2 de febrero
LA PURIFICACIÓN DE NUESTRA SEÑORA
En
aquel tiempo, cuando se cumplieron los días de la purificación de
María de acuerdo a la ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para
presentarle al Señor, como está escrito en la ley del Señor: «Todo
varón primogénito será consagrado al Señor». Y para ofrecer la ofrenda
conforme a lo que se dice en la Ley del Señor, “un par de tórtolas
o dos pichones:” Y he aquí, que había en Jerusalén un hombre llamado
Simeón, hombre justo y piadoso, que esperaba la consolación de Israel,
y el Espíritu Santo estaba en él. Y le había sido revelado por el
Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Cristo del
Señor. Y vino por inspiración del Espíritu al templo. Y cuando sus
padres introdujeron al niño Jesús, para hacer por él conforme al rito
de la ley, lo recibió en sus brazos y bendijo a Dios diciendo: “Ahora,
Señor, según tu palabra puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque
mis ojos han visto tu salvación. Al que has puesto delante de todos
los pueblos: Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo
Israel.”
Lc 2, 22-32
LA PRESENTACIÓN DE JESÚS EN EL TEMPLO CONSTITUYE UN ICONO ELOCUENTE DE LA ENTREGA TOTAL DE LA PROPIA VIDA Benedicto XVI