¡OH REY
MÍO!
¡Oh Señor mío! ¡Oh Rey mío! ¡Quién supiera ahora manifestar
la majestad que tenéis! Es imposible dejar de ver que sois gran Emperador en
Vos mismo, que anonada mirar esta Majestad; pero aún anonada más, Señor, mirar
vuestra humildad junto a vuestra Majestad y el amor que demostráis a una como
yo.