Homilía de maitines
MIERCOLES DE LA IV SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del Rito Romano
HOMILIA DE SAN AGUSTIN, OBISPO
Tratado 44 sobre San Juan, hacia el
principio
Los
hechos sorprendentes y maravillosos de la vida de nuestro Señor Jesucristo son,
a la vez, obras y palabras; obras porque realmente acaecieron; palabras por ser
señales. Si meditamos, pues, en el significado de este milagro, veremos que
este ciego representa al género humano. La ceguedad fue en el primer hombre
efecto de la culpa, y él nos ha comunicado a todos, no solo el germen de la muerte, sino el del
pecado. Si la ceguedad es la infidelidad y la iluminación es la fe, ¿a quién
encontró Jesucristo fiel cuando vino al mundo? ¿No dice, acaso, de sí mismo el
Apóstol, nacido de la raza de Profetas: “Nosotros fuimos en otro tiempo hijos
de ira por naturaleza, como los demás?” Si éramos hijos de ira, lo éramos
también de la venganza, del castigo, de la gehena. Y al decir por naturaleza
¿acaso no denota que por el pecado del primer hombre el vicio se constituyó
como una naturaleza? De consiguiente, si el pecado fue como una segunda naturaleza,
podemos decir que todo hombre en cuanto a su alma, nació ciego.
Vino
el Señor, y ¿qué hizo? Nos llamó la atención sobre un gran misterio. “escupió
en tierra, haciendo barro con su saliva” porque el Verbo se hizo carne, “y untó
los ojos del ciego”. Los ojos de ese hombre estaban cubiertos de barro, y aun
no veía. Le mandó que fuese a la piscina llamada Siloé. El evangelista se
encargó de recordarnos el nombre de esta piscina, y así nos dijo que
significaba Enviado. Si él no hubiera sido enviado, ninguno de nosotros se
hubiera visto libre de la iniquidad. Se lavó en aquella piscina que significaba
Enviado; fue bautizado en Cristo. De consiguiente, si el Salvador en cierto
modo le bautizó al devolverle la vista, puede decirse que le había hecho
catecúmeno cuando le untó los ojos.
Lo que
habéis oído es un gran misterio. Pregunta a un hombre: ¿Eres cristiano? Te
responde: No lo soy. Le preguntas aun: ¿Eres pagano o judío? Si te responde: no
lo soy, vuelves a preguntar: ¿Eres catecúmeno o fiel? Si responde: catecúmeno,
significa que ha sido ungido, mas no lavado. Pregúntale como ha sido ungido, y
te responderá. Pregúntale de nuevo en quien cree. Por lo mismo que es
catecúmeno te dirá: En Cristo. Ved ahí
que ahora me dirijo a los fieles y a catecúmenos. ¿Qué dije de la saliva y el
lodo? Que el Verbo se hizo carne. Esto se enseña a los catecúmenos, mas no les
es suficiente para el fin por el cual fueron ungidos. Acudan presurosos al baño
saludable, si quieren ser iluminados.
Transcripto por gentileza de Dña. Ana María Galvez