Homilía de maitines
LUNES DE PASCUA
Forma Extraordinaria del
Rito Romano
HOMILIA DE SAN GREGORIO, PAPA
Homilía 23 sobre los Evangelios
Habéis oído, hermanos carísimos,
que se apareció el Señor a dos de sus discípulos que iban por el camino, no
creyendo en él precisamente, pero con todo, hablando de él. Más no se les
manifestó de manera que pudiesen conocerle. Obro, por lo tanto, exteriormente
el Señor respecto de los ojos corporales de ellos, conforme lo que pasaba
interiormente en ellos según los ojos del corazón. Porque ellos en su interior
amaban y a la vez dudaban, y el Señor, también en lo exterior por una parte les
estaba presente, y por la otra no mostraba quien era. Otorgo de consiguiente su
presencia los que de él hablaban, pero oculto a los que de él dudaban la figura
que podía hacerle reconocer.
En verdad les dirigió la
palabra, les reprendió su dureza de entendimientos, les descubrió los misterios
de la Sagrada Escritura que a él se referían. Mas, como todavía en lo interior
de sus corazones les era extraño son respecto a su fe, fingió ir más lejos.
Empleamos la palabra fingió (fíngere) en el sentido de componer, dar forma, y
en ese sentido llamamos figuli a los que dan forma a la arcilla. Nada, por lo
mismo hizo con doblez el que es pura verdad, sino que se presentó ante sus ojos
corporales, tal como estaba en su alma. Convenía por tanto, probarlos por si
podían amarle al menos como extraño, los que como a Dios no le amaban todavía.
Pero como no podían ser
extraños a la caridad los hombres con quienes la Verdad caminaba, le ofrecen
hospitalidad. Mas ¿Por qué decimos que le ofrecen si escrito está allí que le
obligan? De este ejemplo podemos deducir que los peregrinos no solo han de ser
invitados a recibir hospitalidad, sino que deben ser obligados por nuestra
insistencia. Ponen, pues la mesa, presentan pan y manjares, y en el partir del
pan conocen a Dios a quien en la explicación de las Sagradas Escrituras no
habían conocido. Al escuchar, por lo tanto, los preceptos de Dios no fueron
iluminados, pero si lo fueron al cumplirlos, porque escrito esta: “No son
justos delante de Dios los oyentes de la ley, sino que serán justificados los
que la observen”. Por lo tanto, todo el que quiera entender lo que ha oído,
apresúrese a poner por obra todo lo que ya ha podido oirá. He aquí que el Señor
no es conocido mientras habla, y se digna ser reconocido cuando le sustentan.