lunes, 28 de marzo de 2016

EN EL PARTIR DEL PAN CONOCEN A DIOS. San Gregorio Papa


Homilía de maitines

LUNES DE PASCUA
Forma Extraordinaria del Rito Romano

HOMILIA DE SAN GREGORIO, PAPA
Homilía 23 sobre los Evangelios
Habéis oído, hermanos carísimos, que se apareció el Señor a dos de sus discípulos que iban por el camino, no creyendo en él precisamente, pero con todo, hablando de él. Más no se les manifestó de manera que pudiesen conocerle. Obro, por lo tanto, exteriormente el Señor respecto de los ojos corporales de ellos, conforme lo que pasaba interiormente en ellos según los ojos del corazón. Porque ellos en su interior amaban y a la vez dudaban, y el Señor, también en lo exterior por una parte les estaba presente, y por la otra no mostraba quien era. Otorgo de consiguiente su presencia los que de él hablaban, pero oculto a los que de él dudaban la figura que podía hacerle reconocer.
En verdad les dirigió la palabra, les reprendió su dureza de entendimientos, les descubrió los misterios de la Sagrada Escritura que a él se referían. Mas, como todavía en lo interior de sus corazones les era extraño son respecto a su fe, fingió ir más lejos. Empleamos la palabra fingió (fíngere) en el sentido de componer, dar forma, y en ese sentido llamamos figuli a los que dan forma a la arcilla. Nada, por lo mismo hizo con doblez el que es pura verdad, sino que se presentó ante sus ojos corporales, tal como estaba en su alma. Convenía por tanto, probarlos por si podían amarle al menos como extraño, los que como a Dios no le amaban todavía.
Pero como no podían ser extraños a la caridad los hombres con quienes la Verdad caminaba, le ofrecen hospitalidad. Mas ¿Por qué decimos que le ofrecen si escrito está allí que le obligan? De este ejemplo podemos deducir que los peregrinos no solo han de ser invitados a recibir hospitalidad, sino que deben ser obligados por nuestra insistencia. Ponen, pues la mesa, presentan pan y manjares, y en el partir del pan conocen a Dios a quien en la explicación de las Sagradas Escrituras no habían conocido. Al escuchar, por lo tanto, los preceptos de Dios no fueron iluminados, pero si lo fueron al cumplirlos, porque escrito esta: “No son justos delante de Dios los oyentes de la ley, sino que serán justificados los que la observen”. Por lo tanto, todo el que quiera entender lo que ha oído, apresúrese a poner por obra todo lo que ya ha podido oirá. He aquí que el Señor no es conocido mientras habla, y se digna ser reconocido cuando le sustentan.