¡OH, DUREZA DE CORAZONES
HUMANOS!
¡Oh,
los que estáis acostumbrados a deleites y contentos y regalos y a hacer siempre
vuestra voluntad, tened lástima de vosotros!, acordaos de que habéis de estar
sujetos siempre sin fin a las furias infernales. Mirad, mirad, que os ruega
ahora el Juez que os ha de condenar, y que no tenéis un solo momento segura la
vida; ¿por qué no queréis vivir para siempre? ¡Oh, dureza de corazones humanos!
¡Ablándelos vuestra inmensa piedad, mi Dios! (E 10).