“ESPÍRITU.” Reflexión diaria acerca de la Palabra de Dios.
“Yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya;
porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo
enviaré.” Jn 16,7
Jesús antes de su Pasión promete a los discípulos
el don del Espíritu Santo. Es el mismo Espíritu, Amor del Padre y del Hijo, tercera
persona de la Trinidad, presente ya en la creación cuando sobrevolaba sobre las
aguas el Espíritu del Señor y es el mismo Espíritu que el Creador insufla sobre
el hombre comunicándole el hálito de vida.
El Padre que ha creado todas las cosas por medio de
la Palabra, su Hijo, vivifica todas las cosas comunicándoles el don del
Espíritu Santo.
Este Espíritu es el que invade a los profetas y a
los elegidos de Dios capacitándoles para cumplir la misión encomendada,
imposible humanamente.
Los mismos profetas anunciarán una renovación de
toda la creación por medio del don del Espíritu Santo que hara nuevas todas las
cosas transformando los corazones de piedra en corazones de carne. El poder vivificante
del Espíritu se descubre en la visión de Ezequiel del cementerio de huesos.
Jesús, el Hijo de Dios, se hace hombre en el seno
de María santísima por medio del Espíritu Santo que desciende sobre él de forma
manifiesta en el Bautismo y lo acompaña durante toda su vida y ministerio de
procalmación del Evangelio.
Jesús promete el Espíritu Santo: 1). Como el
Paráclito (defensor) que inspirará todo aquello que los discípulos habrán de
decir; y 2) como el Espíritu Revelador que convencerá de pecado al mundo y
enseñará todas las cosas.
En
Pentecostés el Espíritu desciende sobre los apóstoles y hará posible que
aquellos hombres temerosos y rudos para entender sean el fundamento de la
Iglesia. Todo el Nuevo Testamento refiere al Espíritu Santo como aquel que hace
nacer e impulsa a la Iglesia, llenando a los creyentes de sus carismas y dones
realizando la transformación de los bautizados, cuerpo de Cristo, en hombre
nuevos a semejanza del nuevo Adán.