domingo, 5 de enero de 2025

6. LA DIVINA CARCELERA. SAN ENRIQUE DE OSSÓ

 

Meditación VI

La divina carcelera

 

¡VIVA JESÚS!

Ó SEA

MEDITACIONES

SOBRE

LA INFANCIA Y VIDA OCULTA DE JESUCRISTO

San Enrique de Ossó, presbítero

 

Oración preparatoria

para antes de la meditación.

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en quien creo y espero, a quien adoro y amo con todo mi corazón y me pesa de haberos ofendido, por ser bondad infinita, a Vos consagro este cuarto de hora de oración para que me deis gracia eficaz para conocerme y conoceros, amaros siempre más que todos los corazones, y haceros amar por todos. ¡Oh Padre eterno, oh María Inmaculada! dadme a conocer a vuestro Hijo Jesús, señor san José y santa Teresa de Jesús, descubrid a mi alma los encantos y perfecciones de vuestro Jesús, para enamorarme de sus bondades y hermosura, y ser toda de Jesús ahora y siempre. Amén.

 

Composición de lugar.

Imagina que se te presenta el divino Niño Jesús bajo la forma agraciada de pastorcillo de las almas, que tiene en su mano la marca que dice: ¡Viva Jesús! Imagínate tú, su ovejuela, hasta hoy descarriada, postrada a sus pies, convertida y desengañada, y que le pides que te marque por suya y grabe en tu exterior, y en lo más íntimo del corazón: Viva Jesús mi amor: soy toda de Jesús mi Redentor.

 

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Meditación VI

La divina carcelera

 

Punto primero. Nueve meses estuvo Jesús encerrado en seno de María, como hombre sin socorro, libre entre los muertos... ¡Cuán enamorado está Dios de la vida oculta!

¿Qué hace Jesús? ¿Qué hace María? Jesús se oculta para darnos ejemplo de humildad, de amor, de sufrimiento... María adora, ama y alaba a su Dios en sus entrañas. María consideraba su seno como el templo donde habitaba la plenitud de la divinidad corporalmente, como la custodia donde descansaba su Hijo amado que era Dios... Las pajas, el pesebre, el corazón de los hombres ingratos eran lugares demasiado indignos y mal amueblados para ofrecer habitación apacible al que venía a buscar sus delicias entre los hombres. María le hacía más llevaderas al buen Jesús las incomodidades que ofrecía aquella voluntaria prisión de amor con sus actos de amor y adoración… Éranle música suavísima los cantares y atenciones que le ofrecía esta divina carcelera, cuando los hombres, por cuyo amor padecía Jesús en tan estrecho cautiverio no le conocían, ni le agradecían tal fineza. Solo María amaba y correspondía agradecida a Jesús… Su alma y su corazón y todo su cuerpo dieron saltos de júbilo en su Dios vivo, escondido en su seno… Respiraba solo por Jesús…, vivía solo por Jesús…, hablaba solo con Jesús y por Jesús; esparcía con su andar, su mirar, su vestir, en toda su persona, el buen olor de Jesús. María vestía a Jesús, le cubría en su seno y Jesús vestía a María con su gracia.

¡Oh qué dicha! ¡Oh qué felicidad! “Mi Amado para mí, y yo toda para mi Amado”, exclamaba María… ¿Cuándo lo dirás tú, hija o hijo mío, con toda verdad?

 

Punto segundo. También tú, hija mía, eres carcelera del Hijo de Dios, tienes muchas veces prisionero de amor en tu seno al Hijo de María… ¿Cuándo…? –Cuantas veces comulgas… Si no nueve meses continuos, muchos instantes está corporalmente presente en tu corazón el buen Jesús, buscando hallar sus delicias y su lecho de descanso en tu alma… ¿Quieres hacer la cama de rosas a tu amado Jesús?... Disponte con gran aparejo para recibirle, y mientras está en tu pecho adórale, ámale, bendícele y dale gracias por su dignación… Tú también, hija o hijo mío, puedes exclamar como María: He ahí que aquel a quien no pueden abarcar los cielos, se ha hecho mi cautivo y prisionero de amor… ¡Feliz tú, hija o hijo mío, si sabes aprovechar momentos tan preciosos! Siendo Jesús tu prisionero, está a ti sujeto, y nada podrá negarte tan magnífico Rey y Señor. Adora pues, hija o hijo mío, ama y bendice a este soberano huésped… Dale gracias…, pídele mercedes… Ha venido a tu corazón para descansar en él, para hacerte santa y darte el cielo… No seas encogida; pídele mucho… Ámale por todos los que no le aman, adórale por todos los que le insultan, y aprovéchate de tan preciosos momentos en que eres carcelera también de un Dios de amor. No le sueltes sin que te bendiga y te inflame en su amor.

 

Fruto. Comulgaré a menudo, cada ocho o quince días, si se me permite, y me prepararé con repetidos actos de amor; y después de tener a Jesús en mi pecho, cerrados los ojos del cuerpo, le adoraré y daré gracias, y pediré mercedes durante un cuarto de hora por lo menos. Viva Jesús.

 

Padre nuestro y la oración final.

 

 

Oración final para todos los días.

Os doy gracias, Jesús de mi corazón, por el conocimiento y amor de Vos que me habéis comunicado en este cuarto de hora de oración, y por los santos propósitos que me habéis inspirado para conoceros y amaros y haceros conocer y amar de otros corazones… Os lo ofrezco todo a vuestra mayor honra y gloria… ¡Oh Padre eterno! Por María, por José y Teresa de Jesús, dadme gracia para decir siempre con toda verdad: Viva Jesús mi amor; soy toda de Jesús en vida, en muerte y por toda la eternidad. Amén.

 

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Enrique de Ossó, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.