miércoles, 3 de abril de 2024

ES EL SEÑOR. Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino

 


MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA

Comentarios al Evangelio

de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino

 

 

Jn 21, 01-11        Después se mostró Jesús otra vez a sus discípulos en el mar de Tiberíades. Y se mostró así: Estaban juntos Simón Pedro y Tomás, llamado Dídimo, y Natanael, que era de Caná de Galilea, y los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: "Voy a pescar". Le dicen: "Vamos también nosotros contigo". Salieron, pues, y subieron en un barco; y aquella noche no cogieron nada. Mas cuando vino la mañana, se puso Jesús a la ribera: pero no conocieron los discípulos que era Jesús. Y Jesús les dijo: "¿Hijos, tenéis algo de comer?" Le respondieron: "No". Les dice: "Echad la red a la derecha del barco, y hallaréis". Echaron la red, y ya no la podían sacar por la muchedumbre de los peces. Dijo entonces a Pedro aquel discípulo a quien amaba Jesús: "El Señor es". Y Simón Pedro cuando oyó que era el Señor, se ciñó su túnica (porque estaba desnudo), y se echó en el mar. Y los otros discípulos vinieron con el barco (porque no estaban lejos de tierra, sino como doscientos codos), tirando de la red con los peces. Y luego que saltaron a tierra, vieron brasas puestas, y un pez sobre ellas y pan. Jesús les dice: "Traed acá los peces que cogisteis ahora". Entonces subió Simón Pedro y trajo la red a tierra llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. (vv. 1-11)
 

San Agustín, in Ioannem, tract., 122

Por lo que anteriormente dijo el Evangelista, parece que indica el fin de este libro. Pero sigue contando cómo se manifestó el Señor en el mar de Tiberíades. Por esto dice: "Después se manifestó otra vez junto al mar de Tiberíades".
 

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 86

Dice después, porque ya no iba de continuo con ellos como antes. Y dice se dejó ver, porque no lo hubieran visto si El no lo hubiese permitido, y porque su cuerpo era inmortal. Hace también mención del lugar, como demostrando que el Señor les había quitado el temor y se atrevían ya a alejarse de casa; no se encerraban en ella, y sin temor de los judíos habían ido a Galilea.
 

Beda

El Evangelista refiere primero el hecho según acostumbra, y después cuenta cómo sucedió, diciendo: "Se manifestó de este modo".
 

Crisóstomo, ut supra

Como el Señor no estaba siempre con ellos, ni les había sido dado el Espíritu Santo, ni tenían encargo que desempeñar, ni nada que hacer, se ocupaban en la pesca. Y así dice: "Estaban juntos Simón Pedro y Tomás, conocido por Dídimo, y Nathanael, que era de Caná de Galilea (que es el que fue llamado Felipe), y los hijos de Zebedeo (Santiago y Juan), y otros dos discípulos. Díceles Simón Pedro: Voy a pescar".
 

San Gregorio, In Evang. hom. 24

Puede preguntarse por qué Pedro, que fue pescador antes de su conversión, volvió a su oficio después de ella, siendo así que la Verdad dijo: "Ninguno que ha puesto la mano en el arado y vuelve la vista atrás es apto para el reino de Dios" ( Lc 9,62).
 

