COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DÍA
MARTES DE LA II DE CUARESMA
Forma
Extraordinaria del Rito Romano
El apóstol
san Pablo nos invita a considerar el Evangelio «no como palabra humana, sino,
cual es en verdad, como Palabra de Dios» (1 Ts 2, 13). De este modo podemos
acoger con fe las advertencias que Jesús dirige a nuestra conciencia, para
asumir un comportamiento acorde con ellas. En el pasaje de hoy, amonesta a los
escribas y fariseos, que en la comunidad desempeñaban el papel de maestros,
porque su conducta estaba abiertamente en contraste con la enseñanza que
proponían a los demás con rigor. Jesús subraya que ellos «dicen, pero no hacen»
(Mt 23, 3); más aún, «lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los
hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar» (Mt 23,
4). Es necesario acoger la buena doctrina, pero se corre el riesgo de
desmentirla con una conducta incoherente. Por esto Jesús dice: «Haced y cumplid
todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen» (Mt 23, 3). La actitud
de Jesús es exactamente la opuesta: él es el primero en practicar el
mandamiento del amor, que enseña a todos, y puede decir que es un peso ligero y
suave precisamente porque nos ayuda a llevarlo juntamente con él (cf. Mt 11,
29-30).
Pensando en
los maestros que oprimen la libertad de los demás en nombre de su propia
autoridad, san Buenaventura indica quién es el auténtico Maestro, afirmando:
«Nadie puede enseñar, ni obrar, ni alcanzar las verdades conocibles sin que
esté presente el Hijo de Dios» (Sermo I de Tempore, Dom. XXII post Pentecosten,
Opera omnia, IX, Quaracchi, 1901, p. 442). «Jesús se sienta en la “cátedra”
como el Moisés más grande, que extiende la Alianza a todos los pueblos» (Jesús
de Nazaret, Madrid 2007, p. 93). ¡Él es nuestro verdadero y único Maestro! Por
ello, estamos llamados a seguir al Hijo de Dios, al Verbo encarnado, que
manifiesta la verdad de su enseñanza a través de la fidelidad a la voluntad del
Padre, a través del don de sí mismo. Escribe el beato Antonio Rosmini: «El
primer maestro forma a todos los demás maestros, del mismo modo que forma a los
discípulos, porque [tanto unos como otros] existen sólo en virtud de ese tácito
pero poderosísimo magisterio» (Idea della Sapienza, 82, en: Introduzione alla
filosofia, vol. II, Roma 1934, p. 143). Jesús condena enérgicamente también la
vanagloria y asegura que obrar «para que los vea la gente» (Mt 23, 5) pone a
merced de la aprobación humana, amenazando los valores que fundan la
autenticidad de la persona.
Queridos
amigos, el Señor Jesús se presentó al mundo como siervo, se despojó totalmente
de sí mismo y se rebajó hasta dar en la cruz la más elocuente lección de
humildad y de amor. De su ejemplo brota la propuesta de vida: «El primero entre
vosotros será vuestro servidor» (Mt 23, 11).
Benedicto XVI, 30 de octubre de 2011