LOS
INTERROGANTES DE LA EXISTENCIA HUMANA.
REFLEXIÓN DIARIA DEL COMPENDIO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
(n. 14-15)
14 La
Iglesia quiere ofrecer una contribución de verdad a la cuestión del lugar que
ocupa el hombre en la naturaleza y en la sociedad, escrutada por las
civilizaciones y culturas en las que se expresa la sabiduría de la humanidad.
15 La
orientación que se imprime a la existencia, a la convivencia social y a la
historia, depende, en gran parte, de las respuestas dadas a los interrogantes
sobre el lugar del hombre en la naturaleza y en la sociedad, cuestiones a las
que el presente documento trata de ofrecer su contribución: interrogantes
esencialmente religiosos.
Nuestra fe cristiana se
fundamenta en la revelación de Dios: él mismo se da a conocer a través de
palabras y acontecimientos a los hombres escogiendo al pueblo de Israel,
revelación que alcanza su plenitud en Jesucristo, la Palabra hecha carne.
Sí, se da a conocer: él nos
habla de sí mismo, de su amor a los hombres, de sus designios también nos da
sus mandatos… pero Dios también nos habla de nosotros, de los hombres, nos
enseña el papel que ocupamos en su plan creador y salvífico. Dios, al hacerse
hombre, nos muestra todavía con todo realismo el valor que los hombres tenemos
para él.
La exhortación antigua
“Conócete a ti mismo”, adquiere con la fe cristiana una dimensión divina, pues
Dios mismo al revelarse a sí mismo, nos da la posibilidad de conocernos a
nosotros mismos: criaturas creadas a su imagen y semejanza llamado a la vida de
amistad con él.
La doctrina social de la
Iglesia quiere también ayudarnos en el conocimiento de nosotros mismos, dando
una respuesta a las preguntas fundamentales de la existencia. Preguntas que
sólo desde Dios tienen una respuesta satisfactoria.
Cuando el hombre se
interroga a sí mismo sobre el porqué de las cosas, hace el acto más grande de
su racionalidad y se abre al misterio de Dios. Muchas veces se ha querido
contraponer fe y razón, religión y ciencia, dogma e inteligencia… Contraposición
errónea: la razón, la ciencia, la inteligencia humana se adquiere su mayor valor,
expresión y realización cuando se deja iluminar por Aquel que es la Luz de las
gentes: el Niño Dios nacido en Belén.