San Agustín, ut supra

Si esto lo hubieran hecho los discípulos después de la muerte de Jesús y antes de su resurrección de entre los muertos, creeríamos lo hacían dominados de desesperanza. Pero ahora, después de recobrarle vivo del sepulcro, de inspeccionar las cicatrices de sus heridas y de recibido el soplo del Espíritu Santo, vuelven en seguida a ser lo que antes eran: pescadores, no de hombres, sino de peces. Debe a esto responderse que no les había sido prohibido ganarse el sustento en un arte lícito, salvada la integridad de su apostolado, siempre que no tuvieran de qué vivir. Porque si el bienaventurado San Pablo, renunciando al derecho que con razón le pertenecía como a los demás predicadores del Evangelio, no quiso usar de él como los demás, sino que vivió de su peculio, a fin de que las naciones que eran extrañas al nombre de Cristo, no menospreciaran su doctrina como venal, se dedicó a aprender un arte que antes ignoraba, para no gravar a sus oyentes y vivir del trabajo de sus manos, ¿con cuánta más razón el bienaventurado San Pedro, que ya había sido pescador, podía volver a su oficio, si en aquella ocasión no tenía de qué vivir? Pero responderá alguno: ¿Y por qué no encontró, habiéndoselo prometido el Señor cuando dijo "Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás os será ofrecido" ( Mt 6,33)? Sin duda que el Señor cumplió lo que ofreció, pues ¿quién fue el que aprontó los peces para que fuesen cogidos? Y es de creer que les puso en la necesidad de tomarse el trabajo de ir a pescar, porque tenía dispuesto hacer un milagro.
 

San Gregorio, ut supra

No fue pecado volver a tomar, después de su conversión, el oficio que sin pecado habían tenido antes de convertirse. Esta es la razón por qué Pedro volvió a la pesca después de su conversión. Y Mateo no volvió al negocio de la recaudación de los impuestos, pues hay muchos cargos que difícilmente se desempeñan sin pecado, y éstos deben renunciarse después de convertirse.
 

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 86

Otros de los discípulos seguían a Pedro. Y continúa: "Dijéronle: Vamos contigo", y todos, reunidos como estaban querían ver el resultado de la pesca. Sigue: "Y salieron y subieron al barco". Pescaban de noche, porque aún temían.
 

San Gregorio, ut supra

Pero se les hizo la pesca muy difícil, a fin de que, viniendo el Maestro, resultara admirable y sublime. Por esto sigue: "Y en aquella noche no cogieron nada".
 

Crisóstomo, ut supra

En medio de los trabajos y aflicción de los discípulos, se presenta Jesús. Y sigue: "Amanecido el día, se situó Jesús en la playa". No quiso descubrírseles de repente, sino entablar con ellos conversación. Empieza por hablarles a manera humana. Y sigue: "Jesús les dice: Muchachos, ¿tenéis algo que comer?" Lo pregunta como quien desea comprar algo; pero en cuanto ellos temieron, les hizo seña para que le conocieran. Sigue, pues: "Díjoles: Echad la red a la derecha del barco y encontraréis". A esto siguieron grandes cosas, siendo la primera la pesca de muchos peces. Y así, sigue: "Echaron la red y no podían ya sacarla por la multitud de peces". Pero en este movimiento de Cristo, Pedro y Juan demostraron su diferente modo de ser. Juan era perspicaz y así conoció enseguida al Señor. Por esto sigue: "Dice, pues, a Pedro aquel discípulo a quien amaba Jesús: El Señor es".
 

Beda

Con esta indicación demuestra en esta ocasión, como en muchas, su persona. Conoció, pues, el primero al Señor, bien por esta milagrosa pesca, bien por el conocido sonido de la voz, o bien por el recuerdo de la primera pesca.
 

Crisóstomo, ut supra

Como Pedro era más impetuoso, llegó primero a Cristo. Sigue: "Al oír Simón Pedro que era el Señor, se ciñó la túnica (porque estaba desnudo)".
 

Beda

Se dice que Pedro estaba desnudo en comparación de la demás ropa que acostumbraba usar, como cuando decimos a alguno que viste un traje sencillo ¿por qué vas desnudo? O puede entenderse que iba al estilo de los
 pescadores.
 

Teofilacto

El haberse ceñido Pedro es señal de recato. Se vistió, pues, del lienzo con que los pescadores de Tiro y de Fenicia solían envolverse para conservar los demás vestidos, ya estuvieran o no desnudos.
 

Beda

Con el mismo ardor con que hacía otras muchas cosas, fue a Jesús. Y sigue: "Y se entró en el mar", los demás discípulos llegaron en el barco. Pero no se ha de entender que Pedro fue andando sobre las aguas, sino nadando o por su propio pie, porque estaban cerca de tierra, pues sigue: "No estaban lejos de tierra".
 

