COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DÍA
MARTES
DE LA III SEMANA DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del
Rito Romano
El texto del Evangelio, tomado del
capítulo 18 de san Mateo, dedicado a la vida de la comunidad cristiana, nos
dice que el amor fraterno comporta también un sentido de responsabilidad
recíproca, por lo cual, si mi hermano comete una falta contra mí, yo debo
actuar con caridad hacia él y, ante todo, hablar con él personalmente,
haciéndole presente que aquello que ha dicho o hecho no está bien. Esta forma
de actuar se llama corrección fraterna: no es una reacción a una ofensa
recibida, sino que está animada por el amor al hermano. Comenta san Agustín:
«Quien te ha ofendido, ofendiéndote, ha inferido a sí mismo una grave herida,
¿y tú no te preocupas de la herida de tu hermano? ... Tú debes olvidar la
ofensa recibida, no la herida de tu hermano» (Discursos 82, 7).
¿Y si el hermano no me escucha? Jesús
en el Evangelio de hoy indica una gradualidad: ante todo vuelve a hablarle
junto a dos o tres personas, para ayudarle mejor a darse cuenta de lo que ha
hecho; si, a pesar de esto, él rechaza la observación, es necesario decirlo a
la comunidad; y si tampoco no escucha a la comunidad, es preciso hacerle notar
el distanciamiento que él mismo ha provocado, separándose de la comunión de la
Iglesia. Todo esto indica que existe una corresponsabilidad en el camino de la
vida cristiana: cada uno, consciente de sus propios límites y defectos, está
llamado a acoger la corrección fraterna y ayudar a los demás con este servicio
particular.
Benedicto XVI, 4 de septiembre de 2011