ORACIÓN PIDIENDO LA HUMILDAD.
Santa Teresita del Niño Jesús
Jesús, cuando eras
peregrino en nuestra tierra, tú nos dijiste: Aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón, y vuestra alma encontrará descanso. Mi alma encuentra en ti
su descanso al ver cómo te rebajas hasta lavar los pies a tus apóstoles.
Entonces me acuerdo de aquellas palabras que pronunciaste para enseñarme a
practicar la humildad: Os he dado ejemplo para que lo que he hecho con
vosotros, vosotros también lo hagáis. El discípulo no es más que su maestro...
Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. Yo
comprendo, Señor, estas palabras salidas de tu corazón manso y humilde, y
quiero practicarlas con la ayuda de tu gracia.
Te ruego, divino
Jesús, que me envíes una humillación cada vez que yo intente colocarme por
encima de las demás. Yo sé bien Dios mío, que al alma orgullosa tú la humillas
y que a la que se humilla le concedes una eternidad gloriosa; por eso, quiero
ponerme en el último lugar y compartir tus humillaciones, para tener parte
contigo en el reino de los cielos.
Pero tú, Señor, conoces mi debilidad. Cada mañana hago
el propósito de practicar la humildad, y por la noche reconozco que he vuelto a
cometer muchas faltas de orgullo. Al ver esto, me tienta el desaliento, pero sé
que el desaliento es también una forma de orgullo. Por eso, quiero, Dios mío,
fundar mi esperanza sólo en ti. Para alcanzar esta gracia de tu infinita
misericordia, te repetiré muchas veces: ¡Jesús, manso y humilde de corazón, haz
mi corazón semejante al tuyo!