Glosa

Aquí hay trasposición porque sigue: "tirando de la red con los peces", porque para que haya coordinación debería decir: "Y los otros discípulos vinieron en el barco tirando de la red con los peces".
 

Crisóstomo, ut supra

En seguida cita otro milagro, diciendo: "Cuando bajaron a tierra vieron ascuas colocadas", etc. No obra aun los milagros en materia preexistente, sino de una manera más admirable, demostrando que antes de su muerte hacía los milagros de una manera misteriosa sobre materia que ya existía.
 

San Agustín, in Ioannem, tract., 122

No se ha de entender que el pan estuviese colocado sobre las brasas, sino como si dijera: Vieron colocadas las brasas y el pez puesto sobre ellas, y también vieron el pan.
 

Crisóstomo, ut supra

Para demostrarles que no era ilusión lo que veían, les manda traer de los peces que habían cogido. Sigue, pues: "Les dice Jesús: Traed de los peces que habéis cogido ahora". A continuación se vio otro milagro, como el que la red no se había roto, a pesar de la multitud de los peces. Sigue, pues: "Subió Simón Pedro y trajo a tierra la red llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres, y siendo tantos, la red no se había roto".
 

San Agustín, ut supra

En sentido espiritual, esta captura de los peces es una figura de que la Iglesia deberá existir en la última resurrección de los muertos. Esto lo da a entender la interposición del capítulo que, como adicionado al libro que deja concluido, sirve de introducción a una narración nueva. Los siete discípulos presentes a esta pesca significan el fin del tiempo, porque éste está comprendido en los siete días.
 

Teofilacto

Esta noche antes de la presencia de Cristo, significa los profetas que no pudieron coger nada antes de la salida del sol, Jesucristo. Porque aunque se esforzaron en convertir a Israel, esta nación reincidía frecuentemente en la idolatría.
 

San Gregorio, In Evang. hom. 24

Se puede preguntar por qué razón, mientras los discípulos luchaban en medio del mar, se presentó en la playa, después de su resurrección, el que antes de ella había andado sobre las olas en presencia de sus discípulos. Pero la mar significa el siglo presente, que se combate a sí mismo por el choque de las tumultuosas olas de esta vida corruptible, al paso que la tierra firme de la playa significa la estabilidad del eterno descanso. Y como los discípulos luchaban todavía con las olas de esta vida mortal, se fatigaban en el mar, mientras nuestro Redentor, después de su resurrección, habiendo sacudido la corrupción de la carne, permanecía firme en la playa.
 

San Agustín, ut supra

La playa es el límite del mar, y significa el fin del mundo, pues así como en este pasaje se figura a la Iglesia tal como se encontrará en el fin del mundo, del mismo modo el Señor significó en otra pesca a la Iglesia tal cual es ahora; por lo que en la primera pesca no estaba en la playa, sino que, subiendo a la nave de Pedro, le rogó que se alejara un poco de tierra. En aquella pesca no se echaron las redes a la derecha para significar sólo a los buenos, ni a la izquierda para designar sólo a los malos, sino indiferentemente dijo: "Echad vuestras redes para pescar" ( Lc 5,4), a fin de que entendamos mezclados los buenos con los malos. Pero aquí dice "Echadla a la derecha de la nave", para señalar sólo aquellos buenos que estaban a la derecha. Aquello lo hizo al principio de su predicación; esto, después de su resurrección. Allí, manifestando en la pesca de buenos y malos a los que hoy están en la Iglesia; y en ésta, tan sólo a los buenos, que conservará eternamente en el fin del mundo, después de la resurrección de los muertos. Aquellos, pues, que pertenecen a la resurrección de la vida (esto es, a la derecha), y que están prendidos en las redes del nombre cristiano, éstos aparecerán en la playa cuando resucitaren al fin del mundo. Esta es la razón por qué no pudieron sacar las redes para descargar en la nave los peces que habían cogido, como en otras ocasiones lo hicieron. La Iglesia guarda estos peces de la derecha (como en profundo sueño de paz) ocultos para después del fin de esta vida, hasta que de la red descansen en la playa. En cuanto a la pesca primera en dos barcos distantes de ésta doscientos codos, creo que representan las dos clases de elegidos y la circuncisión y el prepucio.
 

