Hallarás un remedio eficaz y extraordinario contra los dolores del cuerpo y la
tristeza del alma en la lectura de los Libros sagrados. No existe, a mi modo de
ver, ningún otro lenguaje, por atildado, grandilocuente y florido que sea,
comparable al de la Escritura a la hora de aliviar penas y ahuyentar
preocupaciones. Yo mismo lo he podido comprobar una y otra vez por experiencia.
Efectivamente, encontrándome en ocasiones acosado de infinitas angustias
-entre las que ninguna prolifera tanto como la agitación de esta vida mortal-,
me refugié siempre en las Letras divinas como un asilo seguro y remedio
poderoso para el espíritu acongojado, y di en ellas con el consuelo apetecido,
cumpliéndose mis esperanzas y deseos.
A menudo me he preguntado en mis reflexiones de dónde le vendrán a la
Escritura su virtud persuasiva, el irresistible soplo con que sacude aquienes
la escuchan y su enorme fuerza, capaz de inspirar en todos no sólo meras
opiniones, sino una fe sólida. Y desde luego que no han de atribuirse
semejantes efectos a la evidencia de unas razones que no aduce, ni al arte
primoroso o lenguaje delicado y sugerente que no emplea. ¿No te parece que el
poder persuasivo que la Escritura ejerce sobre nosotros radica en su derivación
de la verdad fontal? ¿De dónde nos viene un conocimiento tan firme, sino de
ella? Como si fuese la autoridad de esa misma verdad la que nos impulsa a creer
en la Escritura.
Pero yo me pregunto ¿Y de dónde ha sacado esa autoridad? Cierto que no
hemos visto a Dios hablar, escribir o enseñar; y sin embargo, creemos
firmemente, como si lo hubiéramos visto, que cuanto leemos en los Libros
sagrados dimanó del Espíritu Santo. Quizá el motivo de nuestra inquebrantable
adhesión a la palabra revelada sea que en ella la verdad resulta segura, aunque
no clara. Y ya se sabe que toda verdad tiene una fuerza persuasiva proporcional
a su grado de certeza. Entonces, ¿por qué no todos creen en el Evangelio? Para
mí, sencillamente: porque no todos se sienten atraídos por Dios. Pero ¿a qué
prolongar el razonamiento? Si creemos con firmeza en la Sagrada Escritura es
porque hemos recibido en lo hondo del alma una inspiración divina.