SÁBADO DE LA II DE CUARESMA
Forma Extraordinaria del
Rito Romano
Añadió también: Un hombre tenía dos
hijos, de los cuales el más mozo dijo a su padre: Padre, dame la parte de
herencia que me toca. Y el padre repartió entre los dos la hacienda. No pasaron muchos días cuando aquel hijo más
mozo, recogidas todas sus cosas, se marchó a un país muy remoto, y allí
malbarató todo su caudal, viviendo disolutamente. Después que lo gastó todo,
sobrevino una gran hambre en aquel país, y comenzó a padecer necesidad. De resultas se puso a servir a un morador de
aquella tierra, el cual le envió a su granja a guardar cerdos. Allí deseaba con
ansia henchir su vientre de las algarrobas y mondaduras que comían los cerdos;
y nadie se las daba. Y volviendo en sí,
dijo: ¡Ay cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen pan en abundancia, mientras
yo estoy aquí padeciendo hambre! No, yo
iré a mi padre y le diré: Padre mío, pequé contra el cielo, y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo;
trátame como a uno de tus jornaleros. Con
esta resolución se puso en camino para la casa de su padre. Estando todavía
lejos, le avistó su padre, y se le enternecieron las entrañas, y corriendo a su
encuentro, le echó los brazos al cuello, y le dio mil besos. Le dijo el hijo: Padre mío, yo he pecado
contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Mas el
padre, por respuesta dijo a sus criados: Pronto traed aquí luego el vestido más
precioso que hay en casa, y ponédselo, ponedle un anillo en el dedo, y calzadle
las sandalias; y traed un ternero
cebado, matadlo, y comamos, y celebremos un banquete; pues que este hijo mío estaba muerto, y ha
resucitado; se había perdido, y ha sido hallado. Y con eso dieron principio al
banquete. Estaba a la sazón el hijo mayor en el campo; y a la vuelta, estando
ya cerca de su casa, oyó el concierto de música y el baile; y llamó a uno de sus criados, y le preguntó
qué venía a ser aquello. El cual le
respondió: Ha vuelto tu hermano, y tu padre ha mandado matar un becerro cebado,
por haberle recobrado en buena salud. Al
oír esto, se indignó, y no quería entrar. Salió, pues, su padre afuera y empezó
a instarle con ruegos.
Pero él le replicó diciendo: Es bueno
que hace tantos años que te sirvo, sin haberte jamás desobedecido en cosa
alguna que me hayas mandado, y nunca me has dado un cabrito para merendar con
mis amigos; y ahora que ha venido este
hijo tuyo, el cual ha consumido su hacienda con meretrices, has hecho matar
para él un becerro cebado. Hijo mío, respondió el padre, tú siempre estás
conmigo, y todos los bienes míos son tuyos; mas ya ves que era muy justo el
tener un banquete y regocijarnos, por cuanto tu hermano había muerto, y ha
resucitado; estaba perdido, y se ha hallado.
Lucas 15,11-32.