que recibía de algunas personas, sólidamente religiosas. Una vez entre otras la hizo ver tres que iban a comulgar diciéndole: Yo les daré tres besos, de paz, de amor y de confianza. Es imposible expresar sus trasportes, al ver el placer que encontraba Jesucristo en estas santas alma.

 

Ejercicio de la Beata para la comunión espiritual

Padre eterno, yo os ofrezco mi entendimiento, a fin de que aprenda a no conocer otra cosa, que a Vos. Dulce Jesús mío yo os ofrezco mi memoria, para que no se acuerde más quede Vos. Espíritu Santo, todo caridad, yo os ofrezco mi voluntad, para que la abraséis con vuestro divino amor, adornad mi alma con vuestros siete dones y haced sea vuestro santo templo. Llenadme de vuestras gracias y preparad mi corazón para recibir a mi Dios espiritualmente. Divino Jesús mío, puesto que mis pecados me hacen indigna de recibiros en mi corazón, recibidme, Vos en el vuestro y unidme tan estrechamente a Vos, que nada sea capaz de apartarme un solo instante, abismad mi pequeñez y miseria en la grandeza de vuestras misericordias y transformarme toda en Vos, a fin de que no viva ya más que de Vos, en Vos y por vuestro amor. Venid, único objeto capaz de contentarme, a tomar posesión de este corazón, que es todo vuestro y que no puede estar ni un momento sin Vos.

Yo os doy gracias porque habéis querido daros espiritualmente a mi alma; yo me doy también toda a Vos sin reserva, a fin de que os dignéis hacer en mi cuanto deseéis hacer. Destruid este espíritu de amor propio; humillad cuanto quiera elevarse y anonadad cuanto os haga resistencia.

 

 

 

PARA FINALIZAR

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Santa Margarita María de Alacoque, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

 

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.