jueves, 19 de noviembre de 2015

LAS TRES AVEMARÍAS DIARIAS. Revelación de la Virgen a Santa Matilde


Santa Matilde suplicó a la Santísima Virgen que la asistiera en la hora de la muerte, y oyó que la benignísima Señora le decía: "Sí que lo haré; pero quiero que por tu parte me reces diariamente tres Avemarías. La primera, pidiendo que así como Dios Padre me encumbró a un trono de gloria sin igual, haciéndome la más poderosa en el cielo y en la tierra, así también yo te asista en la tierra para fortificarte y apartar de ti toda potestad enemiga. Por la segunda Avemaría me pedirás que así como el Hijo de Dios me llenó de sabiduría, en tal extremo que tengo más conocimiento de la Santísima Trinidad que todos los Santos, así te asista yo en el trance de la muerte para llenar tu alma de las luces de la fe y de la verdadera sabiduría, para que no la oscurezcan las tinieblas del error e ignorancia. Por la tercera, pedirás que así como el Espíritu Santo me ha llenado de las dulzuras de su amor, y me ha hecho tan amable que después de Dios soy la más dulce y misericordiosa, así yo te asista en la muerte llenando tu alma de tal suavidad de amor divino, que toda pena y amargura de muerte se cambie para ti en delicias."

En otra ocasión, Santa Matilde estando en éxtasis, vio a la Santísima Virgen que llevaba sobre el pecho la Salutación Angélica en letras de oro. Escuchó que le dijo:
“Hija mía, nadie puede honrarme con saludo más agradable que el que me ofreció la adorabilísima Trinidad. Por Él, me elevó a la dignidad de Madre de Dios.
La palabra Ave -que es el nombre de Eva- me hizo saber que Dios en su omnipotencia me había preservado de toda mancha de pecado y de las calamidades a que estuvo sometida la primera mujer.
El nombre de María -que significa Señora de la luz- indica que Dios me colmó de sabiduría y luz, como astro brillante, para iluminar los cielos y la tierra.
Las palabras llena de gracia me recuerdan que el Espíritu Santo me colmó de tantas gracias, que puedo comunicarlas con abundancia a quienes las piden por mediación mía.
Diciendo el Señor es contigo, siento renovarse la inefable alegría que experimenté cuando el Verbo eterno se encarnó en mi seno.
Cuando me dicen bendita tú eres entre todas las mujeres, tributo alabanzas a la misericordia divina, que se dignó elevarme a tan alto grado de felicidad.
Ante las palabras bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, todo el cielo se alegra conmigo al ver a Jesús, mi Hijo, adorado y glorificado por haber salvado al hombre”.