“¡Oh Hijo de David, heredero de su trono
y de su poderío! en tu triunfal marcha vas recorriendo una tierra sometida en
otros tiempos a tu antepasado, y hoy esclavizada por los Gentiles. En el camino
reconoces por todas partes tantos lugares que fueron testigos de las maravillas
de la justicia y de la misericordia de tu Padre Dios para con su pueblo, en
tiempos de la Antigua Alianza que llega a su fin. Pronto será retirado el velo
virginal que te envuelve y emprenderás nuevos viajes cruzando esas mismas
tierras; las recorrerás haciendo el bien, curando toda clase de miserias y
enfermedades, y ello sin tener donde descansar tu cabeza. Al menos, hoy el seno
materno te ofrece aún un dulce y tranquilo refugio, donde recibes únicamente
las demostraciones del más tierno y respetuoso amor. Pero, es necesario, Señor,
que salgas de ese feliz retiro; es necesario, oh Luz eterna, que brilles en
medio de las tinieblas, porque el cautivo a quien has venido a libertar
yacesumido en las mazmorras. Está sentado en las sombras de la muerte y va a
perecer en ellas si no vienes con prontitud a abrir sus puertas con tu Llave
omnipotente.
¡Oh Jesús!, este cautivo es el género
humano, esclavo de sus vicios y sus errores; ven a romper el yugo que le abruma
y degrada; ese cautivo es nuestro propio corazón, esclavizado con demasiada
frecuencia por sus malas inclinaciones: ven, oh divino Libertador, a liberar
todo lo que por tu gracia has querido crear libre, y a volvernos a elevar a la
dignidad de hermanos tuyos”.
Dom Próspero Guéranger, El Año Litúrgico
Oh Llave de David y
Cetro de la casa de Israel,
que abres y nadie
puede cerrar,
cierras y nadie puede
abrir,
¡ven y libra los
cautivos que viven en tinieblas
y en sombra de muerte!
V/. Derramad, cielos, desde lo alto vuestro rocío y las nubes lluevan al
Justo.
R/. Que se abra la tierra y brote el Salvador.
R/. Que se abra la tierra y brote el Salvador.
ORACIÓN. Señor y Dios nuestro, a cuyo designio se
sometió la Virgen Inmaculada aceptando, al anunciárselo el ángel, encarnar en
su seno a tu Hijo: tú que la has transformado, por obra del Espíritu Santo, en
templo de tu divinidad, concédenos, siguiendo su ejemplo, la gracia de aceptar
tus designios con humildad de corazón. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
Amén.