Beda

O los doscientos codos representan los dos preceptos de la caridad, pues por el amor a Dios y al prójimo nos acercamos a Cristo. El pez asado, es Cristo crucificado. Este se dignó ocultarse en las aguas del humano linaje; quiso ser prendido en el lazo de nuestra muerte; y el que se hizo por nosotros pez por la humanidad, ha sido nuestro pan restaurador por su divinidad.
 

San Gregorio, ut supra

A Pedro, pues, le ha sido confiada la Santa Iglesia, y por esto se dice al mismo de una manera especial: "Apacienta mis ovejas". Lo que después se demuestra en palabras, ahora se significa por las obras. Este, pues, lleva los peces a la playa firme, porque enseña a los fieles la estabilidad de la vida eterna. Esto hizo siempre con la predicación y las epístolas, y ahora lo hace todos los días por signos y milagros. Pero al decir que la red estaba llena de grandes peces, expresa cuántos, y dice así: "Llena de grandes peces: ciento cincuenta y tres".
 

San Agustín, ut supra

En la otra pesca no se expresa el número de peces, como si sucediera en aquella lo que dijo el profeta: "Anuncié, y hablé, y se multiplicaron sin número" ( Sal 39,6). Pero aquí el número es cierto, y debe darse la razón. El número, pues, significa la Ley, cuyo nombre es diez por el Decálogo. Pero cuando se añade a la Ley de gracia, esto es, la letra a su espíritu, se añade en cierto modo el número siete al diez; porque el Espíritu Santo, autor de la santificación, es designado con el número siete, pues ésta es, en verdad, la primera vez que en el día séptimo brilló la santificación en la Ley ( Gén 2). El profeta Isaías nos muestra al Espíritu Santo autor de siete dones de operaciones. Uniéndose, pues, a la decena de la Ley el septenario del Espíritu Santo, resultan diez y siete, cuyo número, computado desde el uno hasta el mismo (poniendo en orden de suma desde el uno hasta el diez y siete inclusive) asciende a ciento cincuenta y tres.
 

San Gregorio, ut supra

Multipliquemos el siete y diez y siete por tres, y resultarán cincuenta y uno, en cuyo año todo el pueblo descansaba de todo trabajo; pero el verdadero descanso consiste en la unidad, porque donde hay división no hay verdadero descanso.
 

San Agustín, ut supra

No sólo resucitarán a vida eterna los ciento cincuenta y tres santos figurados en los ciento cincuenta y tres peces, sino que en este número están comprendidos todos los que recibieron la gracia del Espíritu Santo. Este número contiene tres veces el número cincuenta, y además sobre éste el tres, por el misterio de la Trinidad. Complétase, pues, el número cincuenta por la multiplicación del siete por sí mismo, añadiéndole uno en significación de que los tres son uno. No en vano había dicho que los peces eran grandes, pues habiendo dicho el Señor ( Mt 5,17) "No he venido a destruir la Ley, sino a cumplirla" (dándoles el Espíritu con el cual pudiese la Ley ser cumplida), añade poco después: "El que hiciere y enseñare, será llamado grande en el reino de los cielos" ( Mt 5,19). En la primera pesca se rompió la red, significando los cismas. Pero en ésta, como denota la suprema paz de los santos en la que no se conocerá el cisma, tuvo derecho el Evangelista para decir y como fuesen tantos, esto es tan grandes, no se rompió la red, como si en vista de aquel mal recomendara este bien.

               

12-14          Jesús les dice: "Venid, comed". Y ninguno de los que comían con El osaba preguntarle: "¿Tú quién eres?", sabiendo que era el Señor. Llega, pues, Jesús, y tomando el pan se lo da, y asimismo el pez. Esta fue ya la tercera vez que se manifestó Jesús a sus discípulos después que resucitó de entre los muertos. (vv. 12-14)
 

San Agustín, in Ioannem, tract., 123

Hecha la pesca, el Señor los llama a comer. Y sigue: "Jesús les dice: Acercaos a comer".
 

