miércoles, 8 de enero de 2025

9. LOS PASTORES Y LOS NIÑOS DE BELÉN. SAN Enrique de Ossó

Meditación IX

Los pastores y los niños de Belén

 

¡VIVA JESÚS!

Ó SEA

MEDITACIONES

SOBRE

LA INFANCIA Y VIDA OCULTA DE JESUCRISTO

San Enrique de Ossó, presbítero

 

Oración preparatoria

para antes de la meditación.

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en quien creo y espero, a quien adoro y amo con todo mi corazón y me pesa de haberos ofendido, por ser bondad infinita, a Vos consagro este cuarto de hora de oración para que me deis gracia eficaz para conocerme y conoceros, amaros siempre más que todos los corazones, y haceros amar por todos. ¡Oh Padre eterno, oh María Inmaculada! dadme a conocer a vuestro Hijo Jesús, señor san José y santa Teresa de Jesús, descubrid a mi alma los encantos y perfecciones de vuestro Jesús, para enamorarme de sus bondades y hermosura, y ser toda de Jesús ahora y siempre. Amén.

 

Composición de lugar.

Imagina que se te presenta el divino Niño Jesús bajo la forma agraciada de pastorcillo de las almas, que tiene en su mano la marca que dice: ¡Viva Jesús! Imagínate tú, su ovejuela, hasta hoy descarriada, postrada a sus pies, convertida y desengañada, y que le pides que te marque por suya y grabe en tu exterior, y en lo más íntimo del corazón: Viva Jesús mi amor: soy toda de Jesús mi Redentor.

 

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Meditación IX

Los pastores y los niños de Belén

 

Punto primero. Después de nacido el divino Jesús un ángel habló a los pastores diciéndoles: “Os anuncio un gran gozo, y es que os ha nacido hoy el Salvador en Belén, y os doy por señal que hallaréis al Infante envuelto en pañales y reclinado en un pesebre”. Y dicho esto, con otra multitud de ángeles cantaron: “¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!” Al oír esta gozosa nueva los pastores se decían unos a otros: “Pasemos a Belén y veamos la palabra que se nos ha dicho”. Y vinieron deprisa y hallaron al Niño Jesús, como se les había anunciado. Exclama también tú, hija mía o hijo mío, haciendo coro con los sencillos pastores: Vamos, alma mía a Belén, a contemplar lo que se nos ha dicho… Vamos a Belén, ojos míos, a mirar al agraciado Niño Jesús… Vamos a Belén, oídos míos, a oír las lecciones de virtud que nos da… Vamos a Belén lengua mía, a adorar y besar los piececitos del tierno Infante… Vamos, sentidos míos, a gustar sus dulzuras, a abrazarle y regalarle… Pero sobre todo tú, corazón mío, marcha a Belén y no te muevas ya más del lado del Niño Dios hasta que te haga semejante al suyo, abrasado en divino amor.

 

Punto segundo. Con los pastores fueron también sus hijitos y las zagalas a admirar tan singular prodigio. Si no te gusta ir con los pastores, forma coro con las graciosas zagalas… ¡Qué alegres andan en busca de Jesús! Escucha la conversación que llevan por el camino sobre quién será este Niño… ¡Cómo se desafían para llegar la primera… corren, vuelan por adorar a Jesús! ¡Ah hija o hijo mío, cómo condenan tu pereza, tu falta de amor a Jesús por visitarle en el templo!

 

Punto tercero. Observa que estas intrépidas zagalas y los hijitos de los pastores (como todos los niños) quieren ser los primeros, y pasan delante de todos para formar en primera fila, y contemplar más de cerca al divino Jesús... No seas encogida, hija o hijo mío, y no seas alma arrinconada: imita a estas animosas zagalas, y pasa delante de todos para mejor contemplar a Jesús, y para que su mirada y sus caricias primero lleguen a ti que a todos los demás. Dile al tierno Infante recostado en tu corazón: ¡Oh mi divino Jesús! si me mirases, o a lo menos sonrieses y mostrases agrado por mis caricias, como lo hiciste con las zagalas y niños de los pastores de Belén! ¡Cuán presto se derretiría mi duro corazón en tu amor! ¡Cómo, a semejanza de estas afortunadas jóvenes y niños, contaría a otros tus gracias, lo que de ti he visto y oído, y los atraería a ti, hasta hacerlos arrodillar a los pies de tu cuna para adorarte! ¿Qué perderías en ello, Jesús mío de mi alma? ¿No ganarán mucho tus intereses si a mí, que quiero ser tu más valiente zagala y añagaza, como mi Madre Teresa, me comunicaras una centellica de tu amor, que arda y bulla de continuo en mi pecho, y me desasosiegue y me consuma y me desviva por hacerte conocer y amar?... ¡Con gusto y acierto trabajaría por rodear tu cuna de corazones jóvenes como el mío, para que te calentasen y te hiciesen más llevaderas las horas de soledad, el abandono en que te dejan los hombres! No me levantaré de vuestros pies, oh María Inmaculada y san José, hasta que me alcancéis este favor: ¿Por ventura no lo deseáis vosotros más que yo misma?... Ayudadme, pues, haciéndome toda de Jesús. ¡Oh divino Niño Jesús! Robador de corazones, ¿por qué no robáis el mío, el cual, enseñado el modo con que me lo robas, yo robaré miles de miles, todos para ti, pues ya son tuyos? A lo menos no te falte jamás el mío. Amén.

 

Fruto. Postrada a los pies del divino Infante, repite muchas veces: Jesús mío, haz mi corazón como el tuyo para cazar muchos corazones en las redes de tu amor.

 

Padre nuestro y la oración final.

 

Oración final para todos los días.

Os doy gracias, Jesús de mi corazón, por el conocimiento y amor de Vos que me habéis comunicado en este cuarto de hora de oración, y por los santos propósitos que me habéis inspirado para conoceros y amaros y haceros conocer y amar de otros corazones… Os lo ofrezco todo a vuestra mayor honra y gloria… ¡Oh Padre eterno! Por María, por José y Teresa de Jesús, dadme gracia para decir siempre con toda verdad: Viva Jesús mi amor; soy toda de Jesús en vida, en muerte y por toda la eternidad. Amén.

 

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.