"¡Oh Rey de las naciones! cada día
te vas aproximando más a Belén, donde habrás de nacer. El viaje se acerca a su
fin, y tu augusta Madre, animada y fortalecida con tal dulce carga, camina en
constante coloquio contigo. Adora ella tu divina majestad y da gracias por tu
misericordia; se alegra de haber sido elegida para la sublime misión de servir
de Madre a todo un Dios. Desea y goza ya del momento en que te contemplará con
sus propios ojos. ¿Cómo podrá servir dignamente a tu soberana grandeza, la que
se considera como la última de las criaturas? ¿Osará levantarte en sus brazos,
estrecharte contra su corazón, amamantarte en su humano regazo? Y con todo eso,
al pensar que se avecina la hora en que, sin dejar de ser su hijo, vas a salir
de ella y reclamar todos los cuidados de su ternura, su corazón desfallece, y
al unirse su amor materno con el amor que tiene a su Dios, está a punto de
expirar en aquella desigual lucha de la débil naturaleza humana con los más
fuertes y poderosos afectos reunidos en un mismo corazón. Pero tú la sostienes
¡oh Deseado de las naciones! porque quieres que llegue a ese momento feliz en
que dé a la tierra su Salvador, y a los hombres la Piedra angular que los ha de
unir en una sola familia. ¡Bendito seas, oh Rey divino, por las maravillas de
tu poder y de tu bondad! Ven cuanto antes a salvarnos, acordándote del amor que
tienes al hombre por haber salido de tus manos. Ven, pues tu obra ha
degenerado; ha caído en la perdición y la muerte la ha invadido: tómala de
nuevo en tus poderosas manos y rehazla; sálvala; pues la continúas amando y no
te avergüenzas de lo que has hecho".
Dom Próspero Guéranger, El Año Litúrgico
Oh Rey de las naciones
y Deseado de los pueblos,
Piedra angular de la
Iglesia,
que haces de dos
pueblos uno solo,
¡ven y salva al hombre
que formaste del barro de la tierra!
V/. Derramad, cielos, desde lo alto vuestro rocío y las
nubes lluevan al Justo.
R/. Que se abra la tierra y brote el Salvador.
ORACIÓN. Señor Dios, que con la venida de
tu Hijo has querido redimir al hombre sentenciado a muerte; concede a los que
van a adorarlo, hecho niño en Belén, participar de los bienes de su redención.
Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.