Crisóstomo, in Ioannem, hom. 86

Este Evangelista no dice que comió con ellos. Esto lo dice San Lucas. Comía, no por necesidad de la naturaleza, sino por condescendencia, para probar su resurrección.
 

San Agustín, De civ. Dei 13, 22

En la futura resurrección, los cuerpos de los justos no necesitarán del árbol de la vida que les preserve de la muerte por enfermedad ni decrepitud, ni tampoco de ningunos otros alimentos que los libren de las molestias del hambre y de la sed, porque se hallarán revestidos de una verdadera e inviolable inmortalidad, y no tendrán, si no quieren, necesidad de comer, pues aunque no estarán privados de la facultad, estarán exentos de esta necesidad, así como nuestro Salvador, después de resucitado en verdadera carne, aunque espiritual, comió y bebió con sus discípulos, no por necesidad, sino por potestad.

Sigue: "Y ninguno de los comensales se atrevía a preguntarle".
 

San Agustín, in Ioannem, tract., 123

Nadie osaba dudar quién fuese, pues tanta era la evidencia de la verdad, que nadie se atreviera, no sólo a negar, pero ni aun a dudar, porque de haber dudado hubieran preguntado.
 

Crisóstomo, ut supra

O quiere decir con esto que los discípulos no tenían ya la misma confianza que antes para hablarle, sino que estaban sentados con gran respeto y reverencia, fijos los ojos en El, viéndole transformado admirablemente y queriendo preguntarle estupefactos. Pero por cuanto sabían que era el Señor, el temor les contenía de preguntar, y sólo comían lo que les daba con supremo dominio. Ahora no mira al cielo, ni hace nada que no demuestre que obra por pura condescendencia. Sigue: "Y vino Jesús", etc.
 

San Agustín, ut supra

Místicamente, es el pez asado figura de Cristo crucificado; El mismo es el pan que bajó del cielo. A éste está incorporada la Iglesia para participar de la bienaventuranza eterna. Por esto les dijo: "Traed de los peces que cogisteis ahora", a fin de que todos los que participamos de la misma esperanza sepamos que en el número de los siete discípulos (en el que está figurada la universalidad de los fieles) estamos llamados a la comunión de tan grande sacramento y a la sociedad de la misma bienaventuranza.
 

San Gregorio, ut supra

El convite último de los siete discípulos revela que en el banquete de la gloria sólo estarán con Jesús aquellos que están llenos de los siete dones del Espíritu Santo. También los siete días comprenden todo el tiempo de este mundo, y con frecuencia se designa la perfección con este número. Aquellos, pues, que animados del deseo de perfección se sobreponen a las cosas terrenas, son los que gozarán del eterno convite de la verdad.
 

Crisóstomo, ut supra

Como no estaba continuamente con ellos como antes, dice el Evangelista: "Esta fue la tercera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos después que resucitó de entre los muertos".
 

San Agustín, ut supra

Este número no se refiere a las entrevistas, sino a los días, esto es, el primer día, el de la resurrección, y después de ocho días, cuando Tomás oyó y creyó, y éste en el que hizo el milagro de los peces, y después cuantas veces quiso hasta el día cuadragésimo, en que subió a los cielos.
 

San Agustín, De cons. evang. 3, 26

Nosotros encontramos acordes a los cuatro evangelistas en que el Señor fue visto diez veces después de su resurrección: una vez en el sepulcro por las mujeres; otra por las mismas en el camino, cuando regresaban del sepulcro; la tercera vez por Pedro; la cuarta por los dos discípulos que iban a la aldea; la quinta por muchos en Jerusalén, en donde no estaba Tomás; la sexta cuando le vio Tomás; la séptima en el mar de Tiberíades; la octava por todos los once en el monte de Galilea, como afirma Mateo; la nona en la última comida, después de la cual ya no volverían a comer con El, según refiere Marcos, y la décima en el día de la ascensión, no ya en tierra, sino elevado en una nube.