Señor, tú, en tiempos diferentes, diste el don de la vocación a tus santos apóstoles Pedro y Pablo y los coronaste con el mérito del martirio en el mismo día. La fe admirable que ambos manifestaron antes de su muerte llevó a uno a recibir las llaves del reino de los cielos y al otro a penetrar hasta el tercer cielo; aquél fue constituido juez de los creyentes, y se le dio el derecho de hacer entrar a los buenos y excluir a los malos; éste, llevado en éxtasis más allá de las nubes a un lugar retirado, como futuro doctor de las gentes, pudo saciarse con inefables palabras de los secretos divinos; lo que no llegarían a experimentar otros santos estos merecieron pasarlo. Haz que nos protejan, pues nos los has dado como maestros; que obtengamos el perdón por la intercesión de aquellos que, con sus enseñanzas, nos guían por el camino de tu gracia.
Como Pedro, el número de nuestros pecados se vea superado por la abundancia maravillosa del perdón. Como Pablo, la palabra de Cristo nos abra con la luz de la verdad el camino bloqueado por la perfidia. En aquél se nos conceda no ser engullidos por las olas variables de la vida mundana; en éste, no ser mordidos por la antigua serpiente. Que nos salvemos, evitando el naufragio de los malos y sin sufrir las heridas del veneno de la víbora, gracias a Aquél que salvó a Pedro de las olas del mar y venció en Pablo el poder de la serpiente. R/. Amén.