“COMIDA.”
Reflexión diaria acerca de la Palabra de Dios.
“Tomad, comed y bebed” es la invitación de Jesús a
sus discípulos en la ultima cena donde él mismo se da como alimento: el que
quiera tener vida eterna ha de tomarlo.
Desde la vida del hombre, la comida supera el
simple instinto de saciar el hambre y se convierte en ocasión de fiesta,
convivencia, acogida y fraternidad, celebración y encuentro.
Desde la vida religiosa del hombre, la comida
formaba parte del sacrificio donde parte de la víctima era entregada a Dios y
otra era para el mismo oferente como participación en la vida divina: estos
eran los sacrificios de comunión.
Dios mismo se convierte en el que da alimento a su
pueblo en el desierto.
Los profetas anuncian un banquete que Dios
preparará para todas la naciones con manjares suculentos.
Jesús quiso anticipar sacramentalmente su
sacrificio en la cruz en un banquete, en una comida. Allí bajo los signos
sencillos y cotidianos del pan y del vino
realizó el milagro eucarístico de convertirlos en su carne entregada y
su sangre derramada. Milagro que se perpetúa en la Iglesia cada vez que celebramos
la santa misa y al recibir a Jesús en la comunión él viena a nosotros y nos une
a sí.
Tras su resurrección, Jesús no sólo se aparece a
sus discípulos y les dirige su palabra, sino que quiere comer con ellos, como
prueba de que su resurrección no es “espiritual”. Presente en la Iglesia, Jesús
nos invita a nosotros a participar del alimento y la bebida que nos ha
preparado para fortalecer nuestra comunión con él y para fortalecer la comunión en su Iglesia.
El
pan en la tradición bíblica viene también a significar la palabra de Dios como
alimento. En la Eucaristía, Aquel que es la misma Palabra es nuestro alimento. Como
peregrinos por el desierto hemos de pedir y tomar el pan nuestro de cada día hasta que lleguemos a la casa del
Padre y seamos sentados a la mesa de Dios en la fiesta de bodas del Cordero.
Cuidemos siempre de acercarnos con el traje de fiesta, para no ser reprendidos
y expulsados.