jueves, 30 de enero de 2025

INSTRUCCIÓN QUE SANTA TERESA DE JESÚS DA A UNA DE SUS MÁS TIERNAS HIJAS. San Enrique de Ossó

 

Instrucción que santa Teresa de Jesús

da a una de sus más tiernas hijas

mostrándole las caricias y regalos

que más estima el buen Jesús.

 

La Santa. Jesús quiere vivir en tu corazón, hija mía, y te ama más que nadie de este mundo. ¿Le amas tú también sobre todas las cosas?

 

Hija. Sí, Madre mía, le amo con todo mi corazón, y por una sola cosa suspiro, que es por ser toda de Jesús.

 

S. Pues eso mismo es lo que yo pretendo de ti; que seas toda de Jesús, así como Jesús es todo tuyo. Mas no habrás quizá reflexionado que a las más jovencitas de mis hijas ama el divino Jesús con más tierno amor.

 

H. ¿Por qué esto, Madre mía?

 

S. Porque tu corazón es más inocente y puro; el mundo y el demonio apenas han entrado en él y el buen Jesús, divino jardinero de las almas, se complace sobremanera en cultivar los arbolillos más tiernos que Él plantó y después regó con su sangre; y los frutos que dan estos arbolitos, que sois vosotras, las almas inocentes, le son más sabrosos.

 

H. Ahora comprendo, Madre mía, por qué el mundo y el demonio trabajan tanto para seducir a la juventud: quisieran ellos deshojar esas flores y coger esos frutos del árbol de nuestro corazón porque son los primeros, más hermosos y de mayor precio; mas no lo han de lograr de vuestra hija, porque yo quiero ser toda de Jesús, y en mi corazón jamás han de tener parte el mundo o Lucifer.

 

S. ¡Cuánto me complacen tus generosos y altos deseos! Mas ¡ay, hija mía, cuánto temo por ti!

 

H. ¿Por qué, Madre mía? ¿Acaso con Jesús y con vos no lo podré todo? ¿Quién peleará contra mí, que no lleve las manos a la cabeza?

 

S. Pero atiende, hija mía de mi alma, eres joven inexperta, y el mundo está lleno de lazos para robarte el amor de Jesús; y el demonio anda a tu alrededor dando vueltas como león rugiente para borrar de tu alma la divina inscripción Viva Jesús. Temo, pues, por tu inconstancia e inexperiencia, y porque eres mujer y por lo mismo de condición débil y frágil.

 

H. Mas ya seré fuerte con la gracia de Dios. ¿No decís vos, que seremos tan varoniles vuestras hijas que espantaremos a los hombres si somos animosas?, ¿qué hay imposible al que todo lo puede? Su Majestad nos hizo de nada; ¿no podrá hacernos ahora santas, grandes santas?

 

S. Es cierto, hija mía, y me complazco en ver tus grandes deseos. Tú serás un día, si perseveras, una perfecta hija mía, porque no eres alma arrinconada, ni tienes el corazón apretado. Procura comunicar ese espíritu a tus hermanitas, porque, entre las hijas de Teresa de Jesús ya sabes que no debe haber medianías: o almas que aspiran a ser santas, grandes santas, o almas arrinconadas, que nunca harán nada de provecho para sí, y por los intereses de Jesús.

 

H. Reconozco como vos, Madre mía, que estoy hecha una imperfección, menos en los deseos y en el amor. En esto de deseos siempre los quiero tener grandes como vos mandáis, aunque pequeñita, pretendo que nadie me gane en amar a Jesús de Teresa y a Teresa de Jesús.

 

S. Cuenta con toda mi protección, hija mía, en esta noble empresa, tan digna de un corazón católico y español. Sienta muy bien en corazones juveniles tener grandes deseos: propios es de doncellas españolas que tienen conciencia de su dignidad, aspirar a lo mejor, a lo más perfecto: deja para las jóvenes que no saben apreciar lo que vale el ser católicas y españolas, y que no llevan por lo mismo el honroso dictado de hijas de María y Teresa de Jesús, deja, digo, para esas miserables el que amen la vanidad y vayan en pos de la mentira envileciéndose y empequeñeciendo su corazón con el amor de las naderías y ruindades del siglo. Almas reales, corazones nobles han de suspirar tan solo por la verdadera grandeza, que se encuentra en el amor y servicio de Jesús.

 

H. ¡Cuánto me alientan estas palabras, y me anima vuestro ejemplo y el saber que me amáis y me ayudáis en mi sublime empresa, oh dulce Madre mía, santa Teresa de Jesús! O santa, o nada he de ser, porque quiero ser toda de Jesús.

 

S. ¿Te consuela, hija mía, el saber que yo te amo? ¿Te anima el ser toda de Jesús? pues atiende, aún te animará más lo que voy a referirte del Niño Jesús.

 

H. Decídmelo, Madre mía, pues todo lo que es del Niño Jesús me enamora y encanta.

 

S. Pues oye un sucedido a mí, que te demostrará una vez más cuánto te ama por ser jovencita el buen Jesús. Era yo vieja y cansada, y salía del coro con todas las religiosas; delante de mí iba una sobrinita mía, jovencita, llamada Beatriz; hacían todas reverencia a una imagen muy devota del buen Jesús, y no bien inclinó la cabeza mi sobrinita cuando Jesús le volvió el saludo haciéndole una inclinación. No cabía en mí de gozo, esperando ser correspondida del buen Jesús como mi sobrinita, al hacerle igual reverencia. Mas ¡oh desengaño! viendo que el buen Jesús no me correspondía, un tanto amostazada hube de exclamar: ¡Jesús!, ¡qué cosa es ser vieja! Es verdad hija mía, que siempre fue en extremo cariñoso el buen Jesús conmigo, pues como mi alma era amorosa, castigaba mis pecados con grandes mercedes; pero te recuerdo este hecho para persuadirte cuánto ama el buen Jesús a las almas inocentes, para que te animes a hacerle muchos obsequios, y así merecer sus caricias y regalos, y sobre todo la perseverancia en su amor. Jesús es muy galante y caballero, hija mía, hijo de muy nobles padres, y jamás consiente ser vencido en la cuestión de amor. Si tú le haces obsequios como a uno, Él te lo remunerará como a mil.

 

H. Es verdad lo que me decís, Madre mía; he gustado ya y visto por experiencia cuán suave es el Señor; cuán bueno para el alma que le busca, cuán largo en remunerar el más leve servicio: por eso quiero servir siempre a un Señor tan dadivoso y magnifico.

 

S. Mas no sabrás tal vez, hija mía, cuáles son los gustos de tu Jesús, y querrás regalarle y acariciarle mucho en tu afán de ser toda de Jesús.

 

H. Joven sin experiencia, es verdad, Madre mía, que necesito para acertar a dar gusto a Jesús, que Vos, que sois toda de Jesús, me indiquéis los medios más a propósito para agradarle.

 

S. Pues escucha atentamente y practica con fidelidad los consejos que voy a darte. El buen Jesús, como niño que se hizo por tu amor, gusta, como todos los niños, de que se le prodiguen caricias y atenciones. Está triste, además, el buen Jesús al verse tan mal correspondido de los hombres; ¿no querrás tú, hija mía, consolarle con tus caricias?

 

H. Sí, Madre querida, preparado está mi corazón para hacer toda clase de sacrificios para contentar al buen Jesús. ¿Por ventura no es Él el Amado de mi alma, mi Jesús, todas las cosas? Todo, pues, por Jesús: mi vida, mi alma, cuanto valgo y cuanto soy.

 

S. Sí, hija mía todo por Jesús. Este ha de ser el fin que debes proponerte en todas tus cosas. Y lograrás fin tan alto cumplidamente si con el fruto que Jesús te inspire en la oración le haces una de las caricias que te ofrezco cada día del mes. A esas tus caricias al Niño Jesús corresponderá con otros tantos regalitos el divino Infante. Yo solamente te apuntaré algunas, dejando a tu ingenioso amor que discurra otra. No temas excederte en las caricias a tu amado Jesús, pues por cada una, como antes te advertía, Él te retornará cien mil.

 

Mas debo advertirte una cosa respecto a los regalitos que hace Jesús a las almas que le aman, y conviene muy mucho lo tengas siempre presente, a fin de que no desmaye tu corazón, ni abandones su servicio, ni murmures de su amorosa providencia.

 

H. ¿Qué advertencia es esa tan importante, Madre mía? Decidla, que no la quiero nunca olvidar.

 

S. Esta advertencia es que el buen Jesús acostumbra a pagar los servicios que se le hace con grandes trabajos, y estos son los regalos más exquisitos y de mayor precio que reserva Jesús a los que le aman.

 

Así se portaba siempre conmigo y con todos sus amantes, y esta es la causa que muchas almas que no comprendan el valor de los trabajos se aparten de la amistad de Jesús y se pierdan. Así se lo advertí a mi amado Jesús en cierta ocasión con llaneza.

 

H. ¿Cuándo fue eso, Madre mía?

 

S. Cuando al ir a Burgos para fundar, después de insoportables trabajos de frío y otros que sufrí por el camino, al apearme del carro y lastimarme el pie exclamé: ¡Jesús!, ¡Después de tantos trabajos, ahora este! Respondiome mi Amado Jesús: Teresa, así pago Yo a mis amigos. Y yo le hice notar, replicándole con viveza: Por eso, Señor, tenéis tan pocos. Prepárate, pues hija mía, a recibir entre los muchos regalitos dulces de tu Jesús, alguno amargo, o sea algún trabajo, alguna pequeña cruz. Así pagará el buen Jesús tus caricias y tus servicios; así probará si eres buena para ser su amiga y comunicarte sus secretos. Por ello el último de los regalitos que te indico es el que te habla de trabajos, de cruces. No te desalientes, pues, si Jesús, como Padre amoroso, te hace partícipe de su cruz, porque señal es que te quiere por su íntima y más allegada amiga.

 

H. Después que he contemplado a Jesús abrazado con la cruz en el pesebre hasta el Calvario; después de haberos oído a vos, Madre mía, exclamar continuamente: O morir o padecer, he conocido que los trabajos son los regalitos más delicados, de mayor precio, que Jesús tiene reservados a las almas que más ama. Prefiero aquí padecer con Jesús un poquito de tiempo para gozar eternamente con Él, que no gozar un instante, y después penar eternamente separada de su divina presencia.

 

S. Discurres muy sabiamente, hija mía. Ya que has escogido breve penar para eternamente gozar, venga lo que venga, nada te espante. Jesús estará contigo en la tribulación para probarte: Jesús te dará las lágrimas con medida, y verás por fin cómo te engolosinarás con la amargura de la cruz, con su gracia, mejor que los mundanos se engolosinan con los sucios deleites de esta vida. Todo por Jesús y adelante, y venga lo que venga, nada te espante. Da caricias al buen Jesús y recibirás regalitos de su amor hasta ser toda de Jesús en el cielo, donde te espero con Jesús, María Inmaculada y mi señor y padre san José. Ven, hija mía, al cielo, ven abrazada con la cruz.

 

H. Voy, Madre mía, haciendo caricias a mi amado Jesús, y recibiendo sus regalitos, los que Él quiera.

S. Pues ahí tienes unas cuantas caricias al Niño Jesús, que contigo podrán hacerle también las almas que quieran probarle su amor, y consolarle y desagraviarle en el desvío que experimenta de muchos corazones. 

 

Caricias al Niño Jesús

 

Día 1. Haz una visita a Jesús en el Santísimo Sacramento, diciéndole muchas veces: Vuestra soy, para Vos nací, ¿qué queréis, Señor, de mí? Este Corderito que en la Hostia está, para mí lo quiero y para mí será.

 

Día 2. Al despertarte por la mañana, salta inmediatamente de la cama sin dejarte dominar de la pereza, y di tres veces: Jesús, José y María, yo os doy el corazón y el alma mía.

 

Día 3. No hables con los demás sin antes pensarlo bien y encomendarlo al Señor.

 

Día 4. Oye la santa Misa por la conversión del alma que más vivamente desea el buen Jesús.

 

Día 5. Al salir de la escuela, marcha directamente a casa sin entretenerte a conversar con tus amiguitas.

 

Día 6. Obedece a tus padres y superiores en todo lo que manden, sin replicar.

 

Día 7. No te pongas el vestido que más te guste, hoy o el día de fiesta inmediato, por mortificar tu vanidad.

 

Día 8. Si te molesta el frío o el calor, súfrelo callando por el Niño Jesús, y di: Todo por Jesús.

 

Día 9. Ayuna, o abstente de comer fuera de las horas, para calmar el hambre del Niño Jesús.

 

Día 10. Si estás reñida con alguna niña o niño, salúdale hoy y vuelve las paces con él, y si no, ruega por los que te quieren mal o están enemistados.

 

Día 11. Di muchas veces: Jesús mío, hazme santa y dame el cielo.

 

Día 12. Lo que hoy has de merendar, dalo a los pobres por el amor del Niño Jesús. –Cada semana procura ahorrar, con el permiso de tus padres, algún dinerillo, para gastarlo al fin del año en una obra santa en obsequio del Niño Jesús.

 

Día 13. Por el amor del Niño Jesús, apártate de tus compañeros, y vive retirada en tu casa pensando cuánto te ama el Niño Jesús.

 

Día 14. Enseña la doctrina cristiana a tus hermanitos y amigas, o llévales al templo para que la aprendan.

 

Día 15. Haz hoy el cuarto de hora de oración delante de Jesús Sacramentado, con los ojitos bajos o cerrados, y repite muchas veces: Jesús mío, misericordia; Jesús mío, misericordia por los pobrecitos pecadores.

 

Día 16. No seas curiosa en preguntar cosas que no te importan. Calla y obedece. Día 17. No desees ver ni ser vista.

 

Día 18. No murmures de ninguna de tus amigas.

 

Día 19. Prívate hoy por amor del Niño Jesús de ir a paseo con tus compañeras. Día 20. Cuando tengas sed no bebas al momento.

 

Día 21. Abstente del juego con tus amigas por amor del Niño Jesús.

 

Día 22. Haz una cruz en tierra con la lengua, por las veces que has murmurado, y di: Viva Jesús, muera el pecado.

 

Día 23. Hoy mirarás al cielo varias veces, y dirás: Oh hermoso cielo, donde está mi amado Niño Jesús, ¿cuándo te poseeré?

 

Día 24. Al acostarte, represéntate al Niño Jesús, recostado en el pesebre sobre pajas, y di: ¡Ay Jesús mío! ¡Cuán diferente es mi lecho del tuyo!

 

Día 25. Al divisar una iglesia exclama: Os amo Jesús mío, con todo mi corazón, y deseo mucho recibiros: venid a mi corazón; vuestro soy; yo os abrazo; no os ausentéis de mí.

 

Día 26. Al oír una blasfemia exclama: Bendito y alabado sea mil veces mi querido Niño Jesús. Viva Jesús, muera el pecado.

 

Día 27. Lleva a confesar a una niña que hace tiempo que no se confesó.

 

Día 28. No estés hoy ni un momento ociosa, ofreciendo tus obras al Niño Jesús. Todo por Jesús.

 

Día 29. Besa tres veces la tierra, diciendo en cada una: Viva Jesús mi amor, y María mi esperanza, y José mi protector.

 

Día 30. Renueva tu propósito de ser de Jesús, ofreciéndole todo cuanto tienes y vales, repitiendo muchas veces: Viva Jesús; yo soy toda de Jesús.

 

Día último. Repite muchas veces: Jesús mío, misericordia por todos los pecadores. Os amo, Jesús mío, por todos los que no os aman. Os adoro y glorifico por todos los que os agravian.

 

Regalitos del Niño Jesús

a las almas que le acarician

 

1.           Mucha paz y tranquilidad interior de conciencia.

2.           Menosprecio de las vanidades y miserias del mundo.

3.           Celo por la salvación de las almas.

4.           Esperanza grande del cielo.

5.           Simpatía santa hacia el divino Niño Jesús, y deseo grande de que sea conocido y amado de todos los corazones.

6.           Dolor en la confesión y odio grande al pecado.

7.           Facilidad en obedecer prontamente a los padres y superiores.

8.           Fervor y constancia en la oración.

9.           Amabilidad para tratar a tus hermanitas y amigas.

10.     Paciencia en las enfermedades y trabajos.

11.     Celo por la Iglesia de Jesucristo.

12.     Corazón de madre para todos los demás.

13.     Corazón de juez para contigo misma.

14.     Afecto filial a María Santísima.

15.     Tierna devoción al señor san José.

16.     Esperanza en la divina misericordia

17.     Gozo espiritual en las obras de piedad.

18.     Largueza en socorrer a los pobres.

19.     Un corazón manso y humilde.

20.     Firmeza incontrastable en las creencias de la Iglesia.

21.     Modestia en el hablar y obrar.

22.     Pureza en los pensamientos, palabras y obras.

23.     Alma grande y corazón generoso para con Dios y escaso para las cosas del mundo.

24.     Firme resolución de morir mil muertes antes que ofender a Dios.

25.     Facilidad en todas tus labores.

26.     Ansias vivas por calmar todos los padecimientos del divino Niño Jesús, y reparar las injurias y desamor de los hombres.

27.     Pureza y rectitud de intención en todas las cosas.

28.     Gran deseo de recibirle en la Comunión.

29.     Amor y adhesión inquebrantable al Sumo Pontífice, vicario de Jesucristo.

30.     Cruces de trabajos, enfermedades, contradicciones, calumnias, pobreza, murmuraciones y muerte, con amor, resignación y paciencia.

 

Nada te turbe,

Nada te espante,

Todo se pasa,

Dios no se muda;

La paciencia

Todo lo alcanza;

Quien a Dios tiene

Nada le falta;

Solo Dios basta.