sábado, 21 de noviembre de 2015

LA PRESENTACIÓN DE LA VIRGEN EN EL TEMPLO. San Alfonso María de Ligorio


El ofrecimiento que hizo María de sí misma a Dios, fue pronto y sin demora, fue por entero y sin reservas
No hubo ni habrá jamás un ofrecimiento hecho por una criatura, ni más grande ni más perfecto que el que hizo la niña María a Dios cuando se presentó en el Templo para ofrecerle, no incienso ni cabritillas, ni monedas de oro, sino a sí misma del todo y por entero, en perfecto holocausto, consagrándose como víctima perpetua en su honor. Muy bien comprendió la voz del Señor que la llamaba a dedicarse toda entera a su amor, con aquellas palabras: “Levántate, apresúrate, amiga mía... y ven” (Ct 2, 10). Por eso quería su Señor que se dedicara del todo a amarlo y complacerlo: “Oye, hija mía, mira, inclina tu oído y olvida tu pueblo y la casa paterna” (Sal 44, 14). Y ella, al instante siguió la llamada de Dios.
Veamos pues cuán agradable fue a Dios el ofrecimiento que María hizo de sí misma a Dios al consagrarse al punto y sin demora, enteramente y sin reserva.
1. María se ofreció a Dios sin demora
Es seguro que desde el primer instante en que esta celestial niña fue santificada en el seno de su madre, que fue desde el primer instante de su Inmaculada Concepción, ella recibió el uso perfecto de la razón para poder desde el primer momento comenzar a merecer. (…)
2. María entregó su voluntad al Señor
De lo cual resulta que María desde el principio de su existencia conoció a Dios, y lo conoció con tal perfección –como le dijo el ángel a Santa Brígida– y de tal manera, que ninguna lengua es capaz de explicar la perfección con que la inteligencia de la Santísima Virgen llegó a conocer a Dios desde el primer instante. Desde entonces María, con aquella primera luz con que Dios la enriqueció, se ofreció por entero a su Señor dedicándose del todo a su amor y a su gloria, como el mismo ángel se lo reveló a santa Brígida cuando le dijo: “Al instante nuestra Reina determinó consagrar a Dios su voluntad con todo el amor y para siempre. Y nadie puede comprender de qué manera su voluntad se sujetó a abrazar todo lo que fuera del gusto divino”. (…)
3. María se consagró a Dios por entero
La niña María conocía bien con luz del cielo, que Dios no acepta un corazón partido sino que lo quiere consagrado a su amor conforme al mandato sagrado: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón” (Dt 4, 5). Por lo que ella, desde que comenzó a vivir, comenzó a amar a Dios con todas sus fuerzas y del todo se entregó a él.
Ella, por complacer a Dios le consagró su virginidad, consagración que fue la primera en hacer, según dice Bernardino de Busto: “María se consagró del todo y perpetuamente a Dios”. (…)
4. María aceleró la venida del Redentor
Por amor a esta niña privilegiada aceleró el Redentor su venida al mundo. Precisamente porque no se juzgaba digna de ser la esclava de la Madre de Dios, fue la elegida para ser tal madre. Con el aroma de sus virtudes y con sus poderosas plegarias atrajo a su seno virginal al Hijo de Dios. (…)
RESOLUCIÓN. Como la santa niña María se ofreció a Dios en el templo con prontitud y por entero, así nosotros en este día presentémonos a María sin demora y sin reserva y roguémosle que ella nos ofrezca a Dios, el cual no nos rehusará viendo que somos ofrecidos por las manos de la que fue el templo viviente del Espíritu Santo, las delicias de su Señor y la elegida como madre del Verbo eterno. Y esperemos toda clase de bienes de esta excelsa y muy agradecida Señora que recompensa con gran amor los obsequios que recibe de sus devotos, como puede colegirse del siguiente ejemplo.
San Alfonso Maria de Ligorio, Las Glorias de Maria