jueves, 9 de enero de 2025

10. SUEÑO Y ENSUEÑOS DEL NIÑO JESÚS. San Enrique de Ossó

Meditación X

Sueño y ensueños del Niño Jesús.

 

¡VIVA JESÚS!

Ó SEA

MEDITACIONES

SOBRE

LA INFANCIA Y VIDA OCULTA DE JESUCRISTO

San Enrique de Ossó, presbítero

 

Oración preparatoria

para antes de la meditación.

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en quien creo y espero, a quien adoro y amo con todo mi corazón y me pesa de haberos ofendido, por ser bondad infinita, a Vos consagro este cuarto de hora de oración para que me deis gracia eficaz para conocerme y conoceros, amaros siempre más que todos los corazones, y haceros amar por todos. ¡Oh Padre eterno, oh María Inmaculada! dadme a conocer a vuestro Hijo Jesús, señor san José y santa Teresa de Jesús, descubrid a mi alma los encantos y perfecciones de vuestro Jesús, para enamorarme de sus bondades y hermosura, y ser toda de Jesús ahora y siempre. Amén.

 

Composición de lugar.

Imagina que se te presenta el divino Niño Jesús bajo la forma agraciada de pastorcillo de las almas, que tiene en su mano la marca que dice: ¡Viva Jesús! Imagínate tú, su ovejuela, hasta hoy descarriada, postrada a sus pies, convertida y desengañada, y que le pides que te marque por suya y grabe en tu exterior, y en lo más íntimo del corazón: Viva Jesús mi amor: soy toda de Jesús mi Redentor.

 

***

Meditación X

Sueño y ensueños del Niño Jesús.

 

Punto primero. Es el sueño imagen de la muerte, y en los mortales una necesidad. Mas Cristo Jesús, autor de la vida, Rey inmortal de los siglos, no debía dormir, pero como hombre quiso cargar con esta miseria. Mas ¡cuán diferente era su sueño del de los otros niños! Estos, mientras duermen, no tienen el uso libre de sus facultades; mas Jesús, unida su alma a la persona del Verbo, conocía, amaba, era bienaventurado. “Yo duermo, decía el Niño Jesús mejor que la esposa santa; mas vela mi corazón”. ¿Qué mucho, hija o hijo mío, que así fuese, si yo tu Madre, pobre mujer y ruin, en los últimos años de mi vida pude asegurar que aun durmiendo mi alma estaba en oración amando y contemplando a mi Dios?... Agradece, hija o hijo mío, esta fineza, y vive tranquila, pues Jesús que guarda tu alma, no dormirá ni dormitará nunca, descuidando el socorro de tus necesidades. Y tú, hija o hijo mío, ¿tienes regulado tu sueño? ¿Cuántas horas de vida te roba el sueño? ¿Cuántas veces tu ángel santo te ha reconvenido por hallarte durmiendo las horas que debías dedicar a la oración o a otras ocupaciones santas? Es una miseria de la vida, de la que debes procurar librarte, dándole lo necesario, que son seis o siete horas, al sueño y menos si te es posible. No seas dormilona, hija o hijo mío, y tendrás siempre tiempo de sobras para orar y trabajar, y además vivirás más sana. Sobre todo toma la costumbre santa de acostarte tempranito y madrugar de mañana para hacer tu cuarto de hora, oír la santa Misa y cumplir con tus devociones. Así tu vida será ordenada, y ganarás mucho para el cielo. ¡Fuera pereza! Viva Jesús.

 

Punto segundo. Jesús no solo dormía para dar descanso a su cuerpo, sino que soñaba muchas veces. ¿Qué soñaba Jesús? Es el sueño un espejo del alma. Soñamos por lo común las cosas que amamos. ¿No has visto alguna vez la bellísima imagen del Niño Jesús dormido sobre una cruz, y los ángeles rodeando su cuna presentándole los trofeos de su pasión y cómo alarga el Niño sus manecitas, y sonríe a vista de estos dolorosos trofeos como se alegran los otros niños cuando sueñan con sus juguetes? Soñaba Jesús la cruz, los clavos, la corona de espinas... la sangre derramada... todos los beneficios que debía hacer a los hombres, y las ingratitudes con que le habían de corresponder... Soñaba en José y María, a quienes más amaba... y lo que no habías tal vez jamás pensado, soñaba también en ti, hija mía... Como te amaba y te ama tanto el buen Jesús, más que ningún amante ama a su amado, tenía fijos los ojos en ti y ofrecía al eterno Padre este cuarto de hora de oración que haces todos los días con las demás buenas obras; presentaba tus súplicas; pedía perdón por tus pecados, y para que tú y todos los hombres no durmieseis jamás el sueño del pecado y de la muerte. ¡Cuán feliz debes reputarte al reflexionar que siendo vil y despreciable gusanillo, que apenas nadie se acuerda y hace caso de ti en este mundo en que vives, antes que existieses, el Hijo de Dios, el Niño Jesús, pensaba en ti, te amaba, y pedía gracias por ti! Agradece tanta fineza, y no pares en tu deseo de ser toda de Jesús, hasta que enamorada de Jesús no pienses, ni vivas, ni ames, ni sueñes más que con Jesús, y puedas decir con verdad. Yo duermo y vela mi corazón amando a Jesús.

 

Fruto. Todas las noches al acostarme pensaré en el Niño Jesús dormido, y le pediré vele mi sueño y me preserve de todo mal. Me acostaré con gran modestia como si me mirase Jesús. Todo por Jesús.

 

Padre nuestro y la oración final.

 

 

Oración final para todos los días.

Os doy gracias, Jesús de mi corazón, por el conocimiento y amor de Vos que me habéis comunicado en este cuarto de hora de oración, y por los santos propósitos que me habéis inspirado para conoceros y amaros y haceros conocer y amar de otros corazones… Os lo ofrezco todo a vuestra mayor honra y gloria… ¡Oh Padre eterno! Por María, por José y Teresa de Jesús, dadme gracia para decir siempre con toda verdad: Viva Jesús mi amor; soy toda de Jesús en vida, en muerte y por toda la eternidad. Amén.

 

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.