jueves, 13 de octubre de 2022

13 de octubre. San Eduardo rey, confesor

 


13 de octubre. San Eduardo rey, confesor

Eduardo, el Confesor, sobrino del I rey y mártir San Eduardo, fue el último rey de la dinastía anglosajona. Su elevación al trono fue anunciada por el Señor en un éxtasis de un santo varón llamado Britualdo. Tenía 10 años cuando intentaron matarle los daneses que devastaban Inglaterra, viéndose obligado a refugiarse junto a su tío, duque de Normandía; en su corte mostró tal integridad e inocencia de costumbres, entre las seducciones del vicio, que fue admirado de todos. Resplandeció con una piedad admirable para con Dios y las cosas divinas; manso por temperamento y ajeno a toda ambición de reinar, se le atribuyó esta sentencia: que preferiría no reinar si sólo se conseguía a costa de muertes y efusión de sangre.

Al morir los tiranos que habían quitado la vida y el reino a sus hermanos, fue llamado a su patria y elevado al trono, en medio de la alegría de todo el pueblo. Se dedicó a eliminar los resentimientos de las pasadas luchas y a trabajar por el renacimiento del decaído espíritu religioso, comenzando por las cosas santas y los templos del Señor, de los cuales edificó algunos y restauró o dotó a los demás con rentas y privilegios. Instigado por los nobles, contrajo matrimonio, pero sus biógrafos afirmaron siempre que guardó la virginidad con su esposa, también virgen. Fue tanta su fe y su amor para con Cristo, que mereció verle varias veces durante la Misa con el rostro amoroso y refulgente de la luz divina. Por su caridad fue llamado padre de pobres y de huérfanos; nunca estaba tan satisfecho como después de haber agotado en su socorro todo el patrimonio de la corona.

Favorecido con el don de profecía previó muchos acontecimientos para Inglaterra; el más memorable fue el conocimiento de la muerte de Suenón, rey de Dinamarca, en el momento en que éste se ahogaba al embarcarse para invadir con sus huestes Inglaterra. Profesaba gran devoción a San Juan Evangelista, que acostumbraba a no negar ninguna gracia pedida en su nombre. Apareciósele un día el Santo vestido miserablemente, y le pidió limosna; y no llevando consigo en aquella ocasión dinero alguno, le entregó Eduardo el anillo que llevaba puesto, y que le fue devuelto poco después por el propio Santo, al tiempo en que le anunciaba su próxima muerte. Mandó entonces el rey que se rezaran preces a su intención, y murió en el día predicho, en las nonas de enero del año 1066. En el siglo siguiente, el papa Alejandro III le puso en el número de los santos por la fama de sus milagros, e Inocencio XI mandó honrarle en toda la Iglesia por un Oficio público, a celebrar en el aniversario del día en que, 36 años después de su muerte, tuvo lugar la traslación de su cuerpo, el cual fue hallado incorrupto y con suave perfume.

 

Oremos.

Oh Dios, que coronaste con la gloria eterna al rey Eduardo, tu bienaventurado Confesor: haz, te rogamos, que de tal manera le honremos en la tierra que merezcamos reinar con